Lluís Freixes: "Quienes no llaman hamburguesa a una vegetal son quienes no dicen 'matrimonio homosexual'"
El periodista y economista escribe ‘Sedició a la granja’, un tratado antiespecista pensado para aquellas personas que se declaran animalistas pero siguen comiendo carne
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El periodista Lluís Freixes (Barcelona, 1994) es una especie de enciclopedia animalista. Como el que para cada situación tiene un refrán, él tiene un dato. Ya sea que 9 de cada 10 gallinas en España mueren sin haber visto nunca el sol o que el 93% de la población se declara animalista, pero sólo un 10% sigue dietas no carnívoras.
Freixes, que trabaja en TV3 y colabora con El Caballo de Nietzsche, es un predicador de la causa, que defiende desde el humor, la ironía y la insistencia. Y la evolución natural de ese carácter le ha llevado a escribir ‘Sedició a la granja’ (Ara llibres, 2024), un libro que saca alguna sonrisa, pero también descubre contradicciones a los lectores carnívoros, mientras los lleva a recorrer la realidad de lo que sucede antes, después y durante la llegada de un animal al matadero.
Como él mismo dice, busca convencer pero no adoctrinar y lo hace desde ese hábito que los humanos practican diversas veces al día: comer. De hecho, no busca al lector vegano, sino a aquel que sigue comiendo carne, pero intuye que algo no está bien en la industria ganadera.
Cada vez que publica un artículo animalista, le llueven las críticas. ¿Por qué los veganos dan tanta rabia a tanta gente?
Dan la misma rabia que daba el feminismo hace 30 años porque te ponen en una posición de inferioridad moral. Es muy desagradable que tu vecino te haga ver las contradicciones de matar, algo que está socialmente muy mal visto, para alimentarte, mientras él ha desarrollado herramientas para no tener que hacerlo.
Entonces, ¿los veganos son superiores moralmente?
[Risas] ¿Es superior moralmente un hombre que tiene comportamientos acreditadamente feministas a uno que pega a su mujer? ¿Es superior alguien que apoya a la agricultura de proximidad que uno a quien le da igual Monsanto? ¿Lo es alguien que quiere que las personas migradas se integren en la sociedad que las acoge frente a un racista? Por desgracia yo diría que sí.
Y de ahí nace la rabia, de darse cuenta de la enorme disonancia cognitiva que supone renunciar a todo un sistema de valores sólo para alimentarse de productos de origen animal.
El veganismo va de empatía: nadie se querría cambiar a sí mismo por un cerdo de una macrogranja o por una gallina en una jaula
Es cierto que su libro hace sentir mal a las personas que no somos veganas, pero no genera esa rabia. ¿A quién busca convencer?
El libro está calculado al milímetro para que no sea agresivo. Porque no escribo para el convencido, sino para el que sigue comiendo carne. Hay mucha gente que duda y que sabe que serían más coherentes con ellos mismos si fueran vegetarianos o veganos.
Esa duda es deseable porque es mucho más elogiable subvertir la maldad a través de un esfuerzo considerable que haber nacido siendo empático. Porque, al final, el veganismo va de empatía: nadie se querría cambiar a sí mismo por un cerdo de una macrogranja o por una gallina en una jaula.
¿Es por eso que en Europa, desde hace 20 años, cada vez se consume menos carne?
Hay factores económicos y sociales. Pero creo que está pasando lo mismo que con el tabaco: la gente cada vez es más consciente de los riesgos de un consumo abusivo.
Lamentablemente, el factor de la salud ha jugado un papel mucho más importante que la empatía. Aunque los efectos climáticos de la industria se multiplican. Por no hablar de la cantidad de animales a los que se somete a tortura. Eso no se destaca, aunque ninguno de estos consumidores haya matado a un animal con sus propias manos.
En otras luchas tendríamos clarísimo que estamos del lado del opresor, pero en esta...Ay, ¡qué bueno está el jamón!
¿Qué pasaría si tuviéramos que matar nuestra propia comida?
