ru24.pro
World News
Январь
2025
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29
30
31

La hija de Gisèle Pelicot destripa el caso en un libro: "Yo fui la segunda presa"

0

En 'Y dejé de llamarte papá', Caroline Darian expone el diario que escribió durante el primer año del caso, en el que revela detalles desconocidos y relata la profunda crisis personal y familiar que siguió al descubrimiento de que su padre había sedado y violado a su madre junto a medio centenar de hombres

Gisèle Pelicot no fue sola al juicio

Ya no le llama papá. Ahora solo es Dominique, el hombre que drogó y violó a su madre durante años, que la 'ofreció' a otros hombres para que la agredieran sexualmente mientras ella permanecía sedada. Dominique, el hombre que puso la salud de Gisèle Pelicot en serio peligro, que la fotografió y grabó y subió el material a Internet, el hombre que violó a otras mujeres a las que sus parejas también sometieron químicamente. Y el hombre al que le encontraron dos fotos de su hija dormida y semidesnuda en circunstancias extrañas.

Caroline Darian (el pseudónimo de Caroline Peyronnet, que utiliza el apellido de su marido) ya no llama papá a quien destrozó su vida y la de su familia. Pero despojarlo de ese apelativo fue un proceso, el que vivió junto a su madre y sus hermanos desde que la policía les informó de lo que Dominique Pelicot había hecho. En Y dejé de llamarte papá (Seix Barral), Darian expone el diario que siguió durante el primer año, unas notas que agrandan, todavía más si cabe, la magnitud del caso, tanto por los detalles poco conocidos que ofrece de lo sucedido como por la profundidad de la crisis personal y familiar que describe.

"En general, estoy bien. El juicio ha sido duro y agotador, el proceso de duelo continúa. En este compromiso militante encuentro cierto consuelo al ayudar a otras víctimas y hacer esta lucha más visible

“En general, estoy bien. El juicio ha sido duro y agotador, el proceso de duelo continúa”, resume Darian sobre cómo se encuentra actualmente, después de atravesar un proceso judicial que todavía no ha terminado (hay al menos 17 recursos contra la sentencia que condenó a su padre y a otros 50 hombres). Su libro es parte de su recuperación, que ha tenido como pilar unir su experiencia personal a una causa que la supera. “En este compromiso militante encuentro cierto consuelo al ayudar a otras víctimas y hacer esta lucha más visible”, asegura. Hace un tiempo fundó la asociación #MendorsPas (NoMeDuermas) para visibilizar la sumisión química, denunciar la falta de ayudas y pedir más políticas y recursos para las víctimas.

La sumisión química no es “simplemente un suceso sino algo mucho más extendido”, un problema de “salud pública”, dice. “Todas mis intervenciones mediáticas me han permitido darme cuenta de que esto tenía una utilidad pública, que se está convirtiendo en un tema para la sociedad como no lo era hace unos pocos años”, prosigue. Lejos de la idea de que la sumisión química sucede solo en ambientes nocturnos y de fiesta, Darian pone sobre la mesa otros escenarios mucho más cotidianos donde también sucede. No queda más remedio que vivir con lo sucedido, admite Darian, y comprometerse públicamente con la lucha contra la violencia sexual le ayuda a seguir con esa vida: “Intento dar sentido a algo que no lo tiene, a algo que supuso un cambio de rumbo terrible en nuestras vidas”.

"Para que las víctimas se sientan menos aisladas y solas se debería sistematizar una atención a la salida de la comisaría, lo cual no existe. Les corresponde a ellas buscar una psicóloga, una abogada, hacer valer su estatus de víctima... Se necesita que las cosas avancen en la atención médica, los profesionales de la salud no están en absoluto formados para detectar casos de sumisión química entre sus pacientes

Aunque el caso de Gisèle Pelicot ha sido un terremoto para la sociedad francesa, las cosas no parecen haber cambiado mucho en cuanto a atención a las víctimas. “Idealmente, para que se sientan menos aisladas y solas se debería sistematizar una atención a las víctimas a la salida de la comisaría, lo cual no existe. Les corresponde a ellas buscar una psicóloga, una abogada, hacer valer su estatus de víctima... Se necesita que las cosas avancen en la atención médica, los profesionales de la salud no están en absoluto formados para detectar casos de sumisión química entre sus pacientes”, explica Caroline Darian. Esa falta de atención, esa desorientación, aparece en su libro cuando tanto ella como su madre salen de la comisaría y deben afrontar solas lo que acaban de descubrir. Terror, llanto, crisis de ansiedad, papeleo, gestiones familiares, laborales, económicas, legales, preparar un juicio, afrontar la exposición mediática. Ningún sitio al que acudir, ninguna ayuda pública.

“Descubrí las barbaridades de las que ha sido capaz”

Es el lunes 2 de noviembre de 2020 cuando todo cambia para Caroline Darian y su familia. Ese día es solo el inicio. “La investigación nos permite descubrir el alcance de los estragos. Rápidamente, me enfrento a la situación tal como es y descubro las barbaridades que ha sido capaz de hacer”, recuerda. Dominique drogaba a Gisèle Pelicot con frecuencia, no solo durante la noche, también durante el día. Los olvidos frecuentes de su madre, sus ausencias mentales, su debilidad... de repente toman sentido. También sus problemas ginecológicos, incluidos sangrados, para los que los médicos no tenían una explicación. Las extrañas explicaciones de su padre ante los malestares de su madre.

