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¿El fin del dominio de Google?: cómo su desintegración podría transformar el sector tecnológico

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Los negocios de las grandes compañías tecnológicas son como fortalezas, rodeadas por fosos y elevadas murallas. Sus plataformas son las piedras angulares de la vida digital que sostienen a miles de millones de usuarios. Al mismo tiempo, esos ecosistemas de negocios, con sus redes de socios y aliados que circulan por esa órbita, los vuelven difíciles de destronar. Desde la pandemia las ganancias y el crecimiento de las Big Tech arrastraron al alza a todo el mercado de valores norteamericano.

Todo lo cual hace que el intento del Departamento de Justicia (DoJ) estadounidense de fisurar el negocio núcleo de Google sea un momento fundacional en la industria tecnológica. Semanas atrás las fuerzas antimonopólicas completaron la victoria trascendental contra Google que habían obtenido en agosto en los tribunales al proponer una transformación de amplio rango de la empresa.

Hasta ahora sólo se conoce un boceto general del tipo de sanciones que el Gobierno estudia solicitar a la Justicia, como método para lidiar con la conducta anticompetitiva de Google. La propuesta en firme debía conocerse a fines de noviembre.

Pero al ser el disparo inicial en la batalla por la empresa de búsquedas que el año pasado facturó u$s 175.000 millones, apunta a una transformación potencialmente histórica en el mundo de la tecnología, con una variedad amplia de ganadores y perdedores.

Por caso, el desenlace podría redirigir los miles de millones que Google paga a otras firmas para ubicar a su servicio de búsquedas frente a cientos de millones de usuarios. Podría bajar los precios de millones de anunciantes, quienes según un juez norteamericano están pagando sobreprecios debido a las prácticas de Google. Y podría terminar con la libre disponibilidad de elementos importantes de la tecnología del gigante, como sus sistemas operativos Android para celulares o el navegador Chrome, de los que terminaron dependiendo muchos desarrolladores de programas y dispositivos.

Más significativo es que, por primera vez desde que Google alcanzó preeminencia, los cambios podrían abrir la puerta a una auténtica competencia en las búsquedas de Internet. Y podrían allanar el camino para una nueva generación de startups que confían en usar inteligencia artificial generativa para distender el dominio de Google, firmas que van desde motores de búsqueda como Perplexity o You.com, a compañías enteramente de IA, como OpenAI.

El precio de las acciones de Alphabet, la casa matriz de Google, sólo perdió un 3 por ciento al conocerse estas noticias. Muchos inversores creen que las consecuencias de la causa antimonopólica son todavía demasiado lejanas e inciertas para incidir en las valuaciones actuales. Pero como las repercusiones podrían ser vastas, algunos empiezan a prestarle más atención.

Aravind Srinivas, director de Perplexity.

"Es como el Imperio Romano: los bárbaros gubernamentales están a las puertas", resume David Wagner, director de fondos en Aptus Capital Advisors. En agosto vendió posiciones en Alphabet preocupado por la acción antimonopólica, aunque todavía no está claro cómo terminará todo. "Cuesta ver que (Google) salga indemne de todo esto", agregó.

Al margen del impacto potencial, el DoJ aun debe escalar la montaña. Aparte de convencer a un tribunal de que respalde la propuesta que llegue a presentar, debe llevar la causa ante una apelación y, potencialmente, al Tribunal Supremo. Aun así, muchos observadores legales y adversarios de Google dicen que no existen formas fáciles o directas de garantizar una mayor competencia.

"Los casos de monopolio son difíciles de ganar, e incluso más difíciles de remediar", señala David Balto, abogado antimonopólico y exfuncionario de la Comisión Federal de Comercio. "Es muy, muy difícil cambiar la naturaleza de un mercado", advierte.

Ello ocurre especialmente, añade, con empresas que tienen efectos en red, donde hay "motivos naturales para que surjan firmas dominantes", algo común en muchos mercados de tecnología.

