De la promesa a la práctica: el último ciclo escolar completo del sexenio
La autora es presidenta Ejecutiva de Mexicanos Primero.
Cada uno de los presidentes de México ha asumido una de las agendas más retadoras pero a la vez más gratificantes que uno pueda imaginar, la educativa. Siglos han sido testigos de la importancia de la educación en el desarrollo de las naciones sin importar el tipo o modalidad de gobierno. En el país existen extraordinarios textos que recuentan los logros, avances y pendientes que han dejado los respectivos gobiernos federales en este aspecto. La agenda educativa casi siempre es un gran argumento de campaña y pocas veces acciones que demuestran avances y resultados. Se necesita mucho más que 6 años para que una agenda de educación trascienda generaciones.
En la segunda semana de enero inicia el segundo semestre del último ciclo escolar completo del presidente de México. Si bien es cierto, tendrá todavía una parte muy pequeña del ciclo escolar 2024 – 2025 en sus manos, es este, el último ciclo escolar completo de su gobierno. Mexicanos Primero presentará en su debido momento un detenido análisis de la gestión federal en esta materia. Pero es urgente entender que lo que sucede en las aulas no tiene tiempos políticos ni electorales porque cada día es fundamental para el aprendizaje de las niñas, niños y adolescentes.
Tres han sido los titulares de la Secretaría de Educación Federal en México; cada una y uno con su liderazgo, con sus acentos y sus batallas. Documentos rectores, orientaciones a docentes, acuerdos políticos, transacciones económicas, cambios en las legislaciones, ajustes curriculares, debates profundos por materiales educativos, estos y muchos temas más han abrazado la agenda educativa federal.
Sin embargo, si el presidente de México asistiera a cada una de las graduaciones de las y los estudiantes de todas las primarias públicas generales, indígenas, multigrado, o a las de modalidades comunitarias, por ejemplo, y entregara los certificados de primaria como es común que suceda en junio o julio, ¿Cuál sería el mensaje que daría a esas niñas y niños que iniciaron con él la primaria en el 2018? ¿Qué reflexión compartiría con las miles de familias que están sentadas al frente esperando a que sus hijas, hijos pasen al estrado a recibir un diploma? ¿Cómo abordaría su mensaje los desafíos a los que se han enfrentado todas las familias al trasladarse a las escuelas en caminos inseguros en cada rincón de este país? ¿Cómo invitaría a esas generaciones de adolescentes a continuar sus estudios? ¿Qué ejemplos agregaría en su discurso para garantizar que cada una y cada uno de ellos, sin importar su origen, pueden tener nuevas y distintas posibilidades?
Las graduaciones son el cierre de una etapa significativa. Para ninguna familia es tema menor a lo largo y ancho de este país, hay desde las familias que celebran a quienes terminan el preescolar, hasta quienes verán a sus hijas o hijos graduarse del bachillerato.
No se trata de entregar documentos oficiales ni certificados firmados, se trata de entender que desde el primer día que se inicia una gestión federal y hasta el último día cada decisión importa y mucho. Esa es la diferencia entre quien trabaja en educación y quien hace educación. El presidente de México inicia su graduación en materia educativa y la despedida de ese sistema educativo nacional que se queda lleno de retos, desafíos y pendientes, y con una mirada, de nuevo, sexenal. Estar en la escuela, aprender y participar importa; y los datos oficiales nos dicen que hay deuda, y no financiera, deuda social en materia educativa.
Si el presidente no puede acudir a las graduaciones de las niñas y los niños de primaria que ingresaron y terminarán la primaria en su sexenio, bien podría mandar un mensaje de aliento que invitara a familias, estudiantes y docentes a fortalecer sus aprendizajes, sabiendo que sus conocimientos y habilidades marcan la diferencia en la vida de las personas.