Hay una mujer real que vive en una ficción ganadora, 'Querer': ¿Por qué no denunció antes?
La serie de Movistar Plus dirigida por Alauda Ruiz de Azúa arrasa en los Premios Feroz. Su directora y la abogada Elena Vázquez desentrañan la realidad con la que se construyó la ficción: "A nivel colectivo entendemos que la violencia existe, pero en los casos individuales aparece la lupa de la sospecha y las estrategias para desacreditar a la víctima de manera vejatoria"
Miren y Giséle Pelicot: una historia es ficticia y la otra no, pero las dos demuestran que preguntar 'por qué no denunció antes' es un error
Hay preguntas muy fáciles de hacer pero muy difíciles de responder. ¿Por qué no denunció antes? Es una de ellas. No la escuchan quienes sufren un robo en la calle o en su casa, quienes se ven envueltos en un choque de tráfico o fueron víctimas de una estafa. La escuchan las que un día deciden-pueden-quieren poner una denuncia por violencia de género o agresión sexual. La escucha Miren cuando, después de 30 años casada, denuncia a su marido por abuso sexual continuado. La escucha en las conversaciones con su familia o amigos, y la escucha en la sala de un tribunal.
Miren no existe, o sí, pero vive dentro de una ficción: es Querer, la serie de Movistar Plus dirigida por Alauda Ruiz de Azúa que ha sido la gran triunfadora de los Premios Feroz. Su directora conversa con la abogada especializada en violencia de género Elena Vázquez sobre el escenario real que pisan las supervivientes una vez denuncian y que la serie disecciona, y sobre la carga que contiene esa pregunta tan repetida y la complejidad de la respuesta.
Porque es ese interrogante -¿por qué ella no denunció antes?- es el que más le hacían a Alauda Ruiz de Azúa y su equipo cuando contaban la sinopsis de la serie. “Es un proceso, muchas veces han llegado víctimas a mi despacho y les he dicho que íbamos a pedir el acompañamiento de alguna psicóloga porque van a tener que soportar una gran carga, además de la que ya tienen. No es tan simple como ir, denunciar y ya está. Sí se puede hacer pero así está destinado al fracaso, o a que se retire la denuncia”, responde la abogada Elena Vázquez. Cuando vemos por primera vez a Miren en la serie, en la comisaría, acompañada, nos damos cuenta de que, lejos de ser fruto de un impulso, la denuncia que firma es más bien el resultado de un proceso bien complejo.
La directora de Querer cuenta que querían narrar lo que habían comprendido después del trabajo de campo: que el proceso es complejo en muchos sentidos, “no solo el entramado legal, sino todos los momentos emocionales distintos que conlleva, que pueden ser de duda, de cansancio, de rabia”. Un “viaje emocional” que debe hacerse acompañada, por la salud mental de quien lo protagoniza pero también para que la denuncia y el juicio lleguen al mejor puerto posible.
“Hay que hacer una intervención interdisciplinar, una abogada sola no va a poder, una psicóloga sola no va a poder. Hay momentos muy duros y difíciles. Estar en una sala de juicio delante de otras personas expresando lo más íntimo y doloroso de tu vida es muy difícil”, constata Elena Vázquez. Aunque a lo largo de los cuatro capítulos de la serie de Movistar Plus hay muchos momentos en los que se impone el escalofrío, la rabia o la congoja, el episodio que cuenta el juicio de Miren contra su exmarido, Íñigo, es especialmente sobrecogedor. No hay música, solo palabras, eco, silencio, gestos. Una sala de vistas fría con una luz blanca amenazante y muchas miradas.
Dice Alauda Ruiz de Azúa que tenían como objetivo importante mostrar la dureza de un juicio así, “pero también que hay algo de ir a la sala de contarse y defenderse que puede tener un efecto positivo, aunque sin idealizarlo”. Elena Vázquez está de acuerdo: “Denunciar y ganar un juicio no es lo único que te puede reparar, pero sí, contarlo y denunciarlo en el sentido amplio de la palabra, reconocerte como víctima y al otro como agresor, descubrir que no estás loca” puede ser muy valioso.
La sospecha
Hablar en general es más sencillo que sostenerle la mirada a un caso concreto. “A nivel estructural entendemos quiénes son las víctimas, a nivel colectivo entendemos que esa violencia estructural existe, pero en los casos individuales aparece la lupa de la sospecha y las estrategias para desacreditar a la víctima, a veces de manera vejatoria”, cuenta Alauda Ruiz de Azúa que, para preparar la serie, acudió a juicios reales de violencia sexual en los que vio cómo, en algunos casos, “a una persona que ha sufrido un año se le está haciendo otro”. Seguro que todas y todos nos viene a la cabeza un ejemplo reciente.
“Eso es una parte de la violencia institucional, en un juzgado se reproduce la violencia de género estructural. No se cumplen estándares mínimos de protección a la víctima, de no retraumatizar a la víctima”, apunta Elena Vázquez que, subraya que las cosas están cambiando, entre otras cosas, gracias a que muchas más mujeres están denunciando. Y subraya: “No se puede permitir que para ver si está diciendo la verdad la machaques hasta más no poder”.
Porque, además, no hace falta, afirma la abogada. Comprobar si el testimonio de la víctima cumple con los criterios de persistencia y solidez, las pruebas periciales, los informes psicológicos, las educadoras sociales, familiares... Son maneras de ejercer la defensa sin “machacar” a la víctima.
No hacen falta heridas
La cosa se complica cuando la violencia que se denuncia no es física o no ha dejado rastros físicos evidentes. La directora de Querer cuenta que descubrieron que, con frecuencia, la violencia sexual no sucede sola, sino que va acompañada de violencia psicológica, económica...
“Esas son más difíciles”, confirma Elena Vázquez, “porque tenemos esa idea de que es que te pega y hay una lesión física. Cuando hay algo físico, que se ve, es mucho más fácil de demostrar (...) No hace falta que yo tenga una herida para que me hayan hecho daño”, prosigue la experta, que recuerda como algunas mujeres llegan a lamentar no tener alguna lesión visible para que sea más fácil que las crean.
Los episodios que Miren narra durante su declaración en el juicio no están llenos de heridas, sangre o moratones, pero sí de miedo, chantaje, presión, ira, coacción, dolor. “Era de noche, sacó a los críos de la cama y les dijo que su madre les quería abandonar, que su madre no estaba bien, que no les quería, que no estaba bien de la cabeza”, recuerda, por ejemplo. Pero el abogado de su exmarido insiste: “Si la convivencia era tan terrible, ¿por qué no se marchó antes?”.
Quizá si ese abogado hubiera entendido algo... Si hubiera escuchado a alguna experta o si hubiera visto Querer. Quizá todas las Miren, esa mujer real que vive en una ficción, se sientan hoy un poco más comprendidas, reconfortadas, reparadas, porque más gente conoce la respuesta a una pregunta que ninguna debería escuchar.