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Inundaciones dejan más de 200 muertos en Nigeria

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El pasado jueves tuvo lugar una de las peores inundaciones de la historia de Nigeria. Los equipos de emergencia de la localidad de Mokwa, en el estado de Níger, han seguido sacando cuerpos del agua a lo largo de todo el fin de semana, y la cifra actualizada ya supera los 200 fallecidos y 500 desaparecidos. Más de 3.000 personas han sido desplazadas de sus hogares. Este desastre, considerado el peor en la región en más de 60 años, ha vuelto a mostrar las graves deficiencias en infraestructura y planificación urbana de la localidad.

Las lluvias torrenciales comenzaron en la madrugada del 29 de mayo y se prolongaron durante aproximadamente cinco horas, hasta provocar el desbordamiento del río Níger y la posterior inundación. En los barrios de Tiffin Maza y Anguwan Hausawa, que se consideran las zonas más afectadas, muchas viviendas fueron arrasadas con sus ocupantes todavía dentro. Alrededor de 265 viviendas han quedado completamente destruidas y se calcula que 121 personas se encuentran heridas. Además, se registró el colapso de dos puentes y varios tramos de carretera quedaron inutilizados, hechos que han complicado las labores de rescate y asistencia humanitaria.

El vicepresidente del gobierno local de Mokwa, Musa Kimboku, declaró el domingo por la tarde que las tareas de rescaten cesaron debido a la baja probabilidad de hallar más personas con vida. Y que ahora se encuentran en una nueva fase de la tragedia: la de recuperar los cuerpos para prevenir brotes de enfermedades.

Existen informes que señalan que, además de las intensas lluvias, la posible ruptura de una presa cercana pudo haber contribuido a la magnitud del desastre, aunque esto último aún no ha sido confirmado. Debe conocerse que el estado de Níger alberga varias presas importantes, como las presas de Kainji, Jebba y Shiroro, cuya integridad estructural se considera fundamental para la gestión del agua del río Níger en las poblaciones de la zona. En este caso, la falta de infraestructura adecuada para minimizar el impacto de las inundaciones (como sistemas de drenaje eficientes) y la construcción de viviendas no regulada en zonas propensas a inundaciones, han multiplicado los efectos devastadores del agua. Los expertos aseguran además que la deforestación y la urbanización descontrolada también han reducido la capacidad del suelo para absorber el exceso de agua. Esto aumenta inevitablemente el riesgo de inundaciones repentinas.

La tragedia en Mokwa ha dejado a miles de personas sin hogar, muchas de las cuales carecen de un acceso continuado a alimentos, agua potable o atención médica. La Agencia Nacional de Gestión de Emergencias (NEMA) y la Cruz Roja Nigeriana han iniciado la distribución de ayuda humanitaria, que incluyen paquetes de alimentos y refugio temporal.

Las precipitaciones en Nigeria y África Occidental han seguido un patrón creciente en intensidad y frecuencia en los últimos años, lo que es atribuible en gran parte al cambio climático. Las lluvias que normalmente se distribuían a lo largo de varios meses ocurren ahora en períodos cada vez más cortos. Esto satura la capacidad de absorción del suelo y sobrecarga los sistemas de drenajes, lo que lleva a un incremento en la incidencia de inundaciones repentinas… como la ocurrida en Mokwa.

Pero las inundaciones en Mokwa no son un caso aislado. En septiembre de 2024, por ejemplo, la ciudad de Maiduguri, en el estado nigeriano de Borno, también sufrió una serie de inundaciones que sumergieron dos tercios de la ciudad; al menos 30 personas murieron y casi medio millón resultaron desplazadas de sus hogares. Como colofón al desastre de Maiduguri, más de 200 reclusos escaparon de una prisión local que resultó dañada por las aguas. En este caso, el desastre fue provocado por la sucesión de varias semanas de lluvias intensas y el colapso de la presa de Alau.

A nivel regional, las inundaciones en África Occidental y Central han afectado en el último año a más de 4 millones de personas en Camerún, Chad, Guinea, Malí, Níger, Nigeria, etc. En este tiempo se ha registrado la destrucción de más de 300,000 viviendas, a lo que habría que añadir el aumento en los riesgos de enfermedades que pueden transmitirse por el agua, con el cólera como principal preocupación, pero también se agravan la inseguridad alimentaria y la consecuente malnutrición.