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El CSIC reflota el ‘Titanic’ de la ciencia española para emprender “un viaje al centro del cerebro”

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El Centro de Investigaciones Interdisciplinares (Ci2A) arranca su actividad a partir del lunes en un megaedificio que ha permanecido 20 años vacío tras múltiples cambios de identidad, y mostramos por primera vez sus instalaciones

Dimite el director del Centro Internacional de Neurociencias por discrepancias con el CSIC sobre su proyecto estrella

Cuando se ve desde la distancia, el edificio del nuevo Centro de Investigaciones Interdisciplinares de Alcalá (Ci2A) parece un trasatlántico atracado en el campus universitario. Concebido en 2005 a partir del modelo megalómano del CNIO, los 32.000 metros cuadrados del que entonces iba a ser el Instituto de Medicina Molecular Príncipe de Asturias (IMMPA) quedaron vacíos durante años por la crisis y se convirtieron en un símbolo de la cultura del ladrillazo y de la falta de inversión en I+D. Algunos lo bautizaron entonces como el Titanic de la ciencia española.

Dos décadas después, y tras diversos planes para darle uso —incluida una cesión fallida a la Guardia Civil para investigaciones forenses—, el buque fantasma ha sido abrillantado y reflotado para su presentación en sociedad este lunes por el CSIC y el Ministerio de Ciencia. El nuevo proyecto, aseguran sus responsables, pretende impulsar “un salto cualitativo en la capacidad investigadora del país” y dar servicio al resto de centros gracias a sus equipamientos tecnológicos de última generación. Y se centrará sobre todo en los avances punteros en neurociencia.

Nervios y desembalajes

Unas horas antes de la inauguración oficial, en los interminables pasillos del Ci2A hay movimiento de cajas, equipos sin desembalar y una avanzadilla de técnicos que está poniendo a punto los primeros laboratorios que darán servicio a los científicos. “Es un cambio abismal respecto a lo que teníamos antes”, dice Jaime Pignatelli, responsable de tecnologías ómicas del Instituto Cajal, un centro que lleva años con problemas de espacio y a la espera de esta mudanza. “Las posibilidades son infinitas para nosotros; ahora tenemos la última generación de secuenciadores”, explica. 

Las cifras de este megacomplejo son impactantes. Hasta aquí se trasladará en los próximos meses el Instituto Cajal al completo, con sus animales, experimentos y equipos. Al final del proceso, en sus más de 30 laboratorios se instalarán alrededor de 40 grupos, con unos 200 investigadores que tendrán a su disposición decenas de microscopios de superresolución, equipos de secuenciación genética y servicios de bioinformática, además de uno de los mayores animalarios de España. Para hacerse una idea, y con la escasez que desató la polémica en el CNIO en la memoria, el nuevo centro tendrá hasta seis microscopios confocales, tres de ellos de nanoresolución, y sus laboratorios modulares tienen 150 metros cuadrados.

Un telescopio para ver las sinapsis

“Lo que estamos haciendo aquí es darle las herramientas a los investigadores para que puedan analizar todas las muestras de origen biológico y ver desde un órgano entero hasta las proteínas que están dentro de la célula”, explica Edwin Hernández, responsable de imagen científica y microscopía. La filosofía del nuevo centro, como indica su nombre, es propiciar que la ciencia básica se aborde desde diferentes disciplinas y que los investigadores sumen esfuerzos, también con el uso compartido de las tecnologías. “La fortaleza de esto es que tenemos todo aquí”, asegura Hernández. “Cualquier investigador puede venir y hacer su experimento completo, porque tenemos todas las herramientas”.

Hernández está especialmente orgulloso de los equipos de microscopía STED, que les permiten seguir los movimientos de los neurotransmisores o ver con detalle cómo interaccionan con la célula las placas de beta-amiloides que producen el alzhéimer. “Si Ramón y Cajal estuviera aquí, estaría envidioso”, asegura mientras muestra los sofisticados microscopios con los que pueden ver a través de un cerebro de ratón trasparente o identificar los chispazos químicos de la sinapsis, las constelaciones que forman los recuerdos o los pensamientos. “Esto es como el telescopio James Webb de la microscopía”, afirma. “Estamos viendo un universo en escala microscópica, es un viaje al centro del cerebro”. 

