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Las huellas de la tragedia en Mira (Cuenca): «Desde la dana, cuando hay tormenta ya no duermo bien»

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Abc.es 
El martes 29 de octubre de 2024 en Mira , el último pueblo de la provincia de Cuenca, en la frontera con la Comunidad Valenciana, los vecinos aseguran que «llovió como otras veces y el caudal del río subió, también como tantas otras veces; el agua incluso tapó los ojos del puente principal, pero nada que no hubiera sucedido antes». En realidad, y esto es importante recalcarlo, ni cayó la mundial ni diluvió. Y, por supuesto, nadie les avisó de la que se les venía encima. Tomás Viana, docente jubilado, doctor en Bellas Artes, reside en una casa de varias alturas en la ribera del río, en la zona más baja del municipio. Su garaje empezó a inundarse por la tarde, aunque no gran cosa, así que achicó el agua y lo dio por solucionado. Pasaron unas horas y cuando se iba a dormir con su mujer, «las puertas de repente se abrieron, entrando el agua de golpe. Enseguida subí a la planta de arriba y desde la escalera vi cómo los cuadros, el sofá, la televisión flotaban... si me coge en el garaje habría muerto ahogado ». La escena de terror recuerda a la película 'Lo imposible' , a esa ola gigantesca convertida en tsunami que sorprende y arrasa a los turistas mientras están en la piscina de un idílico hotel de Tailandia. La fuerza de la naturaleza desatada rompió varios tabiques de la casa de Tomás, quien miraba por la ventana del primer piso «y fuera parecía el mar: eran arrastrados contenedores, coches, remolques y hasta tractores». La furia no se detuvo, trepando por la escalera. Cada vez más acorralados, «tuvimos que refugiarnos en la cámara», cuenta todavía con el miedo en el cuerpo. Y en la fachada de esta vivienda que ha tenido que ser totalmente reconstruida hay una placa que muestra que el agua, ya transformada en lodo, en barro, alcanzó los 3,85 metros . «Aquella noche en vela, con la angustia, no se puede describir con palabras. Nos rescataron sobre las seis de la tarde del día siguiente», concluye el relato. El balance de la dana, con más de 200 muertos en la Comunidad Valenciana y otros seis en la albaceteña Letur, dejó en Mira una fallecida, unas 40 personas rescatadas -18 de ellas de los tejados- y 181 inmuebles afectados, de los que once serían derribados a posteriori. En este pueblo de la Serranía Baja conquense , a 100 kilómetros de la capital provincial y a 115 de Valencia, donde hay censados 900 y pico habitantes, se contabilizaron 167,8 litros de agua por metro cuadrado. Lejos de los 771 de Turís, de los 400 de Chiva o de los 300 de Utiel o Requena, pero suficientes para arruinar el centro de salud o el cuartel de la Guardia Civil. En Mira, el pensamiento unánime es que «hubo suerte al producirse de madrugada; si esta misma tragedia ocurre por el día en vez de un muerto habría habido infinidad porque a la gente le hubiera pillado fuera de su casa». De hecho, gracias al trabajo de concienciación que la Guardia Civil hizo por la tarde, pidiendo precaución a los vecinos para que movieran el coche, para que no se quedaran en el garaje, para que incluso, quienes estaban cerca del río, se marcharan si podían a otro lado, seguramente se salvaron unas cuantas vidas. Un agente de la Benemérita, que insiste en el anonimato, se puso en lo peor y le comentó al sargento que lo mejor era desalojar a los seis ancianos y a la cuidadora de la casa tutelada. Al principio no querían irse, se resistieron, pero aquello era una orden. Algunos fueron reubicados con familiares, otros acomodados en el albergue municipal. El caso es que viendo que el río podía desbordarse, este ángel de la guarda sin capa se guió por su intuición. Y acertó de pleno. El alivio, ese menos mal que debió sentir después vale más que la Cruz de Plata de la Orden del Mérito de la Guardia Civil que recibió al cabo de los meses al igual que su jefe. También el resto de compañeros han sido reconocidos por su indudable labor en favor del bien común. Sin red móvil, sin luz y con la recomendación de no beber agua contaminada, la mañana del miércoles 30 de octubre transcurrió entre secuencias de caos. Un helicóptero rescataba a los vecinos atrapados con la ayuda del Grupo de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil, de los bomberos y de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que aquí de inmediato se hizo presente. Sin embargo, pese a la avalancha de medios, había zonas a las que no se podía acceder y personas que no aparecían. Todos contuvieron el aliento cuando entraron a la morada de un señor para buscarlo entre los escombros ante la falta de señales. No hallaron ningún cuerpo, por suerte. Luego se supo que «se había ido del pueblo el día antes», rememoran. Celsa Nieto, de 88 años, fue al final la única fallecida por la dana en Mira . La mujer habitaba una casa de varias plantas a escasos metros del río y, aunque sus hijas cuidaban de ella, era dependiente y dormía sola. No pudo salvarse. El consuelo, o lo que se quiere creer, es que la anciana tomaba pastillas para el insomnio y puede que no se enterara. Realmente resulta un milagro que las pérdidas humanas se redujeran al mínimo. Tras una inspección al poco del desastre, los arquitectos le dijeron a Tomás Viana que había una parte de su vivienda tan deteriorada que había estado a punto de colapsar. «Lo precintaron todo, no nos permitieron ni subir arriba y entonces fui aún más consciente del peligro que habíamos corrido», observa. Su mente tampoco olvida a los cientos de voluntarios, jóvenes en su mayoría, que se prestaron a ayudar en lo que hiciera falta. Llegados al pueblo desde diferentes lugares de la geografía nacional, formaron un ejército con la pala como arma para sacar barro. «¡Impresionante! Ese concepto de la solidaridad es lo más grande que he visto en mi vida» , agradece emocionado. Cuando los focos mediáticos se apagaron y de nuevo los vecinos se quedaron solos, emergió el estrés postraumático , que cada cual ha ido gestionando a su manera. Los hay que ahora, al ver llover, examinan con atención el río y los hay que se medican con pastillas para combatir el bajón. Tomás confiesa: «Desde la dana ya no duermo bien y como yo, bastante gente. Y si ha habido tormenta directamente es que no he podido dormir».