Patric Gagne, la psicóloga que quiere desmontar la sociopatía: «Soy mentirosa. Ladrona. Emocionalmente superficial»
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Patric Gagne cita a Oscar Wilde cuando repasa su vida: «Todo santo tiene un pasado, y todo pecador tiene un futuro». Gagne es una mujer de 48 años, con un doctorado en psicología clínica que vive en Los Ángeles, está casada y tiene dos hijos. Una vida aparentemente ordinaria si no fuera porque en su libro 'Sociopath: A Memoir' se describe como sociópata, madre y esposa. Gagne en las numerosas entrevistas que le han hecho transmite el aire de una escritora que sabe contar una historia atractiva, mientras mantiene una mirada de fría pulcritud. Reconoce abiertamente ser una sociópata, y relata ser una exitosa terapeuta cuya condición le permite en algunos casos entenderlos mejor. Ha llegado a robar, una gafas de Ringo Starr que aún conserva. Y le ha clavado un lápiz a una compañera de clase o allanado casas. «Soy una mentirosa. Soy una ladrona. Soy emocionalmente superficial. Soy mayoritariamente inmune al remordimiento y la culpa. Soy muy manipuladora. No me importa lo que piensen los demás. No me interesa la moral. No me interesa y punto. Las reglas no influyen en mi toma de decisiones. Soy capaz de casi c ualquier cosa ». Esta es la confesión sin medias tintas que hace Gagne en su libro, con el que pretende desmitificar y humanizar al sociópata. Pero los críticos que han leído su obra se preguntan si estamos ante unas verdaderas memorias o frente a una obra sobre todo de ficción en las que todo encaja. Al fin y al cabo, uno de los rasgos de los sociópatas es que son grandes manipuladores, por tanto el esfuerzo no exime de ser una espada de doble filo, pero con moraleja. Porque lo cierto es que hay una variedad más amplia en el espectro de la sociopatía o del trastorno de la personalidad antisocial, con millones de personas que prefieren coexistir pacíficamente, pero que se sienten alienadas. Y Gagne apunta en 'The New York Times' que «cuando escucha la palabra «sociópata», piensa en una persona indiferente que sólo está interesada en satisfacer sus propios deseos. «Lo que falta es que puedes ser un sociópata y tener una relación sana y recibir educación. Esa es una realidad muy incómoda para algunas personas. La gente quiere creer que todos los sociópatas son monstruos y que todos los monstruos son fáciles de detectar» . De hecho, la Clínica Cleveland afirma que la sociopatía se estima que afecta a entre el 1% y el 4% de la población en EE.UU; eso equivale a aproximadamente a 13,4 millones de estadounidenses. Guillermo Fouce, doctor de psicología, profesor de la Complutense y presidente de la Fundación Psicología Sin Fronteras , matiza a ABC que no hay una visión estanca de la sociopatía , se pueden entrenar las emociones. Que alguien sea un sociópata no significa que lo sea para toda la vida. Hoy hablamos más que de perfiles sociopáticos de entornos sociopáticos. Fouce indica que el punto de inflexión se suele marcar en función de las cosas que hace y las consecuencias. Cuando tortura animales, practica el bullying o asesina a alguien y eso no le genera malestar es cuando empiezan a saltar las alarmas y a indicar que algo no está funcionando. Pero aclara que «en un medio competitivo es favorable precisamente ser un sociópata. En una guerra los sociópatas triunfan. Por tanto, hay contextos que entrenan esa sociopatía. Es decir, no se nace siendo sociópata . De hecho, todos tendríamos algo de sociópata, según qué contextos eso que hacemos se podría ver como bueno o malo, aceptado o no». Gagne indica a 'Los Angeles Times' que «no hay nada intrínsecamente inmoral en tener un acceso limitado a las emociones. No todos los sociópatas son criminales peligrosos. No serán fáciles de detectar. No serán monstruos estereotipados. Podrías estar durmiendo al lado de uno ». De hecho, ella es un ejemplo que fue capaz de mantener a raya lo que podría llamarse el « genio astuto de una mente subconsciente». Es ese momento cuando imagina algo que realmente no debería hacer y piensa: «¿No sería divertido?». Entonces razona consigo misma. «Si te portas mal, tu familia, tu esposo, esa parte de tu vida sufrirá, pero el lado sociópata que se divierte con estas cosas se beneficiará. ¿Cuál quieres elegir? Nueve de cada diez veces, por mucho que me gustaría salirme con la mía con estos actos destructivos ocasionales, elegiré esta vida que he elegido llevar. Hay que hacer sacrificios », relata en su libro. Fouce explica a ABC que el sociópata es algo que se ha asociado más al género masculino, pero únicamente porque « los