Nuevo mundo

Hoy se celebra en Estados Unidos el Día de Martin Luther King, y por esa razón no hay mercados financieros. Es cuando menos paradójico que hoy asuma la Presidencia de ese país un delincuente convicto. El juez Juan Merchan no le aplicó castigo alguno argumentando las protecciones legales e inmunidad que tendrá desde hoy, añadiendo que el ciudadano Trump no hubiese tenido esa gran protección. Es el ejemplo más reciente de cómo el poder permite a ciertas personas vivir por encima de la ley. Y explica por qué las personas buscan tener poder. Claro que esa impunidad dura lo que dura el poder, también la historia abunda en ejemplos, y seguramente veremos más en el futuro. Tal vez cerca.

A pesar de ser un maestro de la estafa, una persona con nula empatía y un profundo narcisismo, Donald Trump es presidente legítimo de Estados Unidos. Claro que lo es porque la investigación acerca de su participación en el ataque al Capitolio, el 6 de enero de 2021, no pudo llegar a su fin, por la misma razón que comentábamos: el poder aligera las culpas. Como una muestra adicional de su carácter, Trump ha promovido una criptomoneda con su nombre que ha obtenido un incremento espectacular durante el fin de semana: un fraude más.

Si a pesar de todo eso Donald Trump ganó las elecciones, se debe a que la ciudadanía de ese país cree que el camino recorrido hasta ahora no le beneficia. Esta creencia inició alrededor de la Gran Recesión de 2009, que fue un golpe muy duro para el sistema financiero estadounidense (y, por tanto, global), pero además convenció a millones de que el gobierno de los “mejores y más brillantes” no actuaba en beneficio del ciudadano común. El siempre presente resentimiento contra la tecnocracia se convirtió en un arma política que pudieron aprovechar diversos líderes populistas en Occidente (recuerde que en buena parte de Asia y África no hay democracias). Ofreciendo más la derrota de los tecnócratas que beneficios para los ciudadanos, fueron llegando al poder este tipo de líderes que rápidamente derrumbaron la escalera democrática que les había permitido encumbrarse. Nuevamente, no es la primera vez que eso ocurre, pero ahora nos tocó verlo de cerca.

Porque sus seguidores lo piden, porque Trump se los ofreció y porque para él nadie tiene importancia, el día de hoy firmará un centenar de decretos (órdenes ejecutivas) que no conozco al momento de escribir esto, pero usted lo hará en el transcurso del día. Aranceles como instrumento de extorsión, expulsión de migrantes, declaratoria de terrorismo para cárteles mexicanos, pero muy posiblemente también modificaciones que pueden llegar a ser de fondo, tanto en lo relativo a la democracia estadounidense como para el equilibrio internacional.

Nos encontramos en un momento muy delicado a nivel global. China ya pierde población, y su capacidad de movilización militar se reducirá significativamente en los próximos cinco años. Si van a hacer algo, esa es la ventana. Rusia, Irán y Corea del Norte son sólo sus apéndices. Europa no sólo enfrenta el crecimiento del populismo, sino que ha entrado en una recesión que será muy difícil de sortear: les falta energía, liderazgo y tecnología. Más a profundidad, el debate público global ha perdido pie, puesto que sus exponentes han quedado atrapados en una discusión anacrónica (izquierda-derecha) e insensible (raza, género, colonia).

Lo viejo no podía continuar. Sesenta años de relativa paz y abundante crecimiento llegaron a su fin con la aparición de redes y teléfonos inteligentes en 2006. La Gran Recesión lo hizo evidente a todos. Por eso el triunfo de Trump en 2016 y su refrendo actual. No hay sorpresa, pero sí hay más incertidumbre.

Serenidad. Serenidad y paciencia, mucha paciencia, nos recomendaría Kalimán. Hay que hacerle caso.