No tenés que nacer con contactos: tenés que salir a crearlos
Los emprendedores somos expertos en ponernos excusas. Que no tengo tiempo, que no tengo plata, que no tengo equipo... Y una de las más comunes: "no tengo contactos". La escuché mil veces. Y si, también la usé. Hasta que entendí algo simple pero poderoso: los contactos no se heredan, se crean.
Lo sé por experiencia: nadie que conozco me ayudó a llegar hasta donde estoy. Teniendo la posibilidad de hacerlo, gente con puertas abiertas y líneas directas, no lo hicieron. Y no porque no lo haya pedido. Gente que te dice "te quiero", pero cuyo cariño nunca se traduce en acción.
Pasé por todos los estados: frustración, enojo, decepción... hasta que me di cuenta de algo que me cambió para siempre: no necesitaba a nadie más que a mí.
Conectando en redes sociales, mandando mensajes por privado, insistiendo, preguntando y, sobre todo, mostrándome, construí mi propio camino.
La red se crea en movimiento
La red de contactos que necesitás para alcanzar el éxito no aparece de la nada: se crea mientras te movés. Y el punto clave es que vos también podés convertirte en esa persona que otros quieren tener cerca porque cuando te convertís en alguien que inspira, conecta y da valor, todo el mundo naturalmente quiere acercarse y las oportunidades llegan.
El problema no es no conocer a nadie, sino quedarte esperando que alguien te descubra. Cada vez que salís, que hablás de lo que hacés, que mostrás tu pasión, estás generando conexiones. Y cuando ayudás u ofrecés sin esperar nada a cambio, estás sembrando relaciones.
Un contacto te suma espacio en la agenda, pero una conexión te puede cambiar la historia. Por eso, el networking no es ir a eventos a sonreír y repartir tarjetas. Es construir vínculos genuinos, basados en reciprocidad. En los negocios, el ganar-ganar no es una estrategia: es ley.
Las mejores oportunidades de mi camino surgieron de conversaciones espontáneas con personas que vibraban igual que yo. No hubo estrategia, hubo autenticidad. Y eso, al final, es lo que más fluye, conecta y abre puertas.
La confianza, el verdadero capital
Construir una red no es solo conocer personas, sino nutrir vínculos: celebrar los logros de otros, recomendar, apoyar, compartir una oportunidad o mandar un mensaje sincero. Son pequeños gestos que, sostenidos en el tiempo, construyen relaciones reales y se transforman en un activo poderoso que te sostiene y te impulsa, porque las puertas no se abren solo con dinero: se abren con confianza, y esa confianza se construye con acciones, no con palabras bonitas.
Uno de los errores más comunes que veo en los negocios (y en la vida) es creer que tener una red se trata de pedir. Pedir contactos, pedir ayuda, pedir visibilidad. Pero cuando solo pedís y no das, la energía se corta.
Podés dar una, dos o tres veces sin pretender nada a cambio, pero si la relación siempre va en una sola dirección, deja de fluir. El equilibrio en los vínculos es clave: en el apoyo mutuo y en la energía compartida.
Tener una red no es pedir ayuda: es ser alguien que también ayuda. Cuando dejás de pensar "qué puedo sacar de esta persona" y empezás a pensar "cómo puedo aportar valor", el juego cambia por completo. Ahí se crea el círculo virtuoso de dar, recibir y multiplicar.
El éxito sí depende de a quién conocés, pero eso no es un privilegio reservado a unos pocos. Es una habilidad. Y como toda habilidad, se practica. Salir a conocer personas, compartir lo que hacés y conectar desde tu verdad.
Mostrate, hablá, ofrecé y escuchá, porque la red no se hereda: se construye. Y depende 100 % de vos.