Operativos policiales y visitas a cárceles: la estrategia 'bukelista' de José Jerí para proyectar poder en medio del estado de emergencia
Desde que asumió como presidente interino el 10 de octubre de 2025 (tras la vacancia de Dina Boluarte), José Jerí ha puesto en el centro de su gestión una narrativa de “acción inmediata” para combatir el crimen. En los primeros días de su mandato encabezó personalmente operativos simultáneos en penales, inspecciones in situ de distritos con altas cifras delictivas y distintos gestos de presencia, como presentarse ante los damnificados de incendios o cargar perritos callejeros. En un contexto donde alrededor del 59% de peruanos identifica la inseguridad como el principal problema del país (según una encuesta del INEI), estos actos tienen una carga simbólica.
El 22 de octubre, el Gobierno declaró un estado de emergencia de 30 días para Lima y Callao, que autoriza la intervención conjunta de la policía y las Fuerzas Armadas, así como restricciones a la libertad de tránsito, reuniones y otras garantías constitucionales. Es así que Jerí no solo actúa como titular del Ejecutivo sino que se convierte en actor visible de los operativos con gestos ante cámaras, fotografías en redes sociales y visitas a cárceles que recuerdan a modelos como el del presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Esto plantea la pregunta: ¿puede la seguridad (o su percepción) construirse solo mediante gestos de autoridad? O bien, ¿estos operativos esconden una estrategia de legitimación de poder político en un contexto de crisis institucional?
Visibilidad y autoridad en tiempos de desconfianza
Uno de los ejes que atraviesan esta narrativa es el de la imagen de autoridad. El politólogo y experto en políticas públicas en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM), Alonso Cárdenas, sostiene que Jerí estaría aplicando un modelo “efectista bukeliano”. Según el experto, el mandatario estaría tratando de seguir el patrón de presidente de El Salvador, pero sería efectista porque “básicamente es pantalla, es para la tribuna, pero no tiene contenido real”.
Según él, si las medidas no van acompañadas de políticas públicas, inteligencia, grupos de élite y de la derogación de leyes pro crimen, “no va a tener ningún sustento”. Los hechos de los primeros días lo confirman, ya que, a pesar de los operativos efectuados por Jerí, se registraron siete víctimas de asesinatos solo en los primeros tres días del estado de emergencia.
Las visitas al penal Penal Ancón I, al penal El Milagro, al penal Castro Castro y la supervisión de operativos de madrugada fueron difundidos en redes sociales. Jerí aparece con camisa blanca, mangas dobladas o jeans, rodeado de mandos policiales o penitenciarios, en una imagen que pareciera querer transmitir cercanía, firmeza y control. Según Cárdenas, su look y medidas también se asemejan al de Daniel Noboa, presidente de Ecuador: “Noboa también ha tenido esta iniciativa de intervenir los penales y plantear políticas draconianas para enfrentar el crimen organizado y la inseguridad ciudadana, pero no le ha resultado”.
Justamente, la ciudadanía demanda resultados, pero también necesita percibir que el Estado actúa. En ese sentido, la visibilidad de Jerí en operativos aporta otro factor: el poder de la foto (o lo viral) radica en que transmite que alguien se encarga, al menos simbólicamente. Sin embargo, como advierte Cárdenas, ese tipo de “gestos de autoridad” no basta: “Hay muchos reflectores, hay mucha tribuna, pero si no se ven los resultados en el cortísimo plazo, esta imagen se puede ir deteriorando de una manera muy rápida”.
En un país con instituciones con bajo índice de confianza ciudadana, la legitimidad importa tanto como la eficacia. José Jerí terminó su gestión como presidente del Congreso con 83 % de desaprobación, según un estudio realizado por Datum. Según otra encuesta de IEP, el 53% desaprueba que el Congreso designara a Jerí como presidente. A ello, se le suman sus propias denuncias de corrupción y abuso sexual. Motivos suficientes para intentar mejorar su imagen y establecer una figura de poder. Como indica el politólogo Cárdenas, la narrativa del presidente en acción es como un “intento de reposicionar alguna popularidad o contrarrestar debilidad política”.
El modelo ‘bukelista’ sin contexto
Sobre la comparación simbólica con el modelo de Nayib Bukele, el experto en seguridad José Manuel Saavedra señala: “Quieren copiar todo lo que ha hecho Bukele. En El Salvador cambiaron el régimen. Imitar eso en Perú traería consecuencias, porque no se ha hecho un trabajo previo de fortalecimiento al sistema penitenciario, de inteligencia. Hacerlo de improviso nos podría costar caro en el futuro”.
La analogía no solo está en el estilo visual, sino también en la lógica de 'mano dura' y en el protagonismo presidencial directo en tareas que tradicionalmente competen a ministros o a mandos de seguridad. Saavedra apunta que esto genera un riesgo institucional: “Necesitamos políticas de Estado en temas de seguridad ciudadana. Lo que no estamos viendo es la estrategia que se va a seguir en temas tanto de inteligencia como de control territorial para poder reducir el crimen, la delincuencia y el crimen organizado”.
El traslado de 45 internos de alta peligrosidad al penal Ancón I fue liderado por él, con presencia de policías de élite, cámaras y cobertura institucional. En ese operativo se activó un régimen máximo de estricta seguridad: 22 horas de encierro, sin enchufes en celdas, visitas cada quince días, celdas individuales. Esto reforzaría la narrativa de que el presidente está presente, que hace algo y no delega.
