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La pareja de ganaderos que lleva el rebaño a las redes: "Uno desconecta de la producción por lo fácil que es alimentarse hoy en día"

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Gemma Arnillas, exadministrativa de Barcelona, y Jordi Terés, campesino de un pequeño pueblo llamado Algerri, unieron sus caminos para apostar por la ganadería extensiva y compartir su experiencia en las plataformas digitales

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“¡Salud y pasturas!” Con esta frase, Jordi Terés se despide de sus seguidores en los vídeos que comparte, siempre acompañado por unas invitadas muy especiales: sus ovejas. En X, donde su usuario es @jordialgerri, cuenta con 3.809 seguidores. Su esposa, Gemma Arnillas, es la encargada de dar vida al contenido en Instagram, donde cada día saluda con un “Bon dia!” y una canción en catalán que acompaña sus imágenes. De domingo a miércoles muestra momentos del rebaño, mientras que de jueves a sábado la vida en la tienda que regentan, la última que resiste en Algerri, un pequeño pueblo de 434 habitantes situado en la provincia de Lleida. En Instagram, su cuenta, @pla_ovi, tiene 2.127 seguidores.

Hace exactamente diez años que la vida de Arnillas y Terés dio un giro radical. La pareja se conoció mucho antes, cuando la barcelonesa decidió hace una década ir de fiesta a Balaguer, un pueblo de Lleida. Ahí conoció a Terés. Dejó atrás su trabajo como administrativa en una multinacional y optó por convertirse en una joven ganadera. Su esposo, nacido en Algerri y criado como campesino conectado al campo, en ningún momento pensó que acabarían dedicándose a la ganadería. “Nunca imaginé que acabaría teniendo un rebaño de ovejas”, confiesa. 

Al principio, sus ovejas estaban en un establo, pero pronto se dieron cuenta de que la ganadería extensiva era la clave para poder sobrevivir: los animales podían alimentarse directamente en el campo, lo que reducía significativamente los costos de comprar y transportar alimento. Un buen día, abrieron las puertas del establo y tomaron la decisión de llevarlas a pasturar.

Visibilizar el sector primario

La familia, los amigos y conocidos de Barcelona de la ganadera no terminaban de entender su nueva vida, por lo que durante la pandemia decidieron empezar a documentar su día a día en redes. “Las plataformas son un escaparate. La gente nos contactaba para comprar, y gracias a ellas pudimos vender nuestros productos por internet y salir adelante”, explica Arnillas.

Poco después, abrieron la tienda Pla Ovi para vender directamente sus productos y lanzaron una página web para ampliar su clientela. Pronto se dieron cuenta de que crear contenido no solo les permitía llegar a más personas, sino que también visibilizaba su trabajo. “Las redes sociales ayudan a romper la desconexión que existe entre el campo y la ciudad”, afirma Terés.

“Es mostrar algo que no está al alcance de todos”, subraya su mujer. “Estamos intentando que la gente se dé cuenta de los problemas a los que se enfrenta el sector primario, lo que podemos aportar con el rebaño y que entiendan el papel que desempeñamos dentro del ecosistema”, añade. “También sirven para desmentir las fake news y poder dialogar con las personas que nos dicen que destruimos los campos y somos asesinos”, concluye.

Arnillas reflexiona acerca del contenido que comparte. Muchas veces se pregunta cómo puede explicar eso sin que ofender a colectivos veganos, animalistas y ambientalistas. También menciona que aprende mucho en las redes comentando e interactuando con la gente, y considera que siempre hay puntos en común y zonas grises donde se puede dialogar.

Influir sin ser influencer 

Ambos no se consideran influencers, pero son conscientes de que a través de su contenido pueden influir en otras personas y sectores para que tomen conciencia. “Es posible que alguien que no conozca este mundo se interese por los alimentos que consumen, la  proximidad de ellos o por la vida en los pequeños pueblos, donde, si no fuera por la producción de carne que realizamos, no llenaríamos el almacén para subsistir”, explica Terés.

“Cuando una persona se interesa un poco por lo que haces, ya es una victoria, porque sabe que esas costillas no provienen de una estantería de supermercado”, añade la ganadera. “Uno se desconecta de lo que es la producción alimentaria porque es muy fácil hoy en día alimentarse: vas a un supermercado y con una tarjeta de crédito compras toda la comida que quieras sin ninguna dificultad. Nosotros mostramos lo que cuesta hacer todo esto”, asegura el agricultor. 

Romantizar el campo

Terés explica que la vida en el campo tiende a romantizarse en las redes. “Muchos, al ver los videos de las ovejas pastando, piensan que es una vida fácil, pero trabajar en la agricultura es muy duro y estresante. Este es el primer año, después de diez, que he podido disfrutar de unas pequeñas vacaciones”, señala. “Además, tenemos dos hijos, por lo que la conciliación laboral se convierte en un desafío constante”, admite Arnillas.

La pareja considera que crear contenido es también una forma de preservar y dar visibilidad al patrimonio rural y cultural de Lleida. “Es importante que haya gente en internet que hable lleidatà, (la variante del catalán que se habla en este territorio), y comparta momentos únicos, como esos días en los que la niebla no nos deja ver quién está delante”, comenta Terés. Con una sonrisa, añade: “Algunos agricultores me llaman ‘el campesino del Serengeti’; supongo que es porque ilustro muy bien nuestro paisaje y lo que nos rodea”. 

Una forma de estar conectados

A través de las redes también han logrado establecer sinergias con otros agricultores. “Aunque algunos practiquen ganadería intensiva y otros extensiva buscamos resaltar las virtudes de la actividad ganadera y apoyarnos mutuamente”, señala Terés. Según ambos, un claro ejemplo de unidad entre agricultores y ganaderos se dio durante las protestas del pasado febrero, cuando productores de toda España salieron a la calle para exigir soluciones que garantizaran el futuro del sector. “Durante la revuelta, las plataformas digitales fueron esenciales para organizarnos y difundir nuestras reivindicaciones”, explica Arnillas.

En el término de Algerri, en las tierras bajas del pueblo y cerca del río Noguera Ribagorçana, las ovejas pastaban en calma, ajenas al mundo. La ganadera y el campesino, entre palabras sobre el incierto porvenir de la agricultura y las dificultades que asedian al sector, contemplaban el fruto de su esfuerzo. Allí, en medio del paisaje que les define, se preparaban para grabar un nuevo video, compartiendo con sus seguidores no solo su día a día, sino también la esencia de lo que han construido.