contextos sociopáticos son más frecuentes en los hombres. El ejército con su competencia atroz y sin ningún tipo de freno, la no educación en emociones. Siempre se ha hablado de que los hombres no deben llorar. Que alguien no llore implica entrenarse en la sociopatía. Significa generar esa dureza emocional que impide ponernos en el lugar del otro», señala Fouce. Y de ahí que sea una de las razones de que destaque el ejemplo de Gagne por ser una mujer sociópata. Gagne creció en California, donde su padre era un ejecutivo de la industria musical. Desde su infancia se dio cuenta de que era diferente. Lo que pasa con los sociópatas, sostiene Gagne en 'The Telegraph', es que si bien pueden sentir un conjunto de emociones básicas (miedo, ira, alegría, sorpresa e incluso amor), no sienten de manera innata la empatía, la culpa o la vergüenza. Sin embargo, tras el incidente en el que apuñaló a una compañera cuenta que su madre esa noche al pie de su cama le clavó la mirada como si dijera «Hay algo raro en ti». Y reconoce que en ese momento su estómago le dio un vuelco, como si le hubieran dado un puñetazo porque se trataba de una de las pocas personas que sí quería. Sin embargo, eso no le impidió sentir una apatía contra la que luchaba con una compulsión que le generaba arrebatos destructivos , como única manera de liberarse. Mientras, fingía tener las emociones que le faltaban . «Era una niña antisocial que intenta sobrevivir en un mundo prosocial», declaraba a 'The Guardian'. Acechaba a gente por la calle. Entraba en las casas que su madre, que era agente inmobiliaria, tenía a la venta. Se sentaba en silencio, sin robar nada, y luego desaparecía en la noche. Y Gagne con esa descarga de adrenalina, dice en su libro: «La gente va a yoga y gasta miles de dólares en clases de meditación para aprender a dejarse llevar... Pero yo puedo hacerlo todos los días. Y gratis». Robaba autos y luego los devolvía con el tanque de gasolina lleno. Un «ajuste kármico», lo consideraba Gagne. Asistía a funerales de desconocidos para atestiguar las emociones extremas de los asistentes. No obstante, se había impuesto unas reglas y la primera era no hacer daño a nadie. Fouce explica que esto es como construir una moral a la carta . De esta forma, Gagne negociaba consigo misma para mantener el control, aunque confiesa en su libro que en cierta ocasión cogió un gato en la calle y lo apretó cada vez más fuerte, sintiéndose «eufórica» antes de dejarlo ir. Fue recién al comenzar a asistir a la universidad de UCLA, cuando un profesor de psicología habló de la «apatía» emocional de las personas sociópatas que rompen las normas para sentir algo cuando se dio cuenta de su diagnóstico. «Esa soy yo» , pensó. Y en sus entrevistas insiste una y otra vez en decir que «sólo porque no me importas no significa que quiera causarte dolor». Y que «necesitas entender por qué eres como eres» . La autora relata que todo lo que nos enseñan sobre el amor es lo que esperaba sentir cuando conoció a su marido, David, pero eso no ocurrió. Y lo mismo pasó cuando nació su hijo , «no me sentí abrumada por la emoción. No recibí la profunda oleada de amor 'perfecto' que me habían prometido. ... No pude conectarme con mis sentimientos; estaba furiosa», afirma en su libro. Más tarde le dijo a su hijo: «Tienes una madre rara. Así que no puedo prometerte que tu infancia vaya a ser completamente normal. ... Pero puedo prometerte que nunca te pondré en peligro». De ahí que sienta fascinación por la gente que le rodea, los neurotípicos. «Sois como patinadores sobre hielo. Todas estas emociones coloridas », explica en 'Los Angeles Times'. «No os tengo envidia. Pero ustedes tienen más piezas en el tablero de ajedrez que yo». Aunque Gagne está agradecida de no tener piezas como la culpa y la vergüenza, que ve en su marido. «Parece», dijo, « una carga muy pesada e innecesaria» . Otro aspecto controvertido es que Gagne revela en sus entrevistas que puede decirles a extraños en una cena que es una sociópata, y eso provoca que ellos se abran más con ella . «Recibo más secretos de extraños después de contarles mi diagnóstico; Porque se sienten seguros. Un hombre llegó a confesarle que tenía constantes pensamientos sobre matar a su esposa y que llegó a contratar a alguien para que la matara. Al final, Gagne reconoce que el «buen» comportamiento es beneficioso para la sociedad, sabe que vivir en una comunidad armoniosa tiene sus ventajas. La cuestión no solo es si realmente debemos creer su historia o solo las partes que contienen una moraleja. Sino que esa moraleja nos habla de una sociedad que se mira al espejo y no siempre le gusta lo que ve.