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El engendro de Lecumberri

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Aguanta el humo. La historia del Wama (Barker Books, 2024), de Alberto Solís, es un libro escalofriante, un descenso al infierno del Palacio Negro de Lecumberri, una de las cárceles más siniestras de México, que tiene como protagonista a Jorge Hernández Castillo, El Wama, quien permaneció en ella de 1961 a 1971, en principio por un asesinato que nunca admitió haber cometido. Sin embargo, una vez dentro fue acumulando delitos que lo mantuvieron preso 54 de sus 74 años; después de Lecumberri fue trasladado al penal de Santa Martha Acatitla y por último a las Islas Marías, donde Solís lo conoció y entrevistó en 2012.El libro es un gran reportaje, por sus páginas pasa la historia de un hombre envilecido por la cárcel y las drogas, de un criminal dispuesto a todo: golpear, matar, traficar o incluso echarse encima culpas ajenas a cambio de unos pesos para comprar marihuana, morfina, heroína, siempre disponibles —como el alcohol, las prostitutas, los aparatos electrónicos, los guardaespaldas, los sirvientes— para quien tenía suficiente dinero en ese mundo donde la corrupción comenzaba en lo más alto de las autoridades carcelarias para abarcar todos los estratos de una sociedad deshumanizada, repleta de rencores, venganzas, extorsiones, de crueldad extrema y vejación constante hasta convertir a muchos de sus miembros en seres tan o aún más depravados que El Wama, cuyo apodo surge de una historieta de los años cuarenta y cincuenta creada por Joaquín Cervantes Bassoco: Wama. El hijo de jungla. “Era una especie de Tarzán mexicano que andaba en la selva, con taparrabo y, acá, muy pechugón”, recordaba Hernández Castillo en su encuentro con Solís. Como de alguna manera se parecían físicamente, en su barrio él heredó el nombre del héroe, sinónimo de sadismo en Lecumberri.Periodista por más de 25 años, colaborador de MILENIO entre 2012 y 2018, Alberto Solís trabajó con los secretarios de Cultura Rafael Tovar y María Cristina García Cepeda y actualmente se desempeña como reportero en el área de Comunicación Social la Secretaría de Cultura, Aguanta el humo es su primer libro, al que solo se le puede objetar una edición un tanto descuidada. Fuera de eso, es un trabajo en el que se mezcla el testimonio del protagonista con una amplia investigación documental, especialmente en el periódico La Prensa y en libros escritos en las crujías —por los presos políticos del 68, por ejemplo— o por reporteros de la fuente policiaca. Es, podría decirse sin exageración, un auténtico paseo por el inframundo guiados por el alma en pena de un personaje que comenzó a delinquir en la adolescencia, que, siguiendo los consejos de un amigo: “Fúmale, jálale y aguanta el humo”, se dio sus primeros toques a los 12 años, que estuvo en el Tribunal para Menores, que era famoso por su violencia, agilidad y destreza en el baile, al que acusaron, con otros cómplices, del asesinato del señor Antonio Chi Fui el 10 de julio de 1961 en su departamento en la Romita, un rincón extremadamente peligroso en la colonia Roma. Fue el único crimen que nunca reconoció, pero por el que ese año llegó a Lecumberri para nunca volver a salir de una prisión.En la historia del Wama aparecen varias víctimas de un sistema intolerante y represivo, como los líderes del movimiento estudiantil del 68, salvajemente intimidados, humillados por el criminal general Andrés Puentes Vargas, quien soltó a los reclusos más salvajes, comandados entre otros por El Wama, para que los apalearan y desvalijaran. En su libro Si te agarran te van a matar, citado por Solís, José Revueltas escribe: “Nos golpearon, nos despojaron de todo lo que llevábamos encima, plumas, relojes, saquearon nuestras celdas sin dejar en ellas ni una sola de nuestras pertenencias: escritorios, máquinas de escribir, libros, camas, colchones, ropa, manuscritos, todo”.El Wama coincidió en Lecumberri con Juan Gabriel, que entonces se hacía llamar Martín Adán; con José Agustín, que ahí escribió El rock de la cárcel; con Goyo Cárdenas, el “Estrangulador de Tacubaya”; con Joel David Kaplan, quien el 18 de agosto de 1971 se escaparía, en 10 segundos, a bordo de un helicóptero, de Santa Martha Acatitla. En Lecumberri conoció a quien sería su esposa y con la cual tendría un hijo. En Lecumberri transcurrió una década de su vida, que es la médula de este libro, primera parte de una trilogía que continuará con la reclusión del Wama en Santa Martha, donde estuvo entre 1971 y 1986 para concluir con su vida en las Islas Marías, donde permaneció del 86 a 2015, incluyendo su estancia en la Casa de Medio Camino, en el Reclusorio Sur.En la contraportada se lee: “Esta primera parte de la historia de El Wama es un testimonio real y sombrío, una denuncia poderosa contra un sistema penitenciario”.AQ