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Decálogo para lectores y no lectores

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He pasado los últimos 15 años dedicado a la lectura profesional, y varios más como lector de a pie: consumidor de novelas innecesariamente largas, acumulador irredento, aristócrata de lámpara de pie y sillón reclinable.

Llega un momento en la vida –un momento ciertamente triste– en que uno se cree en capacidad de dar algún consejo, y aún más: cree, no sin cierto candor, que hay alguien allí para escucharlo. Sin embargo, me declaro fanático de los decálogos; no por su efectividad, que se sabe limitada, sino porque al crearlos asumimos que el mundo –algún mundo– puede ordenarse, que toda la dispersión y el caos puede comprimirse dentro de la lógica de una lista cerrada.

Aquí, 10 apuntes breves y a ras de suelo sobre la lectura:

1. No creo en la preeminencia de la literatura sobre otras artes, y ni siquiera en la del arte sobre otros campos de la experiencia. En principio, leer es un acto como cualquier otro, y en la medida en que podamos despojarlo de su falsa pátina de superioridad será mucho más fácil compartirlo, hacerlo seductor.

2. A los niños no hay que darles libros: hay que escondérselos. Esto lo decía Hernán Casciari; me fusilo descaradamente su consejo. Hay que tomar cualquiera de los volúmenes de cuentos de Poe o de Lovecraft, colocarlo en la parte más oscura e inaccesible de un trinchante, mirar con gesto severo al pequeño y advertirle con énfasis desmedido: “No lo toqués. Es aterrador. Si llegás a leerlo, no vas a poder volver a dormir en toda tu vida”. Y listo: la semilla está plantada.

3. Leer no hace más inteligente a nadie; y, ya que estamos, tampoco da muchos temas de conversación. No nos hace más encantadores. No sirve para ligar (de hecho, quizá todo lo contrario). Más vale salir huyendo si queremos buscarle alguna utilidad práctica más allá del mero placer.

4. No siempre hay que entender lo que leemos. En el terreno de la ficción, la sola idea de que existe para ser entendida o decodificada es un error. ¿Qué podemos entender de estos versos de T.S. Eliot, que a propósito elijo no traducir? “Time present and time past / Are both perhaps present in time future, / And time future contained in time past”. No hay nada que comprender: solo acercar el oído y escuchar esa cadencia perfecta.

5. Las bibliotecas personales son proyectos de lectura, decía alguien. Cuando un visitante entre y les pregunte si han leído “todo eso”, no teman en contestar que no, que quizá algún día, que tal vez nunca. Hay libros que se compran por el color de su portada, por el suave tacto de su papel. (Gente sospechosa como yo los busca por la sorpresiva belleza de su tipografía).

6. Hay que leer en buses y trenes, aunque en realidad bastaría con que viajáramos en buses y trenes.

7. La lectura no consume tiempo: lo crea. Un tiempo diferente: más amplio, más íntimo, menos contaminado.

8. Los cínicos dirán que no, pero la lectura es un genuino acto de rebeldía, de los pocos que quedan en un mundo dominado por la obediencia ciega a los dictados del mercado, a la corrupción política del lenguaje, a los mandatos de la eficiencia y el “éxito”.

9. Si comienza así, no puede terminar mal: “Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada (…)” (Charles Dickens, Historia de dos ciudades).

10. Recomiéndenme uno. Cualquiera. Les haré caso.

alberto.calvo@nacion.com

Alberto Calvo es editor.