Que nadie comería carne. Porque en el fondo la gente sabe que hay algo que no está bien en rajarle el cuello a un cerdo de seis meses que no tenía ninguna intención de morir. Que no está bien que el 90% de las gallinas de España no hayan visto nunca el sol porque están encerradas en jaulas y en espacios cerrados.
Hay tantas cosas que sabemos que no están bien, pero priorizamos el sabor de la carne ante la ética. En otras luchas tendríamos clarísimo que estamos del lado del opresor, pero en esta... Ay, ¡qué bueno está el jamón!
Precisamente por lo que comenta de las gallinas, mucha gente tiende a dejar de consumir carne de ganadería intensiva y se decanta por la extensiva. ¿Es viable que la población carnívora se alimente sólo con este tipo de producción?
Mira, un catalán consume, de media, 123 huevos al año. Si sólo tuviéramos producción extensiva, nos tocarían 12 nada más. Así que no, no podríamos alimentarnos. Yo, como persona vegana, firmo. Pero las personas que proponen pasarse a la ganadería extensiva, ¿realmente estarían dispuestos a comer sólo un huevo al mes?
Y, además, ¿cuánto costaría ese huevo?
Claro, ese es otro tema. Pero también hay que tener en cuenta que cuando preguntamos eso, estamos poniendo precio a vidas. Seguramente ese precio esté justificado, porque el problema es que la carne es demasiado barata.
Pero ese precio no estaría tasando la vida de un animal, sino que sería puramente especulativo.
Sí, esa es otra trampa. La ganadería extensiva tiene un evidente sesgo clasista que implica volver a considerar la carne y los productos animales como productos de lujo.
Además, es un espejismo, un brindis al sol que abraza, sobre todo, la izquierda. Decir que redefinir el sistema de producción es suficiente para acabar con el problema es una manera de minimizar conflictos morales. Sobre todo porque el sistema está viciado moralmente desde el principio.
La única propuesta realmente revolucionaria y de izquierdas sería defenestrar absolutamente la ganadería como productor de alimentos
¿Por qué?
Para empezar, las gallinas de la granja más putrefacta de España y las que viven en libertad y de kilómetro cero van al mismo matadero. Un animal que puede vivir entre 10 y 12 años, vive como máximo tres. Desde el punto de vista ético es complicado justificar la muerte de un animal para satisfacer unas necesidades que se pueden satisfacer de manera no violenta.
La única propuesta realmente revolucionaria y de izquierdas sería no tener una relación violenta con los animales y defenestrar absolutamente la ganadería como productor de alimentos. Porque los animales son seres vivos, no deberían ser productos de consumo.
Como alternativa propone la transición proteica...
Antes de entrar en eso, un paréntesis: el veganismo no es una dieta, sino un posicionamiento político. Pondríamos el grito en el cielo si alguien tuviera actitudes machistas, homófobas y racistas entre tres y cinco veces al día. Pero luego desayunamos, comemos, merendamos y cenamos en base a actitudes violentas.
Por tanto, va mucho más allá de lo que comemos: es no ir a un zoológico, no pagar para que nadie mate o explote a ningún animal. Todo forma parte de un mismo sistema de valores que trata a los animales no como cosas, sino como sujetos con un interés legítimo por vivir.
Dicho esto, vayamos a la transición proteica. Esta opción soluciona los dilemas éticos, pero no necesariamente los medioambientales, siendo que gran parte de vegetales no son de kilómetro cero y, además, muchos superalimentos como la soja o la quinoa vienen de macroplantaciones que destrozan ecosistemas en el sur global. ¿Cómo superamos ese dilema?
Piensa que más del 75% de los terrenos de soja son para consumo animal. Si todo el mundo tuviera una dieta de origen vegetal, la superficie de cultivos se reduciría lo suficiente como para poder repoblar, producir de manera responsable y recuperar una relación justa con los animales a los que les hemos robado esas tierras. Así que se debe hacer esta transición que, recordemos, no sólo debe ser justa con los animales, sino también con las personas que trabajan en ella.
