Mirarnos en el espejo de Ecuador
Si las espeluznantes cifras de homicidios no nos hacen reaccionar, deberíamos ver con mucha atención lo que ocurre en Ecuador, país que hace pocos años destacaba por su seguridad y ahora sufre una ola de terror sin precedentes.
Después de cerrar el 2023 con la cifra de asesinatos más alta de la historia (907), los violentos hechos ocurridos en el país durante los primeros días del presente año no permiten soñar con un cambio esperanzador.
Frescas están en la retina de la opinión pública las imágenes de un grupo armado que destruyó, la madrugada del 2 de enero, el portón de una casa en Limón para asesinar al cabecilla de una banda rival.
Igual de brutal fue el ataque de dos sicarios contra el dirigente opositor nicaragüense Joao Maldonado y su esposa a plena luz del día en una concurrida calle de Montes de Oca.
Ambos hechos, si bien motivados por venganzas de distinta índole, exhiben una vez más nuestra vulnerabilidad frente a la arremetida del crimen organizado y la ausencia de respuestas eficaces para enfrentarlo.
En medio del estado catatónico en que nos encontramos como sociedad, en los primeros 9 días del 2024 ya se cometieron 20 asesinatos, solo tres menos que en el mismo período del año anterior.
Son cifras que deberían activar la alerta máxima. Pero si estos espeluznantes datos no conmueven al gobierno, el máximo responsable de la seguridad ciudadana, debería observar lo que ocurre en el vecindario.
Considerado hasta hace pocos años uno de los países más seguros de América Latina, Ecuador enfrenta en la actualidad una ola de terror sin precedentes, perpetrada por organizaciones sedientas de dinero, poder e impunidad.
En solo cuatro años, la tasa de homicidios en ese país suramericano dio un abrupto salto de 7,8 muertes por cada 100.000 habitantes en el 2021 a 40 por cada 100.000 habitantes en el 2023.
Hoy, la atemorizada sociedad ecuatoriana sufre las consecuencias de la indiferencia, la incapacidad y la complicidad de sus autoridades frente a la rápida penetración de estos grupos.
¿Podríamos caer en una situación similar? La expresidenta Laura Chinchilla señaló esta semana semejanzas entre Ecuador y Costa Rica, al ser los países de la región que registran el mayor aumento en la tasa de homicidios.
Deberíamos vernos al espejo y tomar acciones contundentes antes de que sea demasiado tarde, antes de que la última estrofa del himno nacional deje de ser una proclama y se convierta en un angustioso clamor: “¡Vivan siempre el trabajo y la paz!”.
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El autor es jefe de información de La Nación.
