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Político preso, ¿Cómo es eso?, por Mirko Lauer

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Hubo un tiempo, no tan remoto, en que los escándalos comenzaron a multiplicarse, en que un conocimiento del derecho penal ayudaba mucho en el trabajo de un periodista en la política. De eso han pasado algunos años. Como anda hoy la cosa del delito en la política, sospechado o confirmado, ya son los abogados penales mismos los que informan directamente al público. Ha florecido el periodismo penal.

Casi no hay figura pública, a cualquier nivel, libre de estar acusada por su actuación pública o privada, fundada o no. Como entre nosotros lo judicial es moroso, el predicamento de cada acusado o investigado da vueltas en redondo, consumiendo papel de periódico o electricidad audiovisual. Las cosas no llegan a ninguna parte. Pierden peso, se esfuman.

Lo cual crea un clima de gran impunidad nacional. A los políticos se suman otros gremios. Por ejemplo la orden de los extorsionadores o la de los asesinos por encargo, a veces la misma persona. No sorprende, entonces, que la palabra Bukele haya pasado de apellido a propuesta social desde los muros, como una solución en el castigo drástico.

Sin embargo estamos hablando en un contexto de presidentes de la República encarcelados, o a punto de estarlo, y otros altos funcionarios en problemas con la justicia. No es que a nadie importante le pase nada, sino que la dignidad necesaria para gobernar vive al borde de un permanente peligro de destape. Así, tenemos una república de sospechosos y otra de lenguaraces.

Por ejemplo, la presidenta Dina Boluarte vive investigada, amenazada o criticada, pero en una situación donde nada sucede, y las cosas son postergadas para cuando deje el cargo. No es la única persona en ese tren. Gente menos importante padece de lo mismo, pero luego es olvidada a la vuelta de la esquina, como si su prestigio no fuera tema de debate.

Quienes no sabemos de derecho penal miramos y tenemos que dejar pasar. Un consuelo, algo flaco, es que el gran público tampoco tiene versación en ese tema, y no sabe por qué fulano está preso o zutano está libre, o mengano embarrado por todos los periódicos y canales. A no se espera un resultado final, y llega uno a sospechar que en política ya no existe tal cosa.