¿La seducción funciona? El detalle exacto en el que se fijan los expertos en lenguaje no verbal
Para el resto de especies del planeta Tierra, la reproducción constituye un asunto de vida o muerte, y llegar hasta ella implica poder esparcir los genes propios y continuar así con el legado hereditario. Aunque no se puede decir que algunos lo tengan más fácil que los humanos (como las mantis macho, que son devorados mientras todavía están terminando de eyacular), sí que es una cuestión más sencilla.
Los individuos más aptos para la cópula son seleccionados, normalmente por la hembra, en función de sus cualidades físicas. Mientras que algunos animales se enfrentan en combates encarnizados entre rivales, otros optan por métodos de cortejo de lo más ortodoxos. En el reino salvaje, se dan competiciones de canto, baile y otras disciplinas para ver quién gana el derecho a reproducirse.
Esta misma semana hablábamos en LA RAZÓN sobre la 'araña pavo real', cuyos machos de la especie tienen un cuerpo colorido y vibrante que se asemeja enormemente a las plumas de este ave. Para su baile de cortejo, estos arácnidos saltarines realizan movimientos muy medidos y exhiben la belleza de su cuerpo, buscando llamar la atención de las hembras.
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Las personas, sin embargo, hemos desarrollado códigos no explícitos de comportamiento y otras formas más 'civilizadas' y complejas para seleccionar con quien nos reproducimos. La seducción es todo un arte, aunque muy sutil, por lo que una de sus mayores dificultades es desarrollar la intuición necesaria para percibir los pequeños gestos de aprobación o rechazo.
La torpeza va siendo sustituida por la destreza solo a través de la práctica y la socialización, por lo que se necesita recibir alguna que otra 'calabaza', como suele decirse, para mejorar en este aspecto. Aunque se trata un asunto en parte subjetivo, las ciencias del comportamiento sí aportan herramientas para analizar cuándo una persona se está sintiendo o no atraída por otra.
¿La seducción funciona? El detalle exacto en el que se fijan los expertos en lenguaje no verbal
En los últimos días, J. M. Pincho (@cienciascomportamiento), Guardia Civil y experto en comunicación no verbal, ha compartido un vídeo a través de sus redes sociales en el que explica una de las partes del cuerpo más importantes en la seducción. Y es que, como bien dijo Cicerón: "El rostro es el espejo del alma, y los ojos, sus delatores".
Para generar cualquier tipo de mirada, las personas movemos (consciente o inconscientemente) numerosos músculos y pliegues de la piel en nuestra cara. Como el experto en comportamiento humano señalaba, es precisamente en la parte inferior de los ojos donde debemos fijarnos para saber si alguien que tengamos en frente o cerca está siendo seducida.
Justo por debajo de los ojos se encuentran las llamadas "bolsas palpebrales", unas pequeñas hinchazones o prominencias causadas por acumulación de líquidos, grasa o pérdida de elasticidad en la piel. En términos de comunicación no verbal, el papel de estas bolsas en la seducción está relacionado con la expresión facial y el estado emocional del individuo.
Estas bolsas pueden ser una característica natural que algunas personas tienen de manera permanente y otras desarrollan por cansancio, edad o retención de líquidos. Pero en el contexto de la seducción, pueden jugar un papel en la percepción de la mirada y la emoción que se transmite. Cuando alguien está en un estado de relajación o placer, los párpados pueden caer ligeramente, y las bolsas palpebrales se hacen más evidentes.
Este efecto se asocia con la expresión de experimentar un placer intenso, que puede resultar atractivo a nivel inconsciente. En seducción, una mirada con párpados ligeramente entrecerrados y bolsas palpebrales visibles puede sugerir un estado de entrega, cansancio placentero o vulnerabilidad atractiva. Esta parte de los ojos también interviene en otra expresión común durante los juegos de seducción.
Según la ciencia del comportamiento, cuando una persona tiene los ojos semiabiertos, con un brillo especial y las bolsas palpebrales ligeramente marcadas, se suele asociar con el deseo y la atracción. Se cree que es una forma de imitar la mirada que alguien tiene cuando está profundamente relajado o excitado. En combinación con una respiración más pausada y una leve sonrisa, esta mirada puede ser una herramienta poderosa en la seducción.
Además, las bolsas palpebrales pueden dar la impresión de una mirada más profunda, evocando misterio o intensidad emocional. En ciertos rostros, pueden hacer que los ojos se vean más expresivos y dotar a la persona de un aire enigmático o melancólico, algo que muchas veces resulta atractivo. Si se combina con una mirada prolongada, inclinación de la cabeza y una leve sonrisa, el mensaje de atracción se hace más claro.