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Январь
2024

La variable Arévalo del humor

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La variable Arévalo del humor

El humorista Paco Arévalo falleció la pasada semana y con su muerte podemos decir que se murió también una forma de hacer comedia en España, porque la risa es uno de los mayores patrimonios personales, pero también es un patrimonio social; el humor también pertenece al tiempo en el que se ejecuta y se recibe. En teoría, nada debería estar más allá del humor, sin importar cómo de casposo o desfasado sea o parezca. Pero el humor siempre estará determinado por la santísima trinidad del contexto, la actitud y la audiencia.

Con la muerte de Arévalo regresó el habitual debate sobre la “corrección política”, foco de interminables polémicas y artículos de opinión (como este mismo mismo. ¡Saludos! ¡Hola!). El debate no gira tanto en torno si los chistes de Arévalo son o no tolerables hoy en día, porque no tiene ningún sentido juzgarlos desde el presente; el debate ya es entre quienes miran aquel tiempo con nostalgia y los que no lo hacemos. Hay quien lleva días evocando los chascarillos arevalianos con la mirada humedecida: era una época feliz, nos podíamos reír de todo y de todos, dicen. Era un tiempo menos amargo, menos atravesado por la dictadura woke (he aquí el auténtico comodín multiusos. Hágase con él y use esta expresión en cualquier circunstancia y situación. ¡Resultados asegurados!) y sus múltiples cancelaciones, añaden. Hay quien afirma, incluso, que ahora se odia más porque ya no se permite el humor. Aunque es precisamente lo contrario: ahora se odia menos o, al menos, ahora se odia menos al diferente y por eso la risa ha conseguido sortear algunos estereotipos vejatorios.  

¿Puede la comedia cubrir temas políticamente incorrectos hoy en día? Pues claro. ¿Se pueden hacer bromas fuera de los límites del humor hoy en día? Pues claro. ¿Tengo derecho a pensar que tu broma es una basura hoy en día? Pues claro que también. Las palabras tienen muchos derechos asegurados, salvo uno: que alguien no se vaya a ofender contigo por cómo las usas. Todos los temas deberían ser aptos para el humor, todos, del mismo modo que todos estamos el derecho de objetar o no reírnos de aquello que no nos parece divertido.  

Digo que cualquier tema debería ser apto para el humor porque la comedia puede llegar a parecerse a sumergir nuestra cabeza dentro del agua: en ocasiones tienes que taparte la nariz para que no se te taponen los oídos. La diferencia suele estar en quién y cómo ejecuta la comedia. Hay bromas dañinas sobre grupos sociales minoritarios, marginados o en desigualdad, bromas sobre la raza, el género, la capacidad o la sexualidad de las personas, que resultan ofensivos cuando los cuenta alguien ajeno a ese grupo, porque en ese contexto pueden basarse en una noción de otredad condicionada por prejuicios. Y el cómico lo sabe perfectamente. Pero un chiste contado desde dentro del propio grupo puede, de hecho, subvertir esos prejuicios o incluso hacer más llevaderos algunos traumas.  

Seguramente los que se quejan de que ya no se puede bromear sobre nada hoy en día lo que quieren decir es que ya no se puede bromear sobre otros, sobre lo que a ellos no les afecta o daña personalmente, sobre lo que ni les llega a rozar un centímetro de piel o conciencia. La máxima sería algo así como: sois unos amargados. Todo debería estar abierto al humor excepto, por supuesto, yo mismo.