¿De qué trata 'No Other Land', ganadora de Mejor documental en los Oscar 2025?
No Other Land, el un documental sobre la demolición sistemática de residencias de palestinos en Cisjordania, se acaba se consagrar como Mejor documental en la edición 2025 de los Premios Oscar."Que paren las injusticias y la violencia en contra de la gente de Palestina", dijeron los realizadores,Yuval Abraham yBasel Adra, al subir al escenario para recoger sus estatuillas.¿De qué trata No Other Land, documental ganador del Oscar?No Other Landes, por su naturaleza, una pieza de defensa. Aquí no se exploran ambas partes. Los cineastas, un colectivo palestino-israelí de cuatro directores, dejan en claro que esperan que al documentar su situación se presione a Estados Unidos para que obligue a Israel a detener la destrucción.El documental se cuenta principalmente desde la perspectiva de Basel Adra, un activista nacido en Masafer Yatta, un conjunto de aldeas en las montañas del sur de la Cisjordania ocupada. Los israelíes han ordenado a los palestinos desalojar el territorio para hacer espacio para un campo de entrenamiento militar.Congratulations to NO OTHER LAND, this year's Best Documentary Feature Film! #Oscars pic.twitter.com/VHY12iych9— The Academy (@TheAcademy) March 3, 2025
Filmada entre 2019 y 2023 —el rodaje terminó antes de que estallara la guerra entre Israel y Hamás—, los bulldozers llegan y nunca se detienen, protegidos por soldados, arrasan con simples hogares de concreto. Los residentes se retiran a cuevas, aunque con conexiones de TV de alta definición. Luego intentan reconstruir, a menudo bajo el amparo de la noche. Entonces, los bulldozers regresan.“Nos destruyen lentamente. Cada semana, un hogar”, dice la narración. “Cada semana una nueva familia debe decidir: resistir o dejar su tierra”.Adra y el coguionista y codirector palestino Hamdan Ballal están acompañados por un periodista israelí, Yuval Abraham, quien llega a Masafer Yatta con la cineasta Rachel Szor. A Abraham le preguntan directamente a su llegada: "¿Qué piensas sobre lo que tu país nos está haciendo?”. Su respuesta: “Creo que es un crimen”.Es una película desgarradora: soldados, con un permiso vago de un tribunal en el que los palestinos no tienen voz, empujan a mujeres mayores y niños, no responden a sus súplicas de detenerse y simplemente alejan a los residentes cuyas familias han vivido en la región desde 1830. Los residentes no pueden votar y sus placas de matrícula los diferencian de los israelíes. Esperan que suficientes “me gusta” en las redes sociales puedan cambiar su situación.Vemos a mujeres rescatando sus alfombras de los escombros y a niños desconcertados mientras su letrina es derribada.“No tenemos otra tierra”, dice un residente, una frase de donde tomaron el título para el documental. En un momento, un parque infantil es demolido. En otro, una escuela. Luego, un pozo se llena de concreto y se cortan las tuberías con una motosierra. A veces, los colonos israelíes cercanos atacan mientras los soldados observan.Los palestinos están desarmados, excepto por las cámaras de sus celulares, que claramente odian los soldados. Cuando marchan, un grupo desorganizado con una pancarta que dice “Las vidas palestinas importan”, se topa con granadas aturdidoras.Imágenes temblorosas de celular de altercados militares se mezclan con metraje de archivo, noticieros de televisión y tomas soñadoras y lánguidas de aldeas polvorientas de noche iluminadas por bombillas desnudas. A veces, las imágenes actuales se funden con las de hace una generación, cuando en películas caseras vemos al padre de Adra protestando por las mismas injusticias, un ciclo interminable. Su primer recuerdo es de la primera detención de su padre.No Other Landes una pieza de resistencia pero también de humanización. Cuando Adra está a punto de ser arrestado, su madre le dice lo que las madres suelen decir: “Ponte un abrigo”, aconseja. Los niños palestinos ríen mientras juegan en la calle, lanzan bolas de nieve en invierno y se balancean alegremente desde columpios improvisados.“Espero que cambiemos esta mala realidad”, dice Adra al final. “Espero”, se suma Abraham.hc
Filmada entre 2019 y 2023 —el rodaje terminó antes de que estallara la guerra entre Israel y Hamás—, los bulldozers llegan y nunca se detienen, protegidos por soldados, arrasan con simples hogares de concreto. Los residentes se retiran a cuevas, aunque con conexiones de TV de alta definición. Luego intentan reconstruir, a menudo bajo el amparo de la noche. Entonces, los bulldozers regresan.“Nos destruyen lentamente. Cada semana, un hogar”, dice la narración. “Cada semana una nueva familia debe decidir: resistir o dejar su tierra”.Adra y el coguionista y codirector palestino Hamdan Ballal están acompañados por un periodista israelí, Yuval Abraham, quien llega a Masafer Yatta con la cineasta Rachel Szor. A Abraham le preguntan directamente a su llegada: "¿Qué piensas sobre lo que tu país nos está haciendo?”. Su respuesta: “Creo que es un crimen”.Es una película desgarradora: soldados, con un permiso vago de un tribunal en el que los palestinos no tienen voz, empujan a mujeres mayores y niños, no responden a sus súplicas de detenerse y simplemente alejan a los residentes cuyas familias han vivido en la región desde 1830. Los residentes no pueden votar y sus placas de matrícula los diferencian de los israelíes. Esperan que suficientes “me gusta” en las redes sociales puedan cambiar su situación.Vemos a mujeres rescatando sus alfombras de los escombros y a niños desconcertados mientras su letrina es derribada.“No tenemos otra tierra”, dice un residente, una frase de donde tomaron el título para el documental. En un momento, un parque infantil es demolido. En otro, una escuela. Luego, un pozo se llena de concreto y se cortan las tuberías con una motosierra. A veces, los colonos israelíes cercanos atacan mientras los soldados observan.Los palestinos están desarmados, excepto por las cámaras de sus celulares, que claramente odian los soldados. Cuando marchan, un grupo desorganizado con una pancarta que dice “Las vidas palestinas importan”, se topa con granadas aturdidoras.Imágenes temblorosas de celular de altercados militares se mezclan con metraje de archivo, noticieros de televisión y tomas soñadoras y lánguidas de aldeas polvorientas de noche iluminadas por bombillas desnudas. A veces, las imágenes actuales se funden con las de hace una generación, cuando en películas caseras vemos al padre de Adra protestando por las mismas injusticias, un ciclo interminable. Su primer recuerdo es de la primera detención de su padre.No Other Landes una pieza de resistencia pero también de humanización. Cuando Adra está a punto de ser arrestado, su madre le dice lo que las madres suelen decir: “Ponte un abrigo”, aconseja. Los niños palestinos ríen mientras juegan en la calle, lanzan bolas de nieve en invierno y se balancean alegremente desde columpios improvisados.“Espero que cambiemos esta mala realidad”, dice Adra al final. “Espero”, se suma Abraham.hc