Para imponerse, el DoJ tendrá que persuadir a los tribunales no sólo de bloquear las prácticas específicas de Google que considera ilegales, sino también de adoptar un paquete de cambios tajantes que van más allá del comportamiento que estaba en el centro de la acción.

La presentación más reciente del DoJ responde al fallo de agosto del juez federal Amit Mehta, que aceptó el argumento del gobierno federal y de varios estados norteamericanos. El juez determinó que durante más de un decenio Google había usado una serie de convenios de exclusividad con otras compañías para asegurarse de que su motor de búsqueda recibiera una posición destacada entre consumidores de equipos portátiles y afines, con lo que asfixiaba ilegalmente a los competidores.

El gigante de las búsquedas anunció que apelará el fallo. Pero también señaló que si la resolución de Mehta es convalidada, existiría una solución simple y limitada para corregir ese mal: prohibir el tipo de contrato de exclusividad que figura en el centro de la demanda.

Eso por sí mismo podría tener grandes consecuencias financieras. Podría terminar con los u$s 20.000 millones anuales que Google abona a Apple para tener acceso preferencial a los usuarios del iPhone, una parte de los u$s 26.000 millones en total que paga para garantizar la distribución de su motor de búsquedas. Irónicamente, la propia Google podría terminar ganando con el bloqueo de esos pagos, ya que sostiene que muchos usuarios de aparatos como el iPhone seguirán eligiendo usar su motor de búsqueda.

Si bien el DoJ apunta a esos contratos de exclusividad, también señala que prevé una gama mucho más amplia de acciones. Google atacó ese plan general por ser "radical" y parte de una "agenda abarcadora" que excede las cláusulas de la acción antimonopólica. Pero sus adversarios replican que si los tribunales de verdad quieren generar más competencia, no tienen más alternativa que apoyar las acciones que promueve el DoJ.

Al pronunciarse contra Google, el juez ya mencionó las ventajas duraderas que habría obtenido como consecuencia de su conducta ilegal. Entre ellas figuran la vasta superioridad de datos que deriva de ser el nítido líder del mercado, lo que le permite refinar los resultados de búsqueda con más precisión que sus rivales. También pudo generar precios más altos a partir de la publicidad, lo que perjudicó a adversarios que no han podido monetizar al mismo ritmo el tráfico de búsquedas. En el DoJ creen que para abrir las búsquedas se precisa eliminar esas y otras ventajas que se arraigaron en el gigante tecnológico.

La posible fragmentación de la compañía ha sido el aspecto más llamativo -y controversial- de los remedios propuestos por el DoJ. Las autoridades apuntan al sistema operativo móvil Android, al navegador Chrome y a la app store Play; insinúan que el desmembramiento se limitaría a quitarle a Google canales importantes que hoy garantizan una amplia distribución de su motor de búsqueda.

Por sí solo, un desmembramiento de ese tipo podría tener poco impacto directo sobre la competencia. Chrome y Android tienen potentes efectos en red que los vuelven más atractivos mientras más personas los usan. Si fueran compañías separadas tendrían fuertes incentivos para seguir contratando a Google para incluir su motor de búsqueda.

"Aunque el tribunal dividiera Google no se modificarían esas condiciones monopólicas", opina Michael Cusumano, profesor de administración en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. La fragmentación, agrega, también sería un castigo demasiado severo para una compañía que consiguió buena parte de su éxito gracias a la innovación en las búsquedas.

Si el DoJ siguiera adelante con la idea, la obligación de que Google se desprenda del Android y el Chrome causaría una conmoción en el mundo tecnológico en general. Muchos fabricantes de hardware, de smartphones a televisores, pudieron utilizar sin cargo Android y Chrome, algo que cambiaría con un nuevo dueño. Google cree que la dislocación que se generaría en el mundo tecnológico debería hacer que los tribunales descarten de plano la idea.

