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«Dormir más el fin de semana no compensa la falta de sueño diaria en los adolescentes»

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Abc.es 
Javier Bergón, CEO y fundador de la Fundación anda CONMiGO , es padre de un niño que nació con 24 semanas al que ha visto sufrir diariamente en su esfuerzo para superar día tras día los retos que le plantea su parálisis cerebral. Actualmente su organización cuenta con una línea de terapias integrales para adolescentes desde la que alertan de la importancia que tiene a estas edades el sueño adecuado y el descanso. –¿Por qué se empeñan los adolescentes en acostarse tan tarde? –Se debe a una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales. En la pubertad, el ritmo circadiano sufre un retraso natural, lo que hace que se sientan somnolientos más tarde por la noche y tengan dificultad para despertarse temprano. Se suma el uso excesivo de pantallas antes de dormir que inhibe la producción de melatonina, la hormona del sueño. Además, factores como la carga académica, la presión social, la necesidad de autonomía y la falta de límites claros en los horarios de descanso, también contribuyen. –¿Qué importancia tiene el sueño en su descanso? –El sueño es fundamental para su desarrollo físico, emocional y cognitivo. Durante el descanso, el cerebro procesa la información adquirida en el día, favoreciendo la memoria. Además, el sueño regula funciones esenciales como el equilibrio hormonal, el sistema inmunológico y la salud mental. Permite gestionar mejor las emociones, reducir el estrés y mejorar la concentración, lo que impacta directamente en el rendimiento académico y en las relaciones interpersonales. La privación del sueño puede generar fatiga, irritabilidad, dificultades en la toma de decisiones e incluso aumentar el riesgo de trastornos de ansiedad y depresión. A nivel fisiológico, la privación de sueño altera el metabolismo, favoreciendo el aumento de peso y debilitando el sistema inmunológico, haciéndoles más propensos a enfermedades. –¿Y una siesta? ¿Solucionaría estos problemas? –Pueden ser beneficiosa si se toma de manera adecuada, pero no sustituye al sueño nocturno. Una siesta corta (de 20 a 30 minutos) ayuda a mejorar la concentración, el estado de ánimo y la energía en adolescentes que han dormido poco. Sin embargo, si la siesta es demasiado larga o se toma muy tarde por la tarde, puede interferir con el sueño nocturno, agravando los problemas de insomnio y alterando el ritmo circadiano. No todos los adolescentes la duermen de manera habitual. Aquellos con déficit de sueño suelen sentirse más fatigados durante el día y pueden recurrir a la siesta como una forma de recuperar energía. Sin embargo, es preferible mejorar la higiene del sueño y garantizar un descanso nocturno en lugar de depender de siestas frecuentes. –¿Se recupera el sueño perdido entre semana si duermen más horas y se levantan tarde el fin de semana? –No completamente. Aunque dormir más los fines de semana puede aliviar temporalmente la fatiga acumulada, no compensa totalmente los efectos negativos de la privación de sueño durante la semana. El descanso irregular altera el ritmo circadiano, lo que puede generar un 'jet lag social', dificultando la conciliación del sueño los días siguientes y empeorando el rendimiento académico y el estado de ánimo. Además, la recuperación del sueño no es proporcional: no basta con dormir más horas para compensar la falta de descanso profundo y reparador. A largo plazo, este patrón puede afectar a la memoria, la concentración y la regulación emocional. Lo más recomendable es establecer horarios de sueño regulares, incluso los fines de semana, para mantener un equilibrio en la salud física y mental. –¿Por qué no se le concede a este asunto la relevancia que supone en el desarrollo de los jóvenes? –El impacto del sueño en la salud y el desarrollo de los adolescentes sigue siendo un tema subestimado. Aunque cada vez hay más estudios que evidencian su importancia, en muchos entornos educativos, familiares y sociales no se le da la prioridad que merece. Los adolescentes, en su mayoría, no son plenamente conscientes de las consecuencias de la privación del sueño, ya que suelen priorizar actividades como el uso de pantallas, las redes sociales o el estudio nocturno sin medir sus efectos a largo plazo. Es fundamental fomentar la educación sobre la higiene del sueño, tanto en las familias como en los centros educativos, para generar hábitos saludables. Promover horarios regulares, reducir el uso de dispositivos antes de dormir y concienciar sobre la importancia del descanso contribuiría significativamente a su bienestar físico, emocional y académico de los jóvenes.