'Eugenio Oneguin', una ópera que no quería ser una ópera
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«Pretenden que ' Oneguin ' no es una obra escénica… ¡A mí me dan grima los efectos teatrales! […] Quiero en el escenario a seres humanos, y no a títeres… No quiero reyes, ni revoluciones, ni dioses, ni marchas. En una palabra, ¡no quiero nada de los atributos habituales de la 'grand ópera'! Necesito un drama íntimo y profundo, basado en situaciones y en conflictos vividos por mí mismo o que he podido observar o que me puedan conmover…» Son palabras de Piotr Ilich Chaikovski que cita Joan Matabosch , director artístico del Teatro Real, que lleva a escena (diez funciones entre el 22 de enero al 18 de febrero) la ópera que escribió el compositor ruso sobre la novela de Alexander Pushkin . La producción está dirigida escénicamente por Christof Loy y musicalmente por Gustavo Gimeno (que a partir de la próxima temporada será el director musical del Real). Iurii Samoilov (Oneguin); Bogdan Volkov (Lenski); Victoria Karkacheva (Olga) y Maxim Kuzmin-Karavaev (El príncipe Gremin/Zaretski) son sus protagonistas. El amor no correspondido de Tatiana hacia Oneguin y la amistad rota de éste con Lenski (al que matará en duelo) son los dos principales raíles por los que discurre esta ópera, estrenada en Moscú en 1879. Christof Loy ha querido seguir, en su puesta en escena, las indicaciones de Chaikovski de considerar 'Eugenio Oneguin' un «drama íntimo». «He querido -dice el director alemán- volver a la esencia, a lo que quería Chaikovski, cuya intención fue escribir una ópera que estuviera muy lejos de lo que se denominaba la 'grand opéra', una obra para los conservatorios y no para los grandes escenarios. Hubo un momento en que se fue en la dirección equivocada y se empezó a interpretar la obra de una manera más grandiosa. He querido volver a la idea inicial, y me ha ayudado mucho leer acerca del trabajo de Stanislavski , que en su Teatro del Arte de Moscú, en los años 20 del siglo pasado, hizo una producción muy célebre que garantizaba esta intimidad». «A medida que fui estudiando y conociendo más la obra -dice Lloyd-, descubrí que en la primera parte Chaikovski está menos interesado en el protagonista y se centra más en lo que podríamos denominar ' sus víctimas ': Tatiana y Lenski. El duelo produce un cambio muy importante en la perspectiva de la obra. Oneguin entra en lo que podríamos denominar el infierno de Dante, y ha de enfrentarse a su mala conciencia. La primera parte se escenifica de una manera realista, casi cinematográfica (siempre con un toque poético y teatral) y la segunda parte se centra más en el mundo interior de Oneguin. Quiero convertirlo en una persona real para que sintamos lo dolorosa que es su caída. Sufre al madurar y darse cuenta de que tiene que pagar las consecuencias de sus actos». Sobre la partitura habla Gustavo Gimeno, que vuelve al Teatro Real después de dirigir, en 2022, ' El ángel de fuego ', de Prokofiev. «Chaikovski escribió 'Eugenio Oneguin' con gran amor. Se me ha quedado grabada una frase que dijo: 'Si el público recibiera una ínfima parte de aquello que he sentido componiendo esta obra, daría mi cometido por cumplido'». Es, continúa, una música «de aparente simplicidad, que me recuerda en ciertos momentos y de cierta manera a Mozart o Schubert , donde las líneas están perfectamente delineadas, de una manera muy clásica y simétrica. Es una obra de gran intimidad, con poco artificio. Sí hay momentos brillantes, pero no son la mayoría. Aquí está también la grandeza de esta música que, con esa economía de gestos y esas líneas clásicas, consigue una profundidad, unas emociones y una belleza extraordinarias». Gimeno alaba el trabajo de Christoph Loy, que para él, confiesa, ha sido una revelación y le ha permitido descubrir aspectos de la partitura. «Los dos primeros compases de la ópera son un buen ejemplo de las intenciones de Chaikovski; en poquísimas notas, solamente con las cuerdas, se tiene la sensación de que describe prácticamente la totalidad de las emociones de la obra; se percibe el deseo, la melancolía, la frustración, la búsqueda... Es una partitura maravillosa».