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Miguel Ángel Rodríguez y la huella del crimen

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'Política para supervivientes' es una carta semanal de Iñigo Sáenz de Ugarte exclusiva para socios y socias de elDiario.es con historias sobre política nacional. Si tú también lo quieres leer y recibir cada domingo en tu buzón, hazte socio, hazte socia de elDiario.es

El chiste se hacía solo. Los titulares previos a la declaración de Miguel Ángel Rodríguez en el Tribunal Supremo destacaban que lo hacía con la obligación de decir la verdad. Ja, ja, ja. Como todos los testigos a diferencia de los imputados a los que se no puede perseguir legalmente si intentan escaquearse. En el caso de Rodríguez, era casi una experiencia nueva. Pues bien, MAR, como se le conoce, no pasó del todo esa prueba. Hay que admitir que era complicado. 

El jefe de gabinete de Isabel Díaz Ayuso declaró el miércoles ante el juez del Supremo que investiga al fiscal general. Nueve meses después de los hechos, finalmente confirmó que fue él quien envió a los medios de comunicación un email del fiscal que investigaba al novio de Ayuso. No es que no se supiera, pero se había abstenido de reconocerlo en público para intentar negar que promovió un bulo, con la inestimable colaboración de El Mundo y otros medios, con el fin de vender una supuesta conspiración política contra la presidenta de Madrid. En ese email difundido, como declaró en el Supremo unos días atrás el fiscal Julián Salto, según contó El País, este daba por recibido un mensaje anterior del defensor del novio de Ayuso –que incluía la oferta de negociar un trato en el que reconocía al menos dos delitos fiscales de su cliente– y “por cortesía” se mostraba abierto a iniciar la negociación. 

Ese no era el único email que se intercambiaron fiscal y abogado defensor. Y ahí es donde MAR, como testigo, no alcanzó los niveles de excelencia que exigen los jueces. Había un email anterior donde el abogado de Alberto González Amador hacía esa oferta de admisión de dos delitos. En su declaración, Rodríguez afirmó que desconocía su existencia. Declaró que Amador no le avisó de que había más correos. Tanto descaro en esta respuesta sólo se podría premiar invitándole a beber media botella de whisky. Con algo de picar. Alegó desconocimiento, que es la forma inteligente de no contar toda la verdad ante un juez. Sabe que ni el novio ni la presidenta ni el abogado le van a desmentir.

En un tuit, había denunciado que “órdenes de arriba” impidieron al fiscal negociar con el letrado de González Amador. Es decir, del Gobierno. Eso era una falsedad que apareció en los titulares propiciados por la filtración de Rodríguez. No podía reiterarla ante un juez –por esa cosa tan molesta de tener que decir la verdad para que no te metan un puro–, así que le dijo que se lo inventó. Trucos de la política. En un intento de embellecer el testimonio, afirmó que era una deducción basada en sus años de experiencia. También podía haber dicho: es lo que habría hecho yo si hubiera estado en el Gobierno. 

Ante el juez, Rodríguez mintió de forma casi innecesaria al decir que nadie de eldiario.es se puso en contacto con él para invitarle a dar una respuesta a la primera información sobre Amador. El magistrado ya cuenta con las pruebas documentales que confirman que esa parte de su testimonio es falso. Veremos qué hace al respecto. 

Los principales acontecimientos de toda esta trama tan propia de la política madrileña se produjeron el 12 y el 13 de marzo de 2024. Fue entonces cuando Ayuso decidió convertir el presunto fraude fiscal de su pareja en una confrontación al más alto nivel. Era coherente con todo lo que le ha funcionado en su carrera política. Lanzar una ofensiva brutal contra sus adversarios, no hacer prisioneros y al mismo tiempo presentarse como víctima con un halo de santidad. 

El fiscal envió el email el 12 de marzo al abogado. La noche anterior, elDiario.es había informado por primera vez de que el novio de Ayuso estaba siendo investigado. Ya no había forma de guardar el secreto con la esperanza de que se resolviera antes de que apareciera en los medios. Tocaba reaccionar y poner en marcha la máquina de triturar. El primer ataque en público lo lanzó la presidenta de Madrid en persona en una rueda de prensa en Leganés. Y fue como un huracán: Amador no debía dinero a Hacienda, sino que era al revés. Era una operación de “los poderes del Estado” contra él por ser su pareja. Se trataba de una “inspección salvaje”. 

