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Crimen y castigo en un narcopiso de Usera: «Estamos hartos, siempre hay borrachos y peleas de drogadictos»

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Abc.es 
La frenética cadena de muertes violentas registrada en Madrid en apenas tres días de fiestas navideñas alcanzó el viernes su póquer de casos con un nuevo crimen, esta vez en el distrito de Usera. Tras los sucesos en Nochebuena de Puente de Vallecas y Chamberí, y el registrado el día de Navidad en Leganés, otra cuchillada tiñó de sangre un narcopiso ubicado en el número 136 de la calle de Marcelo Usera , cuando a eso del mediodía los facultativos del Summa 112 confirmaron el fallecimiento de Miguel A., español de 57 años. El dueño de la vivienda, Javier R., de 60 y también nacido en España, fue engrilletado por un presunto delito de homicidio . Pero hasta llegar a su detención, los agentes tuvieron que desmadejar primero un relato lleno de incongruencias. De hecho, fue el propio arrestado quien llamó poco antes de las 11.15 horas a los servicios de emergencias, aunque no para confesar. Los agentes de la Policía Nacional desplazados encontraron a la víctima aquejada de una herida incisa en la pierna izquierda, por lo que procedieron a practicarle un torniquete y frenar así la hemorragia. Al mismo tiempo, comisionaron al Summa 112 y se entrevistaron con el propietario, quien no dudó en señalar a una mujer que habría huido como la autora de la puñalada. En ese sentido, algunos vecinos señalaban ayer a ABC que antes del suceso escucharon al hombre pelearse con una mujer, un hecho que sucedía con frecuencia. «Escuché esa mañana que él estaba peleando con una chica, con la que está ahí porque él la mantiene escondida. Ella casi no sale porque tiene busca y captura, entonces ella estaba ahí escondida. Siempre pelean y siempre que llamaba a la policía él la escondía y no salía», resumían los consultados. Pero las piezas del relato de Javier no terminaban de encajar. En primer lugar, indicó a los uniformados que la agresión se había producido en las zonas comunes del edificio, lo que llevó a estos a realizar una batida por el bloque y sus inmediaciones. Llegaron incluso a preguntar a los vecinos y trabajadores de la zona si habían visto a alguien salir a la carrera del lugar, pero nadie supo decir nada de la supuesta causante. Las dudas se acrecentaron al no encontrarse ningún rastro de sangre en el portal o los descansillos del bloque, y sí concentrarse toda en el interior del apartamento. La versión del interlocutor comenzó a hacer aguas, más si cabe, al explicar que después del ataque, había salido al rellano para meter de nuevo en el piso al afectado, lo que tampoco concordaba con el escenario de los hechos. Unas sospechas que se terminaron de despejar con la llegada de los miembros del DEVI de la Policía Científica, cuya inspección ocular arrojó dos pruebas fundamentales: la primera, que el acuchillamiento se había cometido dentro; y la segunda, que el arma empleada, un cuchillo de grandes dimensiones, también había sido hallado en la vivienda. Mientras ello ocurría, la víctima, cuya herida en principio no parecía de mortal necesidad, entró en parada cardiorrespiratoria , lo que obligó a los sanitarios del Summa 112 a iniciar las maniobras de reanimación avanzadas. Fue en vano, ya que después de extender las mismas durante más de 30 minutos, no pudieron hacer más que confirmar el óbito. Será ahora la autopsia definitiva la que determine el porqué del abundante sangrado interno que le ocasionó un shock hipovolémico. Según ha podido saber este diario, tanto el detenido como el finado estuvieron previamente consumiendo drogas en el domicilio de marras. Pese a que el Grupo VI de Homicidios, de guardia en estos días tan aciagos para la región madrileña, acudió hasta el enclave, la investigación, que continúa abierta, ha quedado en manos de la Policía Judicial de la comisaría de Usera. Apenas veinticuatro horas después de lo sucedido, la mayoría de vecinos del bloque aseguran no saber nada, ni haber visto el precinto policial o la puerta medio rota. Cuestionados por una posible situación de inseguridad, la mayoría no quiere hablar, y los que sí lo hacen, antes de alejarse de manera precipitada, es para decir que allí no pasa nada raro, que todo está tranquilo. Dos vecinas confirman a este periódico que tras la puerta tres del tercer piso se esconde un narcopiso, aunque solo una de ellas se atreve a contar con detalle lo que sucede. Esta mujer, que califica a Javier como «malo» y «muy listo» , cree que no solo él y la mencionada mujer se alojan en el piso, que una vez escuchó que era de alquiler social y por el que solo pagaba unos sesenta euros al mes. «Siempre sube mucha gente y por las noches más», advierte. Además, muchos días hay alboroto en el portal. «Es muy feo porque siempre hay borrachos y peleas de drogadictos », añade. Entre sus manos sostiene las llaves para entrar al portal, pero hace tiempo que no las necesita, pues la puerta de acceso al edificio permanece abierta. Del telefonillo solo quedan los cables y el hueco que delata el lugar en el que un día estuvo. Algunos vecinos aseguran no saber a qué se debe, pero ella cuenta que él fue quien lo arrancó para evitar que nadie abriera a la policía, que con frecuencia acudía por sus llamadas. «Venía la policía y nunca entraba a la casa, por más que llamaran y escucháramos nosotros que estaba pegando a las mujeres . Él era muy listo y le decía a la policía que no podía entrar porque era su casa», sentencia. «Quién no va a pelear con él si es una mala persona. Robó a otros vecinos de abajo, les dijo que iba a hacer una reforma, les quitó como siete mil euros y luego no les reparó nunca nada», responde la primera mujer cuando le preguntamos si Javier R. tiene problemas con los vecinos. Solo otra persona dice conocer lo que en ese piso acontece, pero no quiere hablar por miedo a ponerse en peligro.