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¿Una “caviar” salvará Venezuela?, por René Gastelumendi

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De la crisis bolivariana, que tiene al tirano de Maduro como su mayor protagonista, podemos sustraer varias buenas lecciones para nuestro país y aplicarlas al debate político local. Una de ellas es lo que representa la figura de María Corina Machado, quien, a sus 57 años, se ha convertido en el principal enemigo de la dictadura por ser, hoy por hoy, la única líder capaz de aglutinar a toda la oposición. Sí, el presidente electo de Venezuela es el diplomático lánguido y sin gracia Edmundo González Urrutia, pero es esta maestra e ingeniera industrial de profesión el rostro más visible del lado democrático de esta historia que ya tiene 25 años de opresión. No es un matón extremista como Trump o Bolsonaro, lo que tiene el matón Maduro al frente como muchos quisieran, salivando con la ingenua fantasía de la guerra entre matones o con la invasión militar foránea como solución a esta crisis tan compleja. No es coincidencia, por ejemplo, que la extrema derecha local sueñe, tal cual lo ha hecho Maduro, con pelearse con la OEA y retirarse de su competencia.

Es decir, reitero, no es un autoritarismo de extrema derecha, ese que todo lo distinto lo ve rojo y caviar, aquello que viene resultando ser el mejor antídoto contra el veneno chavista nacido en sus antípodas de la extrema izquierda.

No en vano, el famoso lugar común, a partir del cual se puede seguir construyendo esta reflexión, dice, pues, que los polos opuestos se unen. En este caso, se unen, se hermanan en el totalitarismo y el desprecio por los derechos humanos, las posturas diferentes y las instituciones. Por eso es por lo que, por ejemplo —típica contradicción—, a muchos fujimoristas les cuesta llamar dictador a Fujimori o Pinochet, y a muchos izquierdistas les cuesta llamar dictadura a Maduro o a Castro. Y viceversa, por supuesto.

Como escribí en una columna pasada, los radicalismos trazan una línea, dividen el mundo entre amigos y enemigos, entre buenos y malos. No obstante, la línea que ha trazado María Corina Machado es de otra naturaleza porque se da sobre la base de principios y no sobre la base de absolutismos polarizadores. No es consigna, es razón.

En un lado está la democracia y, al otro, la dictadura de manual. La línea que traza Machado es entre el respeto a los derechos humanos y su vulneración permanente, entre la lucha contra la corrupción y la corrupción, entre el estatismo corrupto y la privatización responsable, entre el socialismo represor y el capitalismo consciente, el libre mercado eficiente, pero con subsidios a la educación y la salud, tal cual se desprende de sus declaraciones públicas.

Su partido se llama Vente Venezuela y doctrinariamente se autodefine como de centroderecha. Una liberal clásica, digamos, tomando como referencia a Adam Smith. Para la izquierda más rancia, como la de Maduro o la de Cerrón, Machado es una agente del imperialismo yanqui, indeseable representante de la aristocracia empresarial que se resiste a la revolución. En la otra orilla,, María Corina Machado sería considerada un caviar despreciable, ya que su liberalismo también abarca el aspecto social, que es lo que más saca roncha a los autodenominados “libertarios” que se arrogan la representación monopólica del concepto de libertad y aquello que, en su esquema, lo convierte a uno o una en “caviar”.

Es sabida, conocida y pública su postura a favor del aborto en los casos de violación, su postura a favor del matrimonio igualitario y a favor de conversar sobre la posibilidad de legalizar ciertas drogas, entre otros temas. En términos “libertarios” y conservadores, Machado es una miserable progre a la que hay que combatir.

Sin embargo, María Corina sigue allí, en el lugar que dejaron Leopoldo López o Capriles, que terminaron huyendo luego de las fracasadas insurrecciones de 2014, 2017 y 2019. Machado sigue en Venezuela, a pesar de que el oficialismo ha intensificado su persecución deteniendo a figuras de su partido y amenazando con más detenciones e incluso haberla secuestrado por algunas horas un día antes de que el tirano volviera a juramentar.

No pudo postular a las presidenciales porque la dictadura la inhabilitó para ejercer cargo público por 15 años. La exlegisladora no había sido vista en público desde hacía cinco meses. Machado permanecía en la clandestinidad desde agosto de 2024, cuando la fiscalía chavista le abrió una investigación en su contra por supuesta instigación a la insurrección y traición a la patria, a raíz de las protestas poselectorales del año pasado.

No olvidemos: los absolutismos solo sirven hasta que nos toca padecerlos.