En paralelo, MAR ya se estaba moviendo ese día y había llamado a Esteban Urreiztieta, de El Mundo. Al juez le dijo que se limitó a ponerle en contacto con González Amador. Esto último no hay que descartarlo, pero Rodríguez no ha llegado a donde ha llegado dejando que sean otros los que se ocupen del trabajo sucio. 

Este miércoles, publicó un tuit para dar a entender que él fue el último en difundir información en la noche del 13. Antes lo hicieron este diario, El Mundo y La Sexta, dijo. En realidad, llevó la iniciativa desde el primer minuto. Horas antes, ya estaba difundiendo su versión entre varios medios. La decisión del fiscal general de responder con un comunicado a esta operación de desinformación fue un regalo inesperado que Rodríguez también se ocupó de rentabilizar. Siempre tiene balas de reserva. 

Toda la defensa de Amador formaba parte de la misma operación lanzada en menos de 48 horas. Había una pata jurídica y otra política. La segunda tenía prioridad. Tras recibir el email del fiscal en la mañana del 12, el equipo de Díaz Ayuso ya sabía que había llegado el momento de actuar.

Tratándose de Rodríguez, hay que entender que no iba a dejar que las noticias sobre su declaración en el Supremo condicionaran la versión del entorno de Ayuso. A pesar de que en general había evitado las entrevistas desde que fue nombrado para ser el principal asesor de la presidenta, inició un desfile por varios medios (COPE, Antena 3 y Cuatro) para volver al mensaje que había construido el 12 y el 13 de marzo. Con una novedad. Él defiende a Ayuso y por tanto a su novio. Por eso, no tiene inconveniente en presentar al abogado de Amador como un incompetente. El letrado recibirá una cuantiosa minuta y su reputación profesional no está entre las cosas que hay que proteger. 

“Alberto González Amador nunca se ha declarado culpable de nada”, dijo en la COPE. Así, sin intentar que pareciera un chiste. Como si estuviera diciendo la verdad. En el email que Rodríguez ocultó a los medios el día 13, el abogado había escrito la frase definitiva: “Ciertamente se han cometido dos delitos contra la Hacienda Pública”. Lógico desde su punto de vista si pretendía negociar con el fiscal. No negocias nada si no aceptas que se haya cometido un delito. Vas a juicio para defender la inocencia de tu cliente y punto. 

“Es el abogado el que negocia. En esa negociación hablarán de lo que hablen”, continuó. Hace falta valor para sugerir que el letrado tomó una decisión tan importante como esa contra los intereses de su cliente y sin obtener antes su visto bueno. Eso sería motivo suficiente como para despedirlo en ese mismo instante. Cosa que, como sabemos, no ha ocurrido. 

La entrevista en el programa 'Espejo Público' ofreció momentos desopilantes. “Alberto González Amador es un hombre honorable, un directivo de empresa de mucho prestigio desde hace años”, dijo. Un poco más y exige que se le conceda el Premio Príncipe de Asturias de las Humanidades. Al hacerse conocido, el Gobierno madrileño hizo saber que era un “técnico sanitario”, con independencia de lo que signifique eso, aunque sus antecedentes eran los de un asesor de riesgos laborales. En realidad, es un comisionista que se hizo rico a partir de sus contactos con el Grupo Quirón, la corporación favorecida por Ayuso en la sanidad de Madrid. El salto definitivo lo dio con un pelotazo en una compra de mascarillas cuyos ingresos millonarios son los que intentó ocultar a Hacienda.

Ya totalmente metido en el papel que ha jugado toda su vida, Rodríguez fue más lejos y negó todas las evidencias conocidas: “Ni ha hecho fraude, ni se está aprovechando de su empresa. En su Hacienda personal, y le han investigado no sé cuántos años, nada de nada de nada. Impoluto”. Y volvió a insistir en el bulo de las “órdenes de arriba”. El fiscal Salto lo había negado en el Supremo de forma terminante: “A mí nadie me ha dicho que puedo llegar a un acuerdo o que no puedo llegar a un acuerdo. A mí nadie me ha dicho nada ni me ha presionado absolutamente”.

