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Espacio para la alegría, por Eliana Carlin

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El Papa Francisco decidió esta semana disolver permanentemente el Sodalicio de Vida Cristiana (SVC). Esa es sin duda una buena noticia para todas las personas de bien que han seguido con espanto la historia de abusos y corrupción que el SVC ha escrito en estas décadas.
Esta organización ha reconocido abuso sexual contra 19 menores y 10 personas mayores de edad entre los años 1975 y 2002. Como sabemos, sobre estos temas de abuso existe siempre un sub-reporte de denuncias, ya sea por temor o por la creencia de que no llegará la justicia.

Recordemos algunas de las graves denuncias que pesan sobre la disuelta secta. Hubo denunciantes que narraron haber sido obligados a golpear a sus compañeros, y posteriormente fueron sometidos a recibir los golpes. En otras narraciones terroríficas, un joven señaló haber sido obligado por Figari - líder de la secta- a ver revistas pornográficas, y a sentarse sobre un palo.

Una denuncia que no debemos olvidar es la detención del ex sodálite Daniel Murguía Ward en el año 2007 en la habitación de un hostal de Lima, con un niño de 11 años. Cómo si la violencia sexual no fuera suficiente, ademas han sido perpetradores del despojo de tierras contra humildes campesinos en Catacaos. ¿Puede haber algo más ajeno y alejado de la fe Católica?

Con estos antecedentes, hay espacio para la alegría con la noticia de la disolución. Sin embargo, no debemos olvidar que los tentáculos de este grupo han generado estructuras e institucionalidad: ONGs que promueven el odio, medios de comunicación que calumnian y hostigan, negocios como cementerios y demás. Por tanto, en lo formal ya no existirán dentro de la Iglesia Católica, pero corresponde ubicarlos y seguir peleando contra su perversión.

Termino recordando un fragmento de la encíclica Dilexit Nos, referido al amor humano y divino de Jesús: “Para eso te llama con una vocación de servicio: harás el bien como médico, como madre, como docente, como sacerdote. Donde sea, podrás sentir que él te llama y te envía a vivir esa misión en la tierra”. (Francisco, 2024).