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Persona del año: la sueca, por Mirko Lauer

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En este caso no es un premio, ni mucho menos, sino una constatación. Dina Boluarte puede ser considerada la Persona del Año, y así lo plantea esta columna. Alguien podrá decir que eso es fácil para una presidenta de la República. Pero a la vez es muy difícil para quien tiene una desaprobación tan alta. En verdad, creo que es su desaprobación lo que la ha convertido en Persona del Año 2024.

¿Por qué? Porque Boluarte es la figura política que mejor ha sintonizado con aquello en que nos hemos convertido en el espacio público: pocos conocimientos, pocos escrúpulos, mensajes muy poco convincentes, modestia en la forma, pero una creciente arrogancia en el fondo, fe ciega en que el cargo mismo puede compensar todo lo que a ella le falta.

En otras palabras, hay un estilo Boluarte, que hoy nadie tiene en la política, y que es un estilo cotizado a su manera. Se trata de su enorme capacidad para hacerse la sueca todo el tiempo, es decir, alguien que no comprende mucho y no se da por aludido, ante las críticas que le llueven tan a menudo.

Desde que Boluarte llegó a Palacio, una inmensa mayoría de los encuestados la desaprueba, pero a la vez quizás esa mayoría necesita a la presidenta desentendida y desaprobada, como explicación de los problemas del país hoy. Paradójicamente, a su lado muchos de los ministros parecen poca cosa, por su obsesión de saberlo todo. 

Nadie ha ocupado la escena política como Boluarte, y son sus defectos (incidentes pequeños como los Rolex, las criptovacancias, el viaje veraniego al sur, la cirugía plástica) los que la han mantenido ricamente publicitada. Ha sido la mejor demostración de que en política lo que no mata engorda. ¿Por qué se queja de su valioso 3% de aprobación?

A lo largo de este año, Boluarte se ha ido institucionalizando. La idea de si ella va a durar hasta el 2026. El año pasado todavía era una posibilidad real que ella no llegara; pero en el 2024 ya el escenario de su caída no ha pasado de ser una exageración de opositores exacerbados, o la expresión de una esperanza sin mucho asidero.

Llegará al 2026, mientras su exsocio Pedro Castillo está preso, y su probable socio actual Vladimir Cerrón vive en constante fuga. No es poca cosa. Como decimos en Estocolmo, det är ingen liten sak.