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Y al final, la Esperanza fue de Triana

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Abc.es 
Sevilla replicó ayer en sus calles la «santa osadía» con la que Teresa de Jesús afirmó con templanza que no es una temeridad cualquier audacia inspirada por Dios . El caudal de emociones que la ciudad había atesorado en el último mes se desbordó definitivamente en el broche a la Misión de la Esperanza, esa que nos ha llamado a ser peregrinos de una virtud que es capaz de romper cualquier frontera social, también la del Polígono Sur. Y lo hizo con una procesión gloriosa y multitudinaria en el regreso definitivo de la Virgen a su casa de la calle Pureza. Más de ocho horas en las que la hermandad fue fiel a sí misma , con una autenticidad inherente a su estilo que no defraudó. Las chicotás, los pasos atrás, los vivas, los aplausos, las marchas...todo elevado a la enésima potencia según lo entiende Triana para no faltar a su verdad. Fue una tarde noche de arrojo por esa amenaza de lluvia que se hizo cierta al final , pero que tenía el sello del barrio en cada instante vivido. Eran poco más de las 16.15 horas cuando la dolorosa atravesó la Puerta de San Miguel de la Catedral para entregarse al pueblo. La estampa era poco habitual, con la Virgen entronizada en el paso de la Purísima Concepción de la Algaba . La Esperanza iba más gloriosa que nunca, con codales altísimos en los candelabros que clavaban la estética de aquella salida extraordinaria del año 1939 para dar gracias por el final de la Guerra Civil. Este 1 de noviembre se cumplían 75 años de la proclamación del dogma de la Asunción y Triana no podía falta a la cita . Lo contaba la réplica asuncionista en su delantera, cedida por la hermandad del Amor. Llevaba también enseres del Cerro, la O y los Estudiantes. Pero sobre todo, estaba Ella, «con su pena bonita, con su gracia de barrio» , como la retrato en su día el añorado Garrido Bustamante. Más de 700 hermanos con cirio antecedían a la Virgen . Mérito el suyo por aguantar los envites de una procesión que fue ganando público según avanzaba el reloj. El paso, presidido por monseñor Saiz Meneses, se asomó a la Plaza Nueva sobre las cinco de la tarde, navegando entre el gentío que la llevó en volandas. Fue un deleite verla con 'La Esperanza de Triana' cruzar el Andén del Ayuntamiento . Farfán al cuadrado con la interpretación también de 'Pasan los Campanilleros' para dar un giro completo y mirar de frente a San Fernando. Tremendo el esfuerzo de la banda de las Cigarreras, que por la mañana había acompañado a la Asunción de Cantillana. Allí estuvo el coro de Julio Pardo, que cantó el trío de 'Pureza Marinera' después de que el alcalde José Luis Sanz ofrendara un ramo de rosas en nombre de la ciudad. Lo que no convenció fue la adaptación de los Campanilleros de Gloria que sonó antes de marcharse y que se repitió demasiadas veces. A las 17.35 horas, l a Virgen ya se perdía por la calle Tetuán, donde en una azotea rezaba una pancarta: «¡Viva la Esperanza!». Las calles eran un río de devotos, algunos venidos de fuera y absortos por lo que veían, pero con destreza en la bulla se caminaba con la Virgen. Entre el público había muchos vecinos de las Tres Mil Viviendas que le devolvían la visita . El rostro de la Esperanza era un espejo en el que se reflejaban todas esas miradas que fue recogiendo en su misión. También la realidad social de un barrio que necesitó de su presencia y en el que la semilla que sembró en las parroquias de San Pío X y Jesús Obrero está aún por florecer . Habrá que esperar para eso, como lo hizo la Virgen de la Salud en las puertas del Santo Ángel para recibir a la dolorosa trianera. Un momento que, entre el rezo de la salve y los cantos del coro de la hermandad, se aprovechó para encender los codales del paso. La noche ganó la partida asomando por la Magdalena . Todo era un ascua de luz al presentarse en el templo, como «ese faro de amor que el mismo Dios cuida y guarda» que dijo Rodríguez Buzón. Todo estaba cuidado al detalle. Hasta los horarios, que habitualmente son el gran lunar de cada procesión extraordinaria . Pero sin renunciar a su ser, la Virgen avanzaba con paso firme por Reyes Católicos y regaló un momento para la historia cuando s onó el pasodoble 'Chumbelerías' de Cebrián justo en el cruce con Pastor y Landero. Poco después, a las 20.05 horas, tal y como estaba previsto, llegaba al puente para volver a ser de Triana. A partir de ahí todo se desbordó. Quien esperara otra cosa, se había equivocado de lugar y de cita . La Virgen dio un giro completo en el Altozano con el que se despedía de Sevilla, como en aquellos versos de Manolo Garrido que decían «espera, Sevilla, espera/más tarde, de madrugada/cuando Triana, dormida, no advierta que se le marcha». Preludio de una noche en la que la Esperanza se perdía por las estreches de unas calles a las que su presencia real les es extraña , pero que la tienen cada día en la cerámica de sus azulejos. La presencia de la Virgen en el corazón del barrio resucitó a la Triana que se llevó por delante la piqueta del urbanismo . Con media hora de adelanto, se adentraba en la calle Antillano Campos, profusamente adornada por sus vecinos. No había ni un centímetro entre las fachadas y la masa uniforme que formaban el público y las andas. La estampa era a todo color, como los pétalos que llovían de las azoteas, pero el espíritu era el del blanco y negro de los viejas casas de vecinos que se esfumaron y al que evocaron las saetas y palmas por bulerías a la «gitana de Triana», como se oyó entre los fieles. Lo vivido ahí fue un éxtasis de Esperanza , aunque se esfumó levemente cuando el paso tuvo serios problemas para avanzar por el tramo posterior a Alfarería. Parecía imposible que pasara por ahí, pero nada hay inalcanzable para la que es la mayor virtud de los trianeros. Eran las diez de la noche al alcanzar Pagés del Corro con las luces de Navidad (apagadas) como testigos y los cohetes en el cielo. Otra imagen más para guardar en la retina. La Esperanza se paró en el hogar de la Estrella , donde volvió a entrar para certificar que en el corazón de Triana cabe el amor a muchas madres. Fue el último respiro que se dieron sus costaleros, que a partir de ahí aceleraron el paso para evitar el incipiente riesgo de lluvia. A la Virgen le quedaba aún el barrio de su barrio. Rodrigo de Triana y Fabié fueron un cielo de guirnaldas de bombillas , con una cascada inagotable de petaladas y vivas salidos de los balcones que lucían colchas y colgaduras. A las 23.30 horas, una hora antes de lo previsto, ya pisaba la calle Pureza. Era el principio del fin y también el último arrebato devocional de la noche. Más fuegos artificiales, más flores, más cantos, con voces prodigiosas como la de Manuel Lombo. Éxtasis de fe que hizo cierto aquello de «ahí la tienes de nuevo. Ya es tuya, ya es mía» , que le rezó su hijo Vicente Acosta en su pregón. El frente se adelantó y cayeron algunas gotas durante el último tramo. ¿Quién lloraría desde el cielo? Poco después de medianoche, ya estaba dentro la capilla de los Marineros . En casa. Misión cumplida.