Reabierto con fondos europeos

Además del edificio principal, ya está en marcha la construcción de unas instalaciones adyacentes (las que iban a albergar originalmente el Instituto Cajal) en las que se incorporarán los equipos del Instituto de Química Orgánica General (IQOG-CSIC) y del Instituto de Química Médica (IQM-CSIC). En el plano organizativo, el Ci2A es el paraguas bajo el que se coordinarán los diferentes centros, así como los recursos para los investigadores externos.

Aunque el CSIC no ha facilitado aún cifras de la inversión que ha permitido poner en marcha el centro con fondos de recuperación de la UE y fondos FEDER, el edificio costó en su día unos 40 millones de euros, a los que hay que sumar los gastos de mantenimiento de casi 20 años cerrado. Se espera que el Ministerio de Ciencia dé los datos concretos este lunes.

La fortaleza de esto es que tenemos todo aquí. Cualquier investigador puede venir y hacer su experimento completo, porque tenemos todas las herramientas

Edwin Hernández Responsable de imagen científica y microscopía del Ci2A

La investigación sobre el cerebro quedará enmarcada en el recién creado Centro de Neurociencias Cajal (CNC), que incluirá en su seno al Instituto Cajal y al Centro Internacional de Neurociencias (CINC). El CNC se convertirá en el centro de referencia en materia de investigación cerebral, junto al Instituto de Neurociencias de Alicante (CSIC-UMH). A esta apuesta se sumará próximamente el Centro Nacional de Neurotecnología (Spain Neurotech), dirigido por el investigador Rafael Yuste, al que se destinarán 120 millones de euros en los próximos años, según confirmó la ministra Diana Morant en su última comparecencia ante el Congreso. 

Ausencia de una hoja de ruta

El estreno del nuevo centro Ci2A viene precedido de una polémica, después de que el director del CINC, Juan Lerma, anunciara su dimisión por discrepancias con el proyecto. El neurocientífico encabezó la penúltima iniciativa para reabrir el edificio y convertirlo en “un centro de excelencia en neurociencias” entre 2019 y 2022, cuando era presidenta del CSIC Rosa Menéndez.

Bajo la nueva dirección, el equipo de Eloísa del Pino consideró que el enfoque del proyecto no era el más adecuado y decidió reconducirlo para crear una plataforma de servicios que sigue la filosofía de otros centros del CSIC, como el Centro de Servicios de Computación (CSC) o el Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS). 

Uno de los reproches de Lerma es la “falta de ambición” del Ci2A, que en su opinión es “una carcasa de oro” a la que mudar el Instituto Cajal, con sus viejos problemas. Entre los investigadores de este centro consultados por elDiario.es hay división de opiniones, desde quienes están encantados con el traslado a quienes lo ven con escepticismo. A la espera de conocer el proyecto a fondo y ver “quiénes acaban finalmente habitando ese edificio”, el ex director del Instituto Cajal, Alberto Ferrús, se teme que acabe siendo “un batiburrillo de muchas cosas” y no esté bien definido. 

Somos maestros en hacer planes maravillosos para el futuro que luego se quedan en nada

Albert Ferrús Ex director del Instituto Cajal del CSIC

Ferrús conoce de cerca el tortuoso camino que ha conducido hasta aquí, pues lideró la primera propuesta para convertir el edificio en la sede de un gran centro de neurociencias después de que el IMMPA quedara en vía muerta. Lo que sucedió entonces fue que su promotor, Carlos Martínez Alonso, dejó de ser presidente del CSIC y llegaron otros con nuevas ideas, además de la crisis. En su opinión, ese es quizá el mayor problema de la ciencia española, la falta de una hoja de ruta que mantenga las decisiones en el tiempo y sin bandazos. “Somos maestros en hacer planes maravillosos para el futuro que luego se quedan en nada”, asegura.

La reapertura de este edificio faraónico es un final feliz, aunque tardío, que, en opinión de Ferrús, ejemplifica a la perfección el problema que la investigación española arrastra desde hace más de un siglo: la falta de un plan maestro y una apuesta por la ciencia sin titubeos. Una historia que se podría resumir visualmente con la sucesión de rótulos y pegatinas que ha tenido el centro en su fachada, desde las descomunales letras del IMMPA en sus inicios a las discretas iniciales del CINC hace tres años.

Ahora es el logo del CSIC el que luce en la parte más alta, y será la bandera con la que este inmenso buque navegará en busca de los secretos del cerebro. Y lo hará después de perder dos valiosas décadas varado y sin destino.