En el libro elogia los pucheros de lentejas, pero ¿qué le parecen las hamburguesas vegetales? ¿Sirve una transición proteica que se base en productos ultraprocesados?
Tienen que ser un producto de transición y, como tal, no son una mala opción. Es cierto que cumplen la función de sustituir la carne. El precio de mercado y el aporte proteico de una hamburguesa de lentejas y una hamburguesa de carne son, más o menos, los mismos, pero el impacto ético y climático de la segunda es mucho más bajo.
La cosa cambia cuando los productos ya no vienen de empresas de kilómetro cero como Heura o Calabizo, sino que son de grandes multinacionales como Nestlé, McDonald’s, Burguer King o KFC.
¿Que estas grandes marcas hayan apostado por productos vegetales es, para usted, un éxito o un riesgo?
Existirán mientras exista el capitalismo y me temo que no está previsto que el capitalismo se acabe pasado mañana. Creo que hay ciertos aliados que, escogiéndolos bien, pueden ayudar a mitigar el impacto climático y ético del consumo de carne.
Además, no debemos ser cínicos: hay que ayudar a la gente a hacer las cosas. Si quieres hacer el paso hacia el vegetarianismo o el veganismo y tus amigos quedan en el Burger King y tú no puedes ir, pues es posible que te lo replantees.
¿Usted qué cena cuando queda con sus amigos?
Yo salgo cenado de casa y cualquier cosa que encuentre, bienvenida sea. No le puedo decir a la gente que se quede en casa o diga que no a los planes sociales porque no deberíamos vivir en una psicosis constante ni en burbujas de veganismo. Porque entonces, o bien predicas al convencido, o eres el vegano que cabrea a todo el mundo.
Pero lo que es cierto es que ninguna revolución se ha conseguido apelando a la buena fe del opresor ni quedándose en casa. Y, dicho esto, cada quien debe saber dónde están sus límites y no se debe perseguir a quien no comulgue contigo.
Sólo hacen falta tres palabras, “salchicha de tofu”, para romper la frágil armadura de personas que nunca se escandalizarán por decir “perrito caliente”
Después de un intenso debate, la UE permite usar términos como “hamburguesa” o “salchicha” para productos vegetales. Pero partidos como el PSOE han intentado evitarlo. ¿Por qué hay tanto rechazo a estas opciones?
Hay dos cosas que están muy bien de la carne, que son su textura y sabor. Así que no hay ningún problema en querer imitarlos en los productos vegetales porque lo que no nos gusta a las personas veganas es matar para alimentarnos sin necesidad de hacerlo.
La investigación gastronómica para imitar la carne es deseable. Pero nos encontramos con un problema divertidísimo que es el nombre de la cosa. Parecía que lo teníamos superado, pero volvemos a escuchar a gente que exige que no se le llame hamburguesa a una hamburguesa de lentejas. Son los mismos que piden que no se llame matrimonio al matrimonio homosexual o mujer a una mujer trans.
Sólo hacen falta tres palabras, “salchicha de tofu”, para romper la frágil armadura de personas que nunca se escandalizarán por decir “perrito caliente” o porque en la vía láctea no haya leche. En resumen: ¿De qué tiene miedo la gente? ¿De comer verdura por error? Lo superarán.
Hablando de imitar el sabor y la consistencia, ¿qué le parece la carne sintética?
Es algo que se mueve entre la distopía y la utopía. Creo que es una opción respetable e interesante, siempre y cuando se desarrolle con diversas condiciones. La primera, por supuesto, es que no tenga riesgos para la salud. La segunda es evitar el que las pocas empresas que sintetizan carne tengan el monopolio de la producción de alimentos en el futuro.
Y esto me lleva a la tercera condición: que estas cuatro empresas no empiecen a fabricar a precios de saldo para sustituir la producción de proteínas vegetales de origen como pueden ser las legumbres. Si consentimos eso, perderíamos del todo la soberanía alimentaria y es algo que no podemos permitir.
