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Un hostelero de La Coruña, destrozado tras lo sufrido con más de 30 comensales en las comidas de Navidad: «Te genera rabia y ganas de llorar»

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Abc.es 
Llega la Navidad y, con ella, las cenas de empresa. Para la hostelería, estas semanas suelen ser una oportunidad de oro para cerrar el año con margen. Sin embargo, existen ciertos riesgos de los que pocas veces se habla. Esto es lo que explicaba precisamente esta semana el hostelero Alejandro Lista, dueño del restaurante Furancho Brasa Clandestina. En unas declaraciones a 'La Opinión Coruña', relataba varios episodios que casi le cuestan la campaña navideña. «Te genera rabia y ganas de llorar», admitía. Según contó al diario, una empresa canceló una cena de 30 personas apenas cinco días antes. Lo peor es que no avisaron por iniciativa propia. El equipo del restaurante llamó para concretar el menú y fue entonces cuando descubrieron que aquel grupo ya no pensaba aparecer. Lista explicaba que, de no haber hecho esa llamada, se habrían encontrado el local vacío el mismo día, con toda la preparación hecha y sin posibilidad de reaccionar. Pero lo peor, sin duda, llegó el viernes siguiente. Un total de 34 personas no se presentó a comer, repartidas en varias mesas que sumaban desde parejas hasta grupos de quince. Para el hostelero, la pérdida directa ronda los 1.200 euros netos, prácticamente el salario mensual de un camarero. A eso se añade el coste de la materia prima comprada para esas reservas y el refuerzo de personal típico de estas fechas, además de la frustración de tener que rechazar a clientes habituales porque, en teoría, el restaurante estaba completo. Preguntado por qué cree que ocurre eso, el hostelero identificaba dos comportamientos habituales. Por un lado, gente que reserva en varios locales a la vez y elige en el último minuto. Por otro, grupos que improvisan mientras están de cañas y simplemente no llaman para cancelar. En ambos supuestos, evitaban incluso responder al teléfono del restaurante, aunque sí atendían cuando se les llamaba desde un móvil personal. Tras esta cadena de imprevistos, el establecimiento ha decidido tomar medidas. Las reservas ya hechas se respetarán tal cual, pero, a partir de ahora, para mesas de ocho o más personas será obligatorio dejar una señal. Es una decisión que no habían aplicado nunca, aunque sí la habían visto en otros locales. «Al final hemos aprendido por las malas».