Horas después en Cuatro, Rodríguez mintió como sólo él sabe hacerlo. “No hay empresas pantalla”. Falso. “No hay facturas falsas”. Falso. Lo contó elDiario.es en la primera información de este caso. El informe de la Agencia Tributaria estableció que hubo una “intencionalidad querida y buscada por Maxwell Cremona SL (propiedad de Amador) de solicitar y utilizar las dos facturas que claramente son falsas o falseadas con la finalidad concreta de conseguir la pretendida reducción fiscal en los ejercicios en que incrementa de forma significativa los beneficios”. 

En total, 15 facturas falsas con las que el novio de Ayuso se desgravó 1,7 millones de euros por gastos inexistentes. La Agencia Tributaria le cazó y dictaminó que tenía una deuda con la Hacienda pública por valor de 360.951 euros. A partir de ese momento, estaba obligada a comunicarlo a la Fiscalía, porque la cantidad defraudada superaba el mínimo para que se pueda hablar de delito fiscal.

La influencia de la declaración de Rodríguez en el caso contra el fiscal general es discutible. A fin de cuentas, lo que se investiga es la actuación de Álvaro García Ortiz desde el momento en que el jefe de gabinete de Ayuso montó su operación. Lo que sí permite comprobar es que el número de personas que tenían acceso al email del fiscal del caso es muy alto. No es sólo que muchos fiscales lo conocieran. Además, hay que sumarles un alto número de periodistas a los que Rodríguez mantuvo informados para que favorecieran al novio de Ayuso. El magistrado del Supremo necesita indicios muy claros de que el responsable de la filtración fue García Ortiz para poder enviarlo a juicio. 

Es cierto que todas las mentiras que Ayuso y su entorno han prodigado en este caso no son las que están siendo investigadas en el Supremo. Sencillamente, revelan cuál es la forma de hacer política que ha permitido a Ayuso y su consigliere ganar varias elecciones en Madrid. Otro asunto diferente es la forma de ganar dinero que ha permitido a González Amador comprarse un piso de un millón de euros y un Maserati que disfruta Ayuso en calidad de consorte. Con facturas falsas, es más fácil acumular un patrimonio. Hasta que te pillan. 

En un fragmento de una entrevista de abril de 2024 que ha circulado estos días, Rodríguez expone su código de conducta. “En la vida personal y profesional, siempre trato a los demás como me tratan a mí. Si quieren guerra, hay guerra”. Pero, por favor, parece una frase lacrimógena de una TV movie de los sábados en Antena 3. Se ha pasado media vida amenazando a políticos, periodistas de a pie y directivos de medios. Él vive en estado de guerra cada minuto del día. Siempre dispara a matar. Y luego quiere un magistrado del Tribunal Supremo que cuente la verdad. Pero venga ya. ¿Con quién se cree que está hablando?

Drones monárquicos

Una de las noticias más divertidas de estos días, o escandalosas según se mire, tuvo lugar en Abu Dabi. Primero, el titular de El Español: “Casa Real pide discreción a Juan Carlos en su 87º cumpleaños: ha invitado a Marta Gayá y Los del Río a una fiesta flamenca”. Fiestorro con las hijas y otros invitados que llegan de España, una antigua amiga entrañable que no le ha abandonado, no como la pérfida Corinna, y una actuación musical. Bueno, es una fiesta privada en su mansión de 2.000 metros cuadrados. Qué le vas a hacer. Es su cumpleaños. El hijo ya había empezado a sudar. Y lo que le quedaba.

Llega la fiesta ¡y toma discreción! Por todo lo alto. Centenares de drones formaron sobre el cielo nocturno distintas imágenes, como la cara de joven de Juan Carlos y otra más actual, una paloma y las palabras “feliz cumpleaños”. Esto sólo podría haberse superado con un mensaje formado por los drones con el mensaje: “Mira, Felipe, discreción como la que tengo aquí colgada”.