Pero algunos críticos de la compañía sostienen que a veces dichos efectos secundarios son necesarios para solucionar una distorsión en el mercado. Para Megan Gray, abogada de la Comisión Federal de Comercio y asesora legal del motor de búsquedas DuckDuckGo, la sola magnitud de las irregularidades de Google y el largo tiempo de su comportamiento anti-competitivo hacen que sea singularmente grande la posible "zona de impacto" de las soluciones que se adopten para remediarla. Pero añade que cualquier efecto negativo debería ser compensado a lo largo del tiempo en beneficios para los consumidores que derivarían de "mejores búsquedas, más startups, más oportunidades de empleo, más innovación".

Una segunda propuesta del DoJ -que Google sea obligada a otorgar a sus rivales el acceso a los datos básicos que mueven el negocio de las búsquedas- llamó menos la atención pero podría tener un impacto profundo.

Esos datos incluirían todas las búsquedas ingresadas en Google y los resultados que entrega la compañía, además de los diferentes factores que tiene en cuenta -denominados marcadores de clasificación- al decidir cómo responder a una consulta. En esencia, se abriría la "caja negra" del motor de búsqueda, lo que permitiría que otros reprodujeran sus resultados o hicieran ajustes para mejorar sus servicios.

A criterio de Google, la cesión de las consultas pondría en peligro la intimidad de sus usuarios, lo que debería frenar esa idea. Sin embargo, rivales como DuckDuckGo indican que esto no abarcaría los datos personales directos de los usuarios, y alegan que existen formas de eliminar las consultas que podrían identificar por accidente a un usuario.

Google también se queja de que la propuesta de compartir los datos dejaría al descubierto parte de sus secretos comerciales más importantes junto con otra propiedad intelectual, socavando de ese modo una de sus principales ventajas competitivas. Eso no convence a los rivales, quienes responden que en el pasado los tribunales no se negaron a solicitar que las compañías infractoras abrieran su IP. Un ejemplo es Microsoft: tras perder un histórico juicio antimonopólico hace casi 25 años, la compañía fue obligada a revelar a sus rivales información técnica privada de modo que pudieran interconectarse con mayor facilidad con su programa.

Además de compartir datos, el DoJ también sugiere que Google ofrezca a los rivales el acceso a su red de anunciantes, lo que potencialmente los habilitaría a generar casi tanto dinero como Google mediante el tráfico en las búsquedas.

"El problema de este momento es que, aun cuando puedas crear un motor de búsqueda mejor, no podrás monetizarte sin la publicidad", explica Richard Socher, director ejecutivo del servicio de búsquedas You.com. "La parte de los avisos (en los remedios del DoJ) convencerá más a la gente de probar la fragmentación (del monopolio de Google)".

Potencialmente, las propuestas del DoJ podrían tener gran impacto en la IA generativa. La acción judicial podría transformarse en la primera escaramuza regulatoria acerca de la forma del mercado emergente de la IA, y ayudar a que los debutantes ganen terreno en los mercados de Google.

"El DoJ tiene la oportunidad de astillar las búsquedas de Google alineándose con startups de IA generativa", observa Paul Gallant, analista de Cowen en Washington.

Una de las iniciativas impediría que Google adquiere algún tipo de ventaja desleal en la distribución de sus servicios de IA, tal como sucedió con las búsquedas. Es posible que la inquietud ante esa restricción convenciera a Google de no avanzar en la firma de un acuerdo de distribución para colocar su servicio Gemini AI en los iPhones de Apple, agrega Gallant.

El DoJ también señala que la compañía debería ser obligada a ceder información a la competencia respecto del diseño de sus búsquedas impulsadas por IA y otros servicios.

"Casi que me siento mal (por Google) si los obligan a revelar todo lo que hacen en la parte de capacitación de IA", bromea Socher, de You.com. Una medida semejante "liberaría" un considerable valor para muchas otras compañías.

Todas esas propuestas implican "un plan de juego bastante abarcador para ayudar" a las nuevas startups de IA generativa, dice Gallant. Pero hasta algunos rivales de Google dudan de que los tribunales lleguen tan lejos. "Son golpes muy fuertes -admite Socher-. Me sorprendería que todos dieran en el blanco".