Jóvenes empoderadas lideran la 'Revolución de las Varitas Luminosas' desafiando al presidente derrocado de Corea del Sur
En lo alto de una colina en Seúl se erige un edificio cercado por alambres de púa concertina y bloqueado por vehículos medio apilados, la residencia del depuesto presidente surcoreano Yoon Suk Yeol, quien enfrenta una orden de detención. Este complejo, que se asemeja a una fortaleza, fue el escenario de un reciente intento fallido de arresto por parte de un equipo de investigadores, que fue finalmente obstruido por el Servicio de Seguridad Presidencial. En este contexto de extrema tensión política, un grupo de mujeres se ha movilizado con decisión para exigir la caída de Yoon, liderando las protestas que llevaron a los legisladores a votar a favor de su destitución el pasado 14 de diciembre. Armadas con varitas luminosas y canciones de K-pop, estas treintañeras han transformado las calles en un tsunami de colores, y se han convertido en un símbolo de solidaridad cívica defendiendo su democracia en un momento en que el país enfrenta graves desafíos de autoritarismo y, según ellas, misoginia.
El ex fiscal, sin antecedentes en la arena política, ha sido objeto de críticas debido a su estilo combativo de gobierno, los errores en su gestión interna, su desdén por los derechos de las minorías y las graves acusaciones de corrupción que involucran a la primera dama. Su enfoque hacia las mujeres ha suscitado preocupaciones incluso antes de su ascenso al poder.
Las libertades de género han experimentado un retroceso significativo bajo el gobierno conservador de Yoon, en un país donde la condición de los derechos de la mujer es considerada por analistas como de las más lamentables entre las naciones industrializadas. Desde su elección en 2022, el controvertido presidente ha manifestado su intención de abolir el Ministerio de Igualdad de Género y Familia, argumentando que su existencia perpetuaba una discriminación inversa contra los hombres, a quienes retrata como víctimas potenciales de acusaciones de conducta delictiva. Estas afirmaciones han encontrado eco en una franja de varones de entre 18 y 29 años, su principal base de apoyo, que se ven a sí mismos como perjudicados por el avance de la igualdad y responsabilizan a las mujeres de la alarmante tasa de natalidad en declive del país.
A pesar de su incapacidad para desmantelar dicho ministerio debido a la resistencia legislativa, la institución ha visto cómo su influencia se desmoronaba bajo esta administración. La vacante del cargo de titular durante casi un año es considerada como un indicativo del desprecio gubernamental hacia las políticas de igualdad. Las ciudadanas que invaden estos días a las vías públicas en masa consideran que este abandono deliberado subraya un retroceso en la protección de sus derechos, en un país que, en medio de su modernización, aún lidia con vestigios de patriarcado y una creciente polarización social.
Durante tres décadas, la brecha salarial entre hombres y mujeres en Corea del Sur ha ocupado uno de los primeros puestos entre los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos. Además, ha figurado sistemáticamente como el peor lugar con una economía avanzada para una mujer en activo. Pero Yoon rechazó la existencia de un sexismo estructural, culpó al feminismo de las bajas tasas de natalidad del país y prometió castigar más duramente a aquellas que presentasen denuncias falsas de agresión sexual. Estas proclamas se hicieron eco de los gritos de guerra de la «hombreesfera» coreana, una constelación de foros de Internet populares entre los varones más jóvenes y en los que la misoginia está generalizada.
Históricamente, las féminas han desempeñado un papel crucial en la vanguardia de la resistencia y el activismo en Corea del Sur. Desde la organización sindical liderada por ellas en la década de 1970, durante la opresiva dictadura de Park Chung-hee, hasta las masivas protestas de 2016 contra su hija, la expresidenta Park Geun-hye, han sido protagonistas en la lucha por la justicia social y la democracia.
Las vigilias a la luz de las velas, una forma emblemática de protesta pacífica, tienen sus raíces en la memoria de dos alumnas de secundaria que perdieron la vida tras ser atropelladas por un vehículo militar estadounidense en 2002. Este acto de conmemoración se transformó en un símbolo de resistencia durante las revueltas contra la importación de carne de vacuno estadounidense en 2008, un movimiento en gran medida impulsado por adolescentes y jóvenes que exigían justicia y transparencia. Las concentraciones con velas resurgieron con fuerza en 2016, cuando miles de ciudadanos se unieron para exigir la destitución de Park Geun-hye, lo que culminó en un movimiento sin precedentes que reflejó la profunda frustración de esta sociedad frente a la corrupción y la falta de rendición de cuentas. Este legado de activismo femenino no solo destaca la determinación de estas activistas para luchar por sus derechos y por una sociedad más justa, también subraya el papel que desempeñan en la configuración del incierto futuro político del país.
Por otra parte, las surcoreanas son sistemáticamente marginadas en la escena política, al tiempo que soportan el peso de los problemas socioeconómicos del país. Desde la crisis financiera de 1997, el incremento de la desigualdad en el mercado laboral ha afectado desproporcionadamente a las trabajadoras, que se concentran en empleos irregulares y, por ende, son más propensas a quedar excluidas de los beneficios y garantías laborales. Según datos recientes, el salario medio de las profesionales en este país es un 31% inferior al de sus homólogos masculinos. Además, son las principales víctimas de la violencia de género y delitos sexuales en Internet, como la pornografía en la que estafadores utilizan tecnología de imagen ultrafalsa (‘deepfake’).
Con todo, Yoon declaró la ley marcial, cuyo objetivo, según manifestó, era frenar a las 'fuerzas antiestatales favorables a Corea del Norte', una terminología empleada por los dictadores militares desde la década de 1960 hasta la de 1980 para reprimir la disidencia política. Esta orden, la primera impuesta en la nación en más de cuatro décadas, prohibió todas las actividades políticas, incluidas las protestas callejeras, y permitió que los militares asumieran el control de los medios de comunicación.
No obstante, los legisladores de la oposición se enfrentaron a soldados armados, escalaron muros y lograron entrar en el edificio de la Asamblea Nacional en plena noche para rechazar, mediante votación, dicha imposición. Miles de ciudadanos, muchos de los cuales aún recuerdan la brutalidad del régimen militar, se congregaron en el Parlamento e impidieron que las tropas accedieran al recinto. Seis horas después de su anuncio, levantó el estado de sitio. Sin embargo, las protestas que exigen su destitución continúan, con un potente impulso del brillo rebelde de estas jóvenes activistas.