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La importancia de los expedientes técnicos

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El choque entre un tren del Ferrocarril Trasandino y un bus de transporte público en El Agustino, que dejó diez heridos, no debería verse como un simple accidente. Un bus de la línea 10A había quedado detenido en pleno tráfico sobre las vías férreas, en una intersección sin señalización ni barreras, cuando el ferrocarril impactó y generó las imágenes que transcurren ahora en redes sociales.

Este suceso es la manifestación visible de un sistema de transporte urbano mal diseñado, saturado y carente de previsión.

El problema no se reduce solo al error de un conductor que infringió una regla de tránsito. Es el resultado de décadas de una planificación deficiente que permitió que las vías férreas, los cruces vehiculares y las rutas del transporte público se crucen sin orden. Lima, una metrópoli hoy con casi diez millones de habitantes, sigue funcionando con una infraestructura pensada para otra época.

Hace un siglo, el ideal de la gestión pública moderna se construía sobre la base de la ingeniería y la planificación, que fue muy rápidamente absorbida por un crecimiento desordenado liderado por élites que despreciaron el crecimiento demográfico en las periferias de Lima. Hoy, con más conocimiento, tecnología y recursos, el deber del Estado es garantizar que ningún proyecto nuevo repita los errores del pasado.

Ahí surgen los expedientes técnicos, que no son más que instrumentos esenciales que permiten prever riesgos, asegurar la viabilidad económica y técnica de las obras, y garantizar la seguridad de los ciudadanos. Omitirlos es retroceder a una administración basada en la improvisación y el populismo.

Por eso, resultan especialmente preocupantes los discursos que desprecian la técnica como los del renunciante alcalde de Lima y candidato presidencial, Rafael López Aliaga, quien llegó a afirmar que no era necesario un expediente técnico para ejecutar obras de envergadura, como su proyecto del tren Lima–Chosica, por cierto, que sería de gran utilidad. El MTC advirtió entonces que el rechazo para los permisos de esa obra se trataba de una cuestión de seguridad e integridad de los usuarios. Situaciones como la ocurrida en El Agustino muestran por qué ese principio es irrenunciable.

Sin embargo, el expediente técnico tampoco debe convertirse en excusa para la inacción. La burocracia no debe paralizar la atención de urgencias evidentes, como la falta de señalización, de semáforos y de rutas seguras para peatones y conductores. La planificación es indispensable, pero debe ir acompañada de decisión política, gestión ágil y una visión integral del espacio público. Solo así se construyen urbes sostenibles que respeten la vida de quienes las habitan.