ru24.pro
World News
Январь
2025
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31

Las personas cuya presencia se vuelve insoportable a medida que envejecen suelen mostrar estos comportamientos

0

Es probable que la psicología sea la ciencia más incomprensible para todos nosotros porque, de uno u otro modo, la sufrimos a diario. Está presente en nuestros corazones, en las conversaciones con nuestros allegados y, en general, en todo lo que nos rodea. Y es que a veces resulta algo casi inexplicable para todos nosotros, ¿por qué sentimos? ¿por qué creemos? ¿por qué lloramos? Es algo que nos preguntamos constantemente aunque, a veces, no queremos ni saber la respuesta. Aunque, claro, eso también es parte de la psicología.

Por tanto, tal vez la solución provenga de aceptar lo verdadero aunque esto sea inconexo con la realidad. Otro asunto que afecta de manera frontal a los psicológico es la vejez, de la que no se puede escapar. Esta crea universos paralelos en nuestra mente de los que no podemos escapar, porque, todavía nadie puede oponerse al pasar de los año. Es inevitable. Por lo que, una vez más, toca agachar la cabeza y decir que sí con una sonrisa de oreja a oreja. En el caso de la mente, la memoria y la felicidad solo queda una opción, la empatía.

De esta manera, lo más óptimo para entender por qué nos volvemos más intolerables cuanto más mayores somos es la compasión con el prójimo. Las heridas en algunas ocasiones curan pero en otras se convierten en un cúmulo de cortes imposibles de sanar, de cicatrizar. Por eso si notamos estos campos de comportamientos repentinos en otras personas hemos de saber como tratarlos y como lidiar con ellos. Así que sin más dilación vayamos a analizando los hábitos que generan en su rutina este tipo de personas.

Los cinco hábitos que hacen las personas intolerables en sus relaciones

Tal vez uno no posee estas cinco costumbres en su día a día pero siempre se van indicios de alguna de ellas cuando la vejez acecha nuestro ser:

  • Resistencia al cambio: esto no es ninguna sorpresa, de hecho, probablemente no haga falta ni ser mayores para sentir ese rechazo a lo desconocido. Pero es evidente que el paso de las experiencias hace mella en la mochila de cada uno, propinando una mayor dificultad para enfrentarse a nuevas aventuras. Y es de esta manera cuando, con la edad, los cambios mínimos suelen costar más.
  • Dominar las conversaciones: se tiende mucho a imponer nuestro discurso, no tanto en el contenido, que a veces suele pasar, sino en la actitud. En las personas intolerables las personas, con motivo del desinterés que sienten, suelen hacer monólogos interminables de sus vivencias, sus historias y sus opiniones.
  • Falta de empatía: precisamente la cualidad que nombraba anteriormente emerge ahora en esta lista. Si ya de por si es difícil mostrarse compasivos, con una personas que presente esta cualidad lo es todavía más. Sin embargo, hay que ser fuertes y fieles a nuestros principios y al menos hacer el intento por ponerse en el lugar del de al lado.
  • Ignorar los límites personales: en conversaciones serias, que requieren niveles altos de comprensión, precisamente debido al punto anterior, los intolerables tienden a sobrepasar esas barreras no escritas. Por tanto, cuando intentan ayudar parece que el tedio les posee, y proceden a emitir ciertos comentarios fuera de tono que empeoran la situación.
  • Amabilidad autoritaria: siguiendo este sistema de caracola, la consecución de estas emociones puede mostrar un carácter invasor y arisco, aún teniendo buenas intenciones.

Otros hábitos a destacar...

Además de este listado, otras cualidades como la inflexibilidad y la imposibilidad de cambiar de opinión son frecuentes. De igual manera sucede con la vista pesimista frente a la vida y el contagio de esta con sus cercanos. Otro hábito que se intensifica con los años es la falta de una autoconciencia frente al error. Esto se refiere a la inconsciencia de no darse cuenta de cuando se sobrepasan los límites, ya mencionado, o de manera personal para no aceptar lo que se ha hecho mal.