Según Saavedra, esta medida puede no ser tan efectiva como se plantea: “Hay que tener mucho cuidado si es que van a juntar a todos en un mismo pabellón sin cambiar los regímenes penitenciarios, que es lo que entiendo que quieren copiar. Es decir, tienen que tener celdas individuales o restringir el tema de la recepción de las visitas que ya se ha implementado”.
De acuerdo con el experto, lo que se ve en los operativos es que al presidente le gusta comunicar y usar redes sociales. “Eso no está mal, pero básicamente lo que necesitamos es un presidente que lidere con estrategia e inteligencia”. El 21 de octubre de 2025, el Gobierno publicó el Decreto Supremo Nº 124-2025-PCM que oficializó el estado de emergencia para Lima Metropolitana y Callao, por 30 días. En su mensaje televisado, Jerí señaló: “Las guerras se ganan con acciones y no con palabras”.
En este contexto, Saavedra señala que la estrategia se focaliza demasiado en la capital, mientras “no tenemos en el resto del país políticas de seguridad ciudadana articuladas”. El especialista también explica que la coordinación institucional (inteligencia, articulación entre ministerios, policía, fiscalía, sistema penitenciario) es lo que debe marcar la diferencia, y que sin ella los operativos terminan siendo eventos aislados, más espectáculo que transformación.
Los datos recientes confirman la urgencia de la situación. Entre enero y septiembre de 2025, la Policía Nacional del Perú reportó 1.690 homicidios en Lima y Callao, frente a 1.502 en el mismo periodo de 2024. A pesar de la evidente necesidad de tomar acciones ante la ola de crímenes, también crecen las voces de rechazo. Movimientos juveniles como la Generación Z llevaron a cabo movilizaciones este 25 de octubre, pese al estado de emergencia. Ellos argumentaron la vulneración del derecho a protestar.
Gestos grandilocuentes de José Jerí
Uno de los elementos más visibles de esta estrategia es el uso del gesto presidencial como mecanismo político-comunicativo. Jerí no solo firmó decretos o encabezó operativos. En el marco de un incendio en el distrito de San Juan de Miraflores (Pamplona Alta) acudió al lugar, recorrió los albergues, saludó a vecinos. Según fuentes, cerca de 420 damnificados y más de 80 viviendas afectadas. Este tipo de escenas refuerzan una imagen de proximidad que absorbe parte del discurso social donde se pide un mandatario que esté en el lugar de los hechos. Jerí también recorrió distritos populares y anunció el 'rescate' de perritos callejeros.
El politólogo con experiencia en gobernabilidad, Luis Benavente, recuerda que este tipo de liderazgo, aunque pueda parecer “carismático” y “de conexión”, conlleva riesgos: “La gente está harta de la delincuencia y la corrupción. Jerí lee ese malestar y responde con gestos de autoridad (...) Pero si los operativos se usan para el show político y no para resolver el fondo del problema, se pierde confianza. Y esa pérdida puede ser más costosa que la inseguridad misma”. También recordó que su edad, 38 años, le ayuda a proyectar cierta imagen entre los jóvenes.
Por un lado, el estilo de Jerí puede generar una ligera mejora en la sensación de seguridad, al menos en el corto plazo. Por otro lado, cuando los resultados tardan en llegar o los actos se convierten en rutina mediática sin sustancia, la desilusión puede aumentar. Desde distintas zonas de la ciudad, donde la inseguridad no es solo cifra, sino experiencia diaria, la extorsión, los robos menores, la violencia de pandillas y la sensación de impunidad siguen siendo el pan de cada día. Benavente lo simplifica así: “Las apariciones públicas deberían ser la punta del iceberg en un cambio estructural”. Asimismo, señala que la narrativa del presidente que busca conectar por medio de la comunicación visual: “Una imagen vale más que mil palabras, y que se muestre al presidente en acción genera un impacto grande”.
¿Rechazo podría ser menor al de Dina Boluarte?
La gestión, por lo pronto, parece tomar cierta distancia del gobierno de Dina Boluarte. La mandarataria no era especialmente comunicativa con la prensa, aunque daba largos monólogos en los cuales no decía mucho. En contraste, Jerí dio un escueto discurso de 51 segundos contra la inseguridad, en el cual afirmó que tomaría medidas 'ofensivas'. El politólogo por la Universidad Complutense de Madrid, Andy Philipps Zeballos, indicó que, aunque puede existir una aprobación ligeramente mayor con respecto a Boluarte, el actual mandatario enfrenta un “rechazo generalizado”.
Además, el experto sostiene que el intento de Jerí por construir una mejor reputación sigue ligado a la figura de un “nuevo títere del gobierno”.
Según Philipps, el jefe de Estado estaría alineándose a las estrategias comunicacionales de presidentes como Javier Milei o Nayib Bukele, quienes, a su parecer, “están a medio camino entre políticos y showmans”. Como indica, en sociedades del espectáculo altamente mediatizadas, esto suele ser efectivo para mejorar la imagen, mas no para resolver problemas de fondo.
En definitiva, el gobierno actual tiene muchas cosas que demostrar y se enfrenta a ciudadanos cada vez más exhaustos. El politólogo expone que Jerí necesita con desesperación que su gestión esté legitimada, debido a sus denuncias y el contexto del país. “Quiere hacer olvidar lo que para muchos es una condición o unos elementos que son o deberían ser impedimentos para que una persona ejerza la máxima autoridad del Estado”. Por lo pronto, la estrategia ‘bukelista’ de Jerí está en marcha, pero el verdadero reto será mostrarle a la población un cambio real.
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