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Elvis ha muerto

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Ha sido necesario el secuestro y detención ilegal de María Corina Machado para que el Ministerio de Asuntos Exteriores español se haya decidido por fin a emitir un tibio comunicado manifestándose contra las decisiones del régimen de Nicolás Maduro. Cabe preguntarse por qué esa indulgencia para con un Gobierno que todo el orbe reconoce como una narcodictadura de delincuentes.

Hay un tipo de izquierda que afirma proteger a los desamparados para intentar justificar que retiene injustamente el poder contra la gente. El primer deber de cualquier izquierda que se pretenda verídica es denunciar ese tipo de casos en la medida que desacreditan mortalmente el origen central de su propia causa.

A mí me gustaría pensar que la izquierda que nos gobierna actualmente no pertenece a esa clase de charlatanes que aseguran no poder soltar el poder contra su voluntad por estar obligados a defender a los más desfavorecidos. En el caso de Maduro no se duda universalmente, ya de que se trata de un peligroso pamplinas de esa clase. En el caso de la izquierda española, nos gustaría pensar que no es así, pero la verdad es que cada día nos dan menos facilidades para hacerlo.

Empezamos a necesitar una estadística de cuántas de las iniciativas legislativas de nuestro actual Gobierno de coalición izquierdista no han sido draconianas, contraproducentes, infantiles, inadecuadas, superfluas o diseñadas torpemente para hacernos la vida más miserable a todos los españoles, a excepción de unas 15 personas en TVE y un par de familiares del presidente. La última ocurrencia del Gobierno ha sido promover más de cien actos para conmemorar la muerte de Franco. Yo comprendo que eso a los fans les sucede mucho. Llegan a imaginar que sus ídolos son eternos y les cuesta mucho aceptar que desaparecieron hace décadas.

Pedro Sánchez se empeña en intentar convencernos de que Franco sigue vivo. Como algunos aficionados que conozco, quienes se empeñan en afirmar que Elvis no ha muerto. Intentar resucitarlo, haciéndole el boca a boca con fastos pagados de nuestro dinero público, es una práctica que raya casi con la desviación sexual de la necrofilia. Cabe preguntarse, además, cuán fácil y fingido es posar de justiciero enzarzándose con un dictador que desapareció hace medio siglo, mientras se escurre el bulto ahora mismo para enfrentarse a un dictador omnipresente, real, que tenemos ante nuestras narices usurpando el legítimo poder democrático de la gente en Venezuela.

El Gobierno necesitaba urgentemente una cortina de humo institucional para desviar la atención de todos los casos judiciales que lo acosan y lo único que ha encontrado en la agenda cercana ha sido el 20N de 1975. Pero sí realmente lo que quería es celebrar la recuperación de la libertad y la democracia que supuso la Transición, tenía que haber esperado hasta el verano de 1977, cuando se legalizaron los partidos, se celebraron las primeras elecciones democráticas, murió Elvis y llegó el punk a España. Yo estaba allí y Pedro Sánchez era un mocoso, así que más vale que se calle.

Si no podía esperar dos años para celebrar efemérides –principalmente porque dentro de ese tiempo nadie sabe si seguirá ahí–podía haber elegido otras fechas significativas que también teníamos estupendamente a mano. Como el 28 de junio de 2024, en la que el pueblo venezolano le dio a todo el ámbito latino una formidable lección de democracia y libertad, plantándole una estupenda, pacífica y popular bofetada en la cara al dictador chavista con sus simples votos. ¿Por qué irse a hace medio siglo, cuando tenemos ahí la posibilidad de defender una fenomenal lección de libertad democrática?

Frente a esas exigencias morales de la actualidad urgente, Sánchez prefiere irse a resucitar a Franco hace medio siglo, porque, en sus fantasías infantiles, le gustaría liquidarlo él, ya que sus antepasados fueron incapaces de encontrar el camino para hacerlo. Pero pelear contra fantasmas es hacer el ridículo braceando en el aire y lanzando estocadas imaginarias. Concentrémonos en la lucha contra los dictadores vivos. Todos contra la narcodictadura. Hasta Elvis le pidió al presidente una credencial de antinarcóticos. Y eso que, muy a mi pesar, he de admitir que Elvis ya murió (y Franco también, Pedro. Asúmelo).