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Un festival macabro

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Un festival macabro se celebra en las calles de Gaza. Terroristas de Hamás, vestidos con uniformes lujosos, posan en un escenario elaborado con precisión teatral. Detrás de ellos, una grotesca caricatura del primer ministro Netanyahu y la imagen de los tres miembros de la familia Bibas, asesinados por Hamás, sirven como telón de fondo de una burla cruel. Se suponía que hoy sus cuerpos serían entregados, junto con el del periodista y activista por la paz Oded Lifshitz, pero la realidad ha sido otra.

En las calles, cientos de gazatíes celebran con euforia, un espectáculo que contrasta brutalmente con las imágenes de devastación que muchos medios internacionales suelen destacar, siempre prestos a matizar la brutalidad terrorista.

¿Dónde está la indignación de los defensores de los derechos humanos? ¿Dónde el clamor por la justicia? Aquí no hay empatía, no hay duelo, no hay compasión. Y lo que es aún más alarmante: tampoco hay miedo. ¿Será que el mundo ha empezado a aceptar como normal la descomposición moral impuesta por Hamás desde aquel fatídico 7 de octubre de 2023?

Menos de año y medio después, Hamás vuelve a burlarse del mundo. Vuelve a dictar los términos de una negociación que mantiene a todo un pueblo en vilo. Y mientras lo hace, la comunidad internacional sigue atrapada en su letargo, incapaz de reconocer lo evidente: negociar con terroristas solo perpetúa el sufrimiento.

Hoy, pese al anuncio de Hamás sobre la entrega de los cuerpos de los bebés Bibas y su madre Shir, los informes forenses han revelado que uno de los cuerpos entregados no es el de Shir, sino el de una persona no identificada. La farsa continúa. Y el mundo, en su indiferencia cómplice, apenas reacciona ante la monstruosidad de haber secuestrado a un bebé de diez meses para luego asesinarlo junto a su hermano en noviembre pasado.

Estimado lector, por un momento dejemos de lado las posturas políticas. Vayamos al terreno de lo moral, al que usted y yo reconocemos como base de los derechos humanos. Ese espacio donde la vida se respeta y donde nadie debería glorificar la muerte ni prometer el cielo a quien asesina en nombre del odio. En ese terreno, independientemente de nuestras preferencias, entendemos que hay límites. Y el terrorismo es el límite que nunca se debe cruzar. Con el terrorismo se enfrenta una verdad: es una amenaza para toda la humanidad. Por eso, con el terrorismo no se negocia.

sandra.piszk@gmail.com

Sandra Piszk es politóloga, exdiputada y exdefensora de los Habitantes.