Inundar al enemigo: la estrategia Trump 2.0
“Los demócratas no importan. La verdadera oposición son los medios de comunicación y la manera de acabar con ellos es inundar la zona de mierda”, Steve Bannon, director de Breitbart News, y uno de los grandes ideólogos de MAGA, el movimiento trumpista.
Esta estrategia –inundar la zona– ha sido adoptada, con todas sus consecuencias, por Trump 2.0.
Para Stephen Miller, número dos de la oficina de la Casa Blanca y quien tiene a su cargo la estrategia en política interna, inundar al enemigo consiste en lanzar tantas iniciativas a la vez que impida una defensa ordenada de la oposición: los demócratas, los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil, como American Civil Liberties Union y el llamado Estado profundo, es decir la burocracia de carrera.
Inundar la zona es generar un huracán 5.0 en Washington. Hacer agua por todos lados, de manera que no haya ni cómo ni dónde tapar.
Para poder analizar y dar coherencia narrativa al huracán de fuerza descomunal que ha desatado Trump en sus primeros 10 días en la Casa Blanca, observemos las actividades en tres grandes esferas de actividad gubernamental: la exterior, la interna –en particular la política migratoria– y la que incumbe al Estado profundo.
En el terreno internacional se ha desarrollado, probablemente, la única sorpresa de la puesta en escena de Trump 2.0: un afán expansionista. Llamó la atención en su discurso de toma de posesión, su descubrimiento del presidente McKinley, quien gobernó a finales de siglo XIX (1897-1901), justo cuando se conquistó Filipinas, Puerto Rico, Cuba y Guam. El afán de apropiarse del Canal de Panamá, hace pensar que Trump está regresando a la era dorada del imperio estadounidense –expansión y proteccionismo comercial–.
El sucesor de McKinley, el famoso Teddy Roosevelt (1901-1909) llevó el expansionismo estadounidense al siguiente nivel con su política del “gran garrote”, que definió como “habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos”. Trump, a diferencia de Roosevelt, agrede verbalmente y amenaza con el garrote de los aranceles.
En cuanto a la migración, el ataque favorito de Trump en campaña –nos están invadiendo por la frontera sur– no ha avanzado con la celeridad que se esperaba. Terminaron inmediatamente con el programa CBP One, una aplicación para teléfonos inteligentes que había ordenado los flujos migratorios y dado certeza a los peticionarios de asilo a través de un número confiable de citas.
Su escuadrón de deportación –Kristi Noem, secretaria de Seguridad Interna: Miller, número dos de la Casa Blanca, y Tom Homan, zar de la frontera– ha tenido que reconocer que aún no cuentan con los recursos presupuestales para su “heroica tarea”.
Su estrategia ha consistido en sembrar miedo en la comunidad migrante sin miramiento alguno. Intentan, abiertamente, que nuestros paisanos regresen apanicados y “voluntariamente” a sus países.
El vehículo favorito de los ataques han sido las redes sociales. Por ejemplo, esta semana la flamante secretaria Noem publicó una serie de fotografías liderando una redada, disfrazada como agente de la migra, en su clásico chaleco a prueba de balas.
Para que no quede duda de que se intenta aterrorizar al inmigrante, se anunció esta semana que la base de Guantánamo, Cuba, la prisión más segura e inexpugnable con la que cuenta Estados Unidos, será adaptada para recibir a 30 mil migrantes antes de ser deportados.
Los ataques al Estado profundo se llevaron las palmas de esta segunda semana de gobierno. El primero fue una orden terminante de los recursos de todos los fideicomisos del gobierno federal, afectando la ayuda internacional y centenares de programas de salud y educativos. La medida fue tan drástica y disruptiva que, en menos de 24 horas, la echaron para abajo.
El segundo ataque al Estado profundo causará serios estragos. Todos los burócratas federales (con excepción de los que están en las carteras de seguridad nacional) recibieron esta semana un correo electrónico para ofrecerles un retiro temprano: ‘renuncia ahora en vez de que te corramos. Si lo haces, te pagamos hasta septiembre próximo’.
La estrategia de inundar la zona y de crear el caos está avanzando como si no hubiese oposición. Todo parece marcharle bien a Trump 2.0.
Pronto sobrevendrá, sin embargo, una crisis interna o externa, algo que los ideólogos de Trump no pueden adelantar. Entonces volveremos a cerciorarnos, como en la crisis del covid-19, de que Trump es un populista, no un estadista.