Las monedas digitales de los bancos centrales toman una dimensión geoestratégica
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Las monedas digitales respaldadas por bancos centrales (CBDC) avanzan a distintas velocidades según el bloque geopolítico y el clima de incertidumbre comercial. China ha intensificado el despliegue de su yuan digital con la ambición de plantar cara al dólar como divisa de referencia mundial. Europa, con más cautela, también ha dejado claro que quiere avanzar con el euro digital. Por el contrario, en Estados Unidos, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha enfriado el impulso del llamado dólar digital, mientras gana terreno el interés por alternativas privadas como las 'stablecoins'. Las CBDC han dejado de ser solo una herramienta monetaria para convertirse en un instrumento estratégico. Ese cambio de naturaleza empieza a ser reconocido además desde el ámbito institucional. «Definitivamente, las CBDCs han adquirido una dimensión geoestratégica. Más allá de su función monetaria, hoy representan un eje central en la competencia tecnológica y económica entre bloques regionales», dice Miguel Ángel Domínguez Castellano, presidente de Alastria. En este contexto, países como China están consolidando sus propias infraestructuras digitales para pagos soberanos, comenta. «Mientras tanto, en Europa, se abre un espacio de oportunidad para definir una alternativa democrática, interoperable y alineada con los valores europeos: transparencia, protección de datos, inclusión y libertad financiera», comenta Domínguez Castellano. La dimensión tecnológica se traduce ya en movimientos concretos por parte de los gobiernos, como señala Álvaro Casado, socio de FS Consulting Strategy responsable de digital assets de KPMG en España. «La tecnología avanza muy rápido en todos los ámbitos de nuestra vida y el dinero ahora mismo está sufriendo esa disrupción. Se están diseñando nuevas infraestructuras de pago y los diferentes gobiernos, como es lógico, quieren proteger su posición de dominio y control en materia monetaria», dice. Algunos gobiernos impulsan sus propias monedas digitales, mientras que otros prefieren respaldar 'stablecoins' privadas, siempre que estén reguladas y cuenten con reservas en la divisa correspondiente. Tras el reciente respaldo a dos proyectos de ley en esta línea, Trump parece inclinarse por esta segunda vía, según explica Casado. «En ese mismo contexto, la tensión geopolítica y el auge del proteccionismo han reactivado el debate sobre la soberanía monetaria», comenta Mario Eguiluz, cofundador de Deblock. Frente al dominio del dólar y el avance de las criptomonedas, los gobiernos vuelven a plantearse su independencia financiera, apunta. «Si bien las CBDC no se consideran la única vía posible, todo indica que los bancos centrales seguirán implicándose, señala. En el caso de Estados Unidos, ya se ha descartado por ahora un dólar digital emitido por la Fed y se apuesta por 'stablecoins' respaldadas por su divisa», explica Eguiluz. Aunque los desarrollos técnicos avanzan a ritmos distintos, lo que realmente marca la diferencia entre China, Estados Unidos y Europa es el enfoque político y regulatorio, explica Javier Pastor, director de Formación Institucional de Bit2Me. En su opinión, «el yuan digital se consolida como una herramienta de control estatal en un entorno autoritario». Por el contrario, en EE.UU., «el debate gira en torno a la privacidad y la amenaza a la intermediación bancaria», señala. Europa, por su parte, «intenta proyectar una alternativa más democrática, aunque persisten dudas sobre el alcance real de las garantías ofrecidas, añade el experto. «Las monedas digitales de bancos centrales ya no son vistas solo como mejoras tecnológicas para los sistemas de pago, sino como herramientas de poder en un tablero geoestratégico», comenta Pastor. Si bien ofrecen ventajas como mayor inclusión financiera o soberanía frente a las grandes tecnológicas, «también plantean riesgos serios: mayor vigilancia estatal, erosión de la privacidad y posible fragmentación global», advierte. Si cada país actúa por su cuenta, «el resultado podría ser un sistema financiero más controlado y menos libre para los ciudadanos», concluye el experto. Desde una perspectiva más operativa, las CBDC también presentan ventajas frente a los sistemas actuales. Según Joaquín Robles, analista de mercados en Banco BiG, «podrían reducir los costes de transacción al eliminar intermediarios como las redes de tarjetas. Su trazabilidad, además, permitiría un control más eficaz frente al lavado de dinero y la evasión fiscal, con datos en tiempo real que facilitarían la toma de decisiones por parte de los bancos centrales». Robles añade que estas monedas digitales «podrían mejorar la inclusión financiera en zonas rurales o desbancarizadas al permitir pagos sin necesidad de cuenta bancaria». No obstante, no todo son beneficios. Robles advierte que, desde el punto de vista tecnológico, «aún hay retos importantes por resolver». La falta de anonimato respecto al efectivo plantea un debate complejo sobre privacidad. «La centralización de estas infraestructuras implica también mayores riesgos de ciberseguridad, ya que un ataque podría paralizar todo el sistema. A esto se añade el reto de la escalabilidad: será clave garantizar una velocidad suficiente en el procesamiento de transacciones si se quiere alcanzar un uso masivo sin fricciones», señala el analista de Banco BiG. «Las CBDC no solo redefinirían la relación entre ciudadanos y dinero, sino que permitirían nuevas formas de intervención monetaria, como la posibilidad de programar su uso o establecer fechas de expiración», señala Eguiluz, de Deblock. Estas capacidades despiertan el interés de muchos bancos centrales, pero también generan desconfianza en parte de la ciudadanía y en el sector bancario, que teme una desintermediación masiva. Para Eguiluz, el verdadero riesgo no está en la tecnología, sino en que se imponga un sistema cerrado que ignore el potencial competitivo de las 'stablecoins' en redes descentralizadas. Desde el plano tecnológico, algunos expertos advierten que el diseño actual del euro digital podría quedar obsoleto incluso antes de su implantación si no incorpora capacidades como la programabilidad del dinero o el uso de infraestructuras abiertas basadas en blockchain. A juicio de Domínguez Castellano, presidente de Alastria, «existe el riesgo de desplegar una nueva capa de pagos sin aportar ventajas funcionales reales para los ciudadanos ni mejoras concretas para la economía, debido a una desconexión con los avances tecnológicos ya consolidados». En este contexto, Domínguez Castellano sostiene que Europa «aún está a tiempo de adoptar un enfoque alternativo que combine funcionalidad, respeto a los derechos fundamentales y competitividad tecnológica». Desde Alastria, señala, «se está promoviendo una infraestructura blockchain pública, financiada con fondos europeos, que podría servir como base neutral y confiable para versiones avanzadas de monedas digitales». A su juicio, prescindir de la programabilidad supondría «desaprovechar una de las innovaciones más relevantes del dinero digital». Aplicaciones como los subsidios condicionados, la trazabilidad de fondos públicos o los pagos automatizados demuestran —según explica— el potencial de este enfoque para reforzar tanto la legitimidad democrática como la utilidad operativa de las CBDC. Por último, Casado, de KPMG en España, señala que el marco regulatorio europeo «avanza por dos caminos paralelos: MiCA, centrado en criptoactivos privados, y el euro digital, concebido como dinero público del BCE. Mientras MiCA impone transparencia y control a emisores de 'stablecoins', la futura CBDC busca proteger la soberanía monetaria europea y reducir la dependencia tecnológica». Casado recuerda que ambos instrumentos «responden a lógicas distintas, aunque confluyen en un mismo objetivo: asegurar el control institucional sobre el dinero en la era digital».