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Октябрь
2025

Un presidente sin memoria

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Abc.es 
La comparecencia del presidente del Gobierno en la comisión del Senado por el caso Koldo fue un ejercicio de escapismo institucional. Pedro Sánchez intervino durante cinco horas para repetir más de cuarenta veces «no me consta» o «no recuerdo». En vez de arrojar luz sobre los escándalos que afectan a su partido, su entorno y su Gobierno, el presidente optó por blindarse en la ignorancia selectiva, evitando así cualquier compromiso con la verdad que pudiera condicionar su futuro judicial o político, o el de sus familiares actualmente procesados. No fue una sesión edificante; tampoco un ejercicio de rendición de cuentas. Fue, como tantas veces ocurre en las comisiones parlamentarias que transcurren en paralelo a causas judiciales, un espacio convertido en plató. El objetivo ya no es esclarecer hechos ni depurar responsabilidades, sino desgastar al adversario o absolverse ante las cámaras televisivas. Las preguntas no buscan respuestas y las respuestas no aclaran nada. Esta dinámica, propia de una democracia fatigada, explica en parte por qué el ciudadano asiste con escepticismo a estas sesiones que, en la práctica, solo sirven para amplificar la polarización o para escenificar una falsa transparencia. Sánchez se apoyó precisamente en esa distorsión de fondo para transformar cada interpelación en un ataque al PP, a Vox, a UPN o a quien osara pedirle explicaciones. Calificó la comisión como «circo», «comisión de difamación» o «de la frustración», despreciando abiertamente la función fiscalizadora del Senado. Su actitud fue la de quien se sabe acorralado y opta por el ataque como mejor defensa. Una estrategia antigua, tan eficaz como cínica. Ahora bien, no se puede omitir que parte del terreno lo allanaron algunos senadores que, con su tono áspero o sus formas teatrales, regalaron al presidente el marco perfecto para victimizarse. La sobreactuación en política casi siempre juega en contra del que la utiliza. Por eso destacó aún más la senadora navarra María Caballero, que con un interrogatorio meticuloso, incisivo y respetuoso logró arrancar al presidente la admisión –aunque matizada– de haber recibido dinero en metálico del PSOE. Fue un momento revelador, no por lo que se dijo, sino por lo que no pudo negarse. Donde otros pretendieron exhibirse, ella dejó en evidencia al compareciente. La estrategia de Sánchez, sin embargo, no se sostuvo solo en las evasivas. También recurrió a la ironía y al sarcasmo , en ocasiones con un tono indigno de su cargo. Se negó al careo con Ábalos y con el empresario Aldama, y evitó responder sobre las actividades empresariales de su suegro, sobre la vinculación de su esposa con empresas rescatadas o sobre las decisiones que tomaron sus secretarios de Organización, ambos nombrados por él, hoy bajo investigación judicial. Ante las preguntas concretas, las respuestas fueron sistemáticamente vagas. Ante los hechos probados, la desmemoria. No es de recibo que un presidente del Gobierno diga desconocer si su hermano tributa en Portugal mientras trabaja en España, que afirme no conocer a quien supuestamente organizó 128 contratos amañados o que ignore las donaciones de empresarios vinculados al partido. No es creíble ni aceptable. Y si fuera cierto, sería aún más grave: sería prueba de una desidia incompatible con la dignidad del cargo. La comparecencia del presidente fue, en definitiva, una demostración de que la transparencia no se decreta, se ejerce. Y este jueves, Sánchez no ejerció más que la desmemoria.