Isabel Rojas junto a una neurona exploradora enseña a los niños a comprenderse: "Hay que escuchar lo que las emociones nos tienen que decir"
Dejó el periodismo para ejercer la psicología. Especialista en terapia de las emociones, tiene ya en la calle el libro «Necesito un abrazo» (Planeta) donde junto a «Neurita» la neurona exploradora ayuda a los más pequeños a entender las emociones, en este caso, la tristeza. Este es el primero de cuatro cuentos al que se une también el de "Me baila el corazón" con toque navideño y este año que viene se unirá el de rabia y más adelante, el miedo. «No hay que evitar las emociones, hay que escuchar lo que nos tienen que decir».
¿Cómo surge Neurita, la neurona exploradora?
Surge porque hace unos años, mi hija mayor, que ahora tiene 5 años, cuando tenía 2 se frustraba mucho. Entonces, yo le intentaba explicar las emociones y me decía: «Mamá, no estoy siendo feliz en ese momento de frustración». Le empecé a contar que en nuestro cerebro teníamos una neurona que se llamaba Neurita con la que uno puede hablar y que con ella puede aprender a gestionar las emociones y, aplicándolo en consuela, me decían que por qué no hacía un libro con la historia de Neurita.
¿Es un libro para niños o también para mayores?
Es lo bueno del libro. Es un libro formato niños, porque es un cuento, pero es una forma de coger todo lo de mi padre -Enrique Rojas- y de Marian (su hermana) y te lo doy a los padres y madres, que tienen 15 minutos por las noches para contar un cuento, para que sepan las nociones básicas. Tiene truco, porque la historia es para niños, pero el aprendizaje también puede ayudar muchísimo a los padres qué son las emociones, dónde somatizas, cuál es tu conducta... Eso ayuda también mucho a los padres a analizarse esos mismos. También, al final, el libro tiene unas páginas en las que he intentado explicar de forma fácil lo difícil: el cortisol, la oxitocina... para niños y también «guía para familias» para con cinco ejercicios para practicar con los niños.
¿Sabemos educar en emociones? ¿En qué fallamos?
La educación emocional es un tema que ha empezado a emerger, gracias al Covid en los últimos años un poco, yo creo, pero ha hecho que nos demos cuenta que no tenemos ni idea de gestionar las emociones. En casa sí que lo hemos vivido, con abuelo psiquiatra, padre psiquiatra... Pero en general es la gran asignatura pendiente y me gustaría que este libro fuese también en ese camino es para educadores. Que la inteligencia emocional entre también en los colegios. Ha entrado un poquito por el bullying, pero esa es la punta del iceberg. Si realmente fuésemos a la base: a este niño está sufriendo, en casa no me siento comprendido, este niño no me cae bien... Creo que no habría esa respuesta de bullying que tenemos a día de hoy. En todos los colegios a los que voy a dar charlas les animo que pongan una hora de inteligencia emocional y todos los temas sociales: ese saber traducir el «me ha mirado mal» y entender que lo mismo es porque está mal, porque quizá le pasa algo, a mí no me tiene que afectar, a ver cómo puedo ayudarle para que esté un poco mejor.
¿Los niños no saben lo que sienten o es peor que los mayores no sepan identificarlo o cómo ayudarles?
Siempre es peor que un adulto no sea consciente de lo que está sintiendo el niño y de lo que está sintiendo él mismo. Para poder educar en emociones, tenemos que tener una base de educación emocional. Me he encontrado muchas veces a muchos padres que son niños pequeños en inteligencia emocional. Creo que este libro puede ayudar mucho en este sentido. Creo que los padres tienen que aprender inteligencia emocional para poder extrapolarlo. Cada vez veo más cómo los niños, por esa sensibilidad que tienen, cambian un poquito a los padres. Pero la realidad es que los hijos aprenden por el ejemplo. Puedes repetirle muchas veces una cosa, pero si no lo ve en ti, no lo harán.
Yo abogo mucho por el no a las pantallas, no al móvil, y a veces me veo contestando a Whatsapp delante de ellos, aunque ahí intento decirles que la Neurita de los niños no está suficientemente madura. Los padres educamos con el ejemplo y en las emociones, igual. Si tengo un padre que nunca jamás llora, o que si cada vez que le pasa algo malo pega un bufido, o pita al de delante cuando va en el coche, el niño aprenderá que si está mal tiene que pegar un bufido.
¿Cómo se da cuenta un padre de que no tiene esa educación emocional?
Es muy difícil, lo veo en consulta cuando algunos me dicen que saben mucho de eso y se ve que no tienen ni idea. Lo ideal es que alguien de confianza nos lo diga. Cuando uno, por ejemplo, está saturado, porque la vida nos come, hay que decir: ¡cuidado!, qué estoy generando en mí mismo de las cosas que me pasan: si estás con ataque de ansiedad, con nervios, apático... Ahí hay que plantearse qué está pasando. Por lo general es : o hago demasiadas cosas o no sé gestionar las emociones. Y otro punto es el de preguntar al otro si con la ayuda o las palabras le hemos podido ayudar.
¿Qué importancia tienen las emociones en los traumas infantiles que luego arrastramos de mayores?
Las grandes heridas de los seres humanos se generan entre los 0-14 años. Esas heridas, si no se saben sanar, las vamos a arrastrar el resto de nuestra vida. Las grandes grandes heridas son el sentimiento de abandono, no sentirme querido, abuso sexual, violencia... Si no se saben cerrar, de adulto sufrirá mucho. Con este estos libros yo quiero ir a la raíz y al futuro de la sociedad que realmente son los niños.
¿Cuál es el siguiente?
Alegría, es un cuento sobre la Navidad. Luego rabia, sobre las rabietas de los niños y, por último, el miedo. Muchos de los miedos de los padres se extrapolan a los hijos desde pequeños.