"La investigación nos permite descubrir el alcance de los estragos, rápidamente me enfrento a la situación tal como es y descubro las barbaridades que ha sido capaz de hacer. No tiene la capacidad de admitir la verdad en su conjunto, y esto no me afecta solo a mí, el juicio no nos ha permitido saber cuándo empezó todo esto y cuántas personas están involucradas

Las pruebas revelan a un hombre capaz de mostrar y ofrecer a su mujer inconsciente con frases soeces, crueles, y con imágenes en las que la elegía la ropa, la posición, el enfoque. Un método calculado sobre cómo drogarla para conseguir el efecto deseado y toda una serie de indicaciones para que los hombres que acudían a violarla no levantaran sospechas. Dominique, incluso, asesoraba a otros hombres sobre las dosis que administrar a otras mujeres. Participó también en la agresión a otras mujeres e incluso se permitió el lujo de bromear cuando, en una ocasión, una de ellas se despierta y casi le pilla. Las violaciones se producen no solo en su domicilio, también en la casa de su hija y hasta en su residencia vacacional.

Entre todo el material de Gisèle, los investigadores encuentran dos fotos de Caroline Darian dormida, en posición extraña y con una ropa que ella no reconoce. ¿Abusó su padre de ella?, ¿la drogó? La investigación no ha conseguido averiguarlo, aunque Darian lamenta que no la sometieran a pruebas toxicológicas cuando se descubrió el caso, por si entonces sí hubieran podido encontrar restos de algún tipo de sumisión química. Ella está convencida de que fue víctima de su padre y escribe: “La segunda presa fui yo”. Él lo niega.

“No tiene la capacidad de admitir la verdad en su conjunto y esto no me afecta solo a mí; el juicio no nos ha permitido saber cuándo empezó todo esto y cuántas personas están involucradas”, se lamenta. La falta de pruebas impide que puedan iniciar otro juicio sobre su caso. No obstante, la investigación también encontró que Dominique Pelicot tenía material no consentido de sus nueras.

Que la vergüenza cambie de bando

La frase que Gisèle Pelicot ha hecho famosa durante el juicio está presente en el libro de su hija. “Que la vergüenza cambie de bando”, escribe en una de las entradas de su diario durante ese primer año. “Es una frase que me viene cuando empiezo a escribir, muy rápidamente después de descubrir los hechos y descubrimos también la vergüenza: soy la hija de unos de los mayores depredadores sexuales de los últimos años, es algo que vivo desde dentro, la vergüenza de llevar el ADN y el apellido Pelicot”, recuerda. Ser la hija de víctima y del verdugo al mismo tiempo provoca en Caroline una tormenta interna que le cuesta apaciguar. Pero saca una conclusión: “No les corresponde a las víctimas llevar la carga de la vergüenza a sus espaldas”.

"'Que la vergüenza cambie de bando' es una frase que me viene cuando empiezo a escribir, muy rápidamente después de descubrir los hechos y descubrimos también la vergüenza: eres la hija de unos de los mayores depredarores sexuales de los últimos años, es algo que vivo desde dentro, la vergüenza de llevar el ADN del apellido Pelicot. No les corresponde a las víctimas llevar la carga de la vergüenza a sus espaldas

Esa tormenta, más la que está viviendo Gisèle, enturbia la relación entre madre e hija. Hay demasiado dolor, y una y la otra, a menudo, no se entienden, al menos durante esos primeros meses. Caroline Darian se enfurece cuando su madre llega a querer enviar ropa a su padre o cuando se niega a reconocer que quizá su padre también la agredió a ella. Aunque sabe que Gisèle solo está desplegando un mecanismo de defensa porque asumir toda la verdad resulta insoportable, Caroline se siente a veces sola, incomprendida, furiosa y triste a la vez.

No fue hasta marzo de 2024 que Gisèle Pelicot decidió que el juicio sería a puerta abierta, relata su hija, que apostaba desde el principio por dejar abiertas las puertas del tribunal. “Siempre le dije que no podía dejar a todos los acusados a puerta cerrada, porque habría sido un regalo. Así, los acusados y su entorno cuentan lo que quieren a quien quieren”, asegura Caroline Darian. Hacerlo de esta manera era encarnar ese deseo de que la vergüenza cambiara de bando. “Pero es una gran responsabilidad y muestra la violencia con la que se trata a las víctimas en un juicio, esto de tener que demostrar constantemente que son las víctimas. Nuestro sistema judicial tiene que avanzar, no se puede permitir cualquier cosa en un proceso judicial”, dice tajante.

Gisèle está bien, “ha encontrado una especie de serenidad post juicio”, relata su hija, mientras toda la familia sigue con un duelo y una recuperación que necesariamente pasa por no es esconder nada ni por esconderse, pero sí por separarse radicalmente de quien fue su padre. “De Dominique pienso 'qué desperdicio de vida'. Dar rienda suelta a la perversión cuando tenía una familia que le respetaba y amaba... Él ha elegido su camino y no es mi camino”.