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Luis Peñalver une arte y filosofía en 'Entre pinturas', con reflexiones sobre ocho de las obras de arte más importantes

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Abc.es 
La filosofía y el arte son dos disciplinas que, aparentemente, van por caminos distintos, paralelos, pero ambas confluyen en un mismo punto, que es el de la estética. En cualquier caso, su objetivo es el mismo: interpelar al ser humano acerca de sus valores culturales y morales , más allá del disfrute o de otro tipo de sentimientos que pueda evocarnos una obra de arte. Esa es la conclusión que uno saca cuando se pone delante de alguna de las ocho pinturas que el doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid , el toledano Luis Peñalver Alhambra, ha seleccionado para el lector en su nuevo libro, 'Entre pinturas. Reflexiones de un sonámbulo' (Almud Ediciones), que este jueves, a las 19.00 horas, se presenta en la sala de conferencias de la Biblioteca de Castilla-La Mancha de Toledo. Obras de arte que van desde Viajeros entre montañas y arroyos , obra del paisajista chino Fan Kuan allá a finales en torno al año 1000, pasando por El jardín de las delicias del Bosco, Vista de Toledo del Greco, Bodegón de mebrillo, repollo, melón y pepino de Sánchez Cotán, Las Meninas de Velázquez, Perro semihundido de Goya, Noche estrellada de Van Gogh y, por último, Mayo-junio 1973 de Francis Bacon. « El libro reúne una serie de reflexiones desde el punto de vista de la estética filosófica sobre esas ocho pinturas con las que yo he tenido un cierto trato o un roce estrecho , algunas veces incluso obsesivo, por ser obras que han significado algo en mi vida«, afirma a ABC el autor, que ya había escrito sobre ellas en anteriores ocasiones, pero ahora las ha reunido en este ensayo informal. Una disciplina, la del arte, que a Luis Peñalver Alhambra no le es ajena, pues es hijo y nieto de dos artistas muy ligadas a Toledo. Su abuelo Fermín, discípulo de Julio Pascual, destacó en el trabajo del hierro y en la especialidad del cincelado, siendo considerado como el último de los grandes rejeros toledanos en la técnica de la forja, y su padre, Luis Vicente Peñalver, fue un consumado damasquinador toledano. «Yo, desde pequeñito, siempre quise ser pintor», reconoce. Él veía a su padre y a su abuelo dibujar sus bocetos, algo que le dejó marcado, hasta tal punto de querer seguir sus pasos. «Lo he intentado varias veces, pero me dí cuenta de que no salía nada», señala Peñalver Alhambra, que a lo largo de su obra se ha acercado a la pintura desde otra perspectiva, que es la de su formación académica, la filosofía y, en concreto, desde la estética, con reflexiones varias sobre las obras de arte. De hecho, su tesis doctoral, escrita hace dos décadas, versa sobre la obra de Jheronimus van Aken, universalmente conocido como El Bosco , de la cual se va a hacer ahora una edición revisada, ampliada y corregida con la bibliografía que ha salido publicada en los últimos años. En este ensayo, en concreto, aparece una de sus obras, El jardín de las delicias . Pinturas a las que se acerca partiendo de la historia del arte y de la iconografía, pero asegura que va más allá, hasta llegar a un pensamiento figurativo. «Estoy convencido de que en una obra de arte hay un pensamiento que no se expresa mediante conceptos ni a través de categorías abstractas, sino mediante imágenes», manifiesta. «En una obra, como El jardín de las delicias -indica-, hay un pensamiento tan potente o más que en muchos tratados filosóficos y lo que yo pretendo con mi libro es tirar del hilo a partir de la evidencia de las imágenes, con una reflexión más profunda de esas pinturas«. La muestra de la importancia de todas ellas es que si uno va al Museo del Prado , las salas en las que se exponen muchas de ellas están siempre llenas de gente a las que esas pinturas les dicen algo. «Estas obras de arte siguen siendo un desafío para el espectador», apunta Peñalver Alhambra. Por eso, estén atentos la próxima vez que tengan delante de sus ojos estas pinturas porque puede que saquen ideas nuevas que nadie, nunca antes, haya extraído.