¿Ha probado la carne sintética?
Yo no, pero he comprado cartones de leche y chocolatinas hechas con ella y los he enviado a amigos y al corresponsal de Catalunya Ràdio en Estados Unidos, que es donde las fabrican, y dicen que, por sabor, son indistinguibles de la leche de vaca, sobre todo si se sirve fría. Eso sí, no es apta para intolerantes a la lactosa, porque contiene proteína de leche, así que la composición química es la misma.
¿Cómo funciona?
Se ha llegado a sintetizar leche sin vaca mediante, con todo lo que implica: un embarazo forzoso, la separación de la cría, la mastitis y el sacrificio prematuro cuando deja de ser fértil. He hablado con mucha gente para comprenderlo y, por lo que tengo entendido, se trata de una fermentación de precisión que consiste, a grandes rasgos, en un tanque, similar al de la cerveza, para simular lo que pasa en la ubre de la vaca y separar la parte primigenia, dónde se crea la proteína de la leche.
Una vez aislada, sólo se tiene que replicar la composición: una parte de grasa, agua, azúcares... Y de ahí ya te sale un cartón de leche.
No apuesto abiertamente por la carne sintética porque está pensada para los yonquis de la carne, gente que no puede evitar salivar cuando ve un cadáver en un plato
También se han sintetizado muslitos de pollo y me preguntaba qué le parece.
Bueno, si en lugar de criar una gallina en el menor tiempo posible y lo más barato posible, cebarla, descuartizarla y tomar sus músculos para cocinarlos, conseguimos sintetizar directamente el muslo, me parece bien.
Me refería a la presentación: a replicar una articulación de un animal aunque no haya cadáver.
Bueno, los humanos hace tiempo que jugamos a ser dioses y no apuesto abiertamente por esta vía. Básicamente porque está pensada para los yonquis de la carne, gente que no puede evitar salivar cuando ve un cadáver en un plato.
Pero sí que es verdad que, desde un punto de vista moral, es cuestionable y es rarísimo. Pero también lo es triturar el culo de un cerdo para hacer albóndigas. Todo lo que no sea comerse una planta es muy bizarro.
Otra opción que se plantea es la de sustituir la proteína de la carne por la de los insectos. ¿Vale lo mismo la vida de un gusano que la de una vaca?
Aquí se ve claro el espejo ante el cual el veganismo pone a la sociedad. ¿Por qué quieres a tu perro, pero te comes a un cerdo y te vistes con la piel de una vaca? La pirámide especista es clara: primero están los humanos, luego -al menos en Occidente- los perros, los gatos, monos y algunos cetáceos como delfines o ballenas.
Después están los animales de granja y grandes mamíferos, peces o pájaros. Y luego, abajo del todo, lo que llamamos plagas. Insectos, ratas, palomas… Son los que nos generan una empatía negativa, pero que se ha demostrado que tienen capacidad de sentir y sufrir.
Siendo así, ¿el futuro son las granjas de insectos?
Es inevitable que proliferen. Desde que China se ha convertido en productora de carne, a muchas granjas europeas no le dan los números y es posible que algunas se reconviertan en granjas de insectos. No para alimentar a humanos, sino para hacer pienso para animales. Hay mucha gente que verá esto de maravilla, porque nosotros no queremos comer grillos, pero os da igual que nuestra comida los coma porque en la naturaleza lo habrían hecho.
¿Entonces no cree que acabe habiendo una industria de insectos para alimentar a humanos?
Lo veo difícil porque hay mucho rechazo. Pero ojo, porque hay una trampa muy bestia. La extrema derecha está obsesionada en vendernos que hay unos actores supranacionales que nos quieren hacer comer grillos, que nos quieren inculcar un cambio social. Consideran que comer carne está en el mismo saco de la batalla cultural que el derecho a consumir azúcar, a conducir un coche o a no cruzarte con una persona trans.