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Carlincatura de hoy martes 17 de diciembre de 2024

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Por Paola Ugaz

Jorge Mario Bergoglio ha vivido las duras y las maduras dentro de la Iglesia que lo cobija y a donde ingresó como novicio en la casa de los jesuitas. Hay un primer Bergoglio, la joven promesa de los jesuitas: uno de los provinciales más jóvenes de la compañía, idolatrado por unos como un baluarte contra el marxismo mientras otros abominaban de él.

Luego, ya como arzobispo de Buenos Aires, acogerá al Sodalicio en su residencia de Los Olivos, porque aquellos peruanos, con Óscar Tokomura y Luis Ferroggiaro a la cabeza, presuntamente trabajaban a favor de los pobres sin caer en el marxismo.

Pero en lo que se refiere a las víctimas menores de abusos sexuales que ya empezaban a conocerse a partir del escándalo a causa del grupo de investigación del Boston Globe, en el 2002, Bergoglio pensaba igual que sus hermanos: una visión corporativa. Si no había escándalo, mejor no mover mucho las aguas. Reparar a la víctima, pero lo justo. Y a veces ni eso.

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Llega el Concilio Vaticano II y marca un punto de inflexión: la sociedad se aleja de Dios y hay que conectar con los nuevos tiempos. La Iglesia ve necesario acabar con el Tribunal del Santo Oficio y no ahogar a los teólogos con estrechos corsés. Algunos movimientos en la Iglesia como el Opus Dei y el Sodalicio de Vida Cristiana optarán por seguir un proceso contrario: enarbolar la tradición como doctrina.

Lo curioso es que el que hizo la propuesta de acabar con el Santo Oficio fue el arzobispo de Colonia, el cardenal Josef Frings, asistido por un joven teólogo alemán: Joseph Ratzinger.

Su propuesta de suprimir el tribunal del Santo Oficio fue acogida por Pablo VI, pero surge un problema en el que nadie reparó: desde 1965, la pederastia dejó de perseguirse como un delito en la Iglesia. Treinta años después, el que provocó el cierre del Santo Oficio, Joseph Ratzinger, será quien implemente de nuevo una ley para luchar contra los abusos en la Iglesia y resucite a un tribunal imprescindible para poner orden. El cambio de 180 grados de Ratzinger lo ha explicado monseñor Jordi Bertomeu en diferentes artículos publicados en los últimos años.

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Y Bergoglio se hizo Francisco

Bergoglio es elegido pontífice en un cónclave de 2013, celebrado porque el papa precedente, Benedicto XVI, renunció por la imperante corrupción. Se buscaba un cardenal con extraordinarias dotes de gobierno. Bergoglio es la persona.

Su primer shock al llegar al pontificado no es la corrupción económica, sino la moral. La Iglesia está embarrada por los abusos encubiertos en el mundo y, sobre todo, en la curia vaticana. Desde 2013 hasta el 2018 intenta una primera terapia de shock: usa los instrumentos legislativos que le daban el pleno poder de ser papa. No es suficiente. En el 2014, inventa la Pontificia Comisión de Tutela de Menores y Vulnerables que aún no encuentra el rumbo; por ello, el primer informe tras diez años de funcionamiento ha sido una desilusión para las víctimas.

En el 2014, Francