El fantasma de los veranos pasados
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Cuando dos personas creen estar de acuerdo, suele ser un simple malentendido. A veces es mejor no pensar. Manuel, sin embargo, pensaba; pensaba en general; pensaba de tantas maneras y con tanta seriedad que a menudo las ideas acababan uniéndose en cenefas asimétricas que, por puro instinto de supervivencia, se enganchaban a las lámparas o al saliente de cualquier mueble y aguantaban allí cuanto podían. Manuel era incapaz de evitarlo y, desde que vivía solo, en realidad no era un problema. Ya casi nada lo era… La mujer de Manuel se llamaba Rosa, y la mujer de Rosa se llamaba Paz, sólo que Paz era una idea, una idea tonta que tuvo Manuel un día casi sin proponérselo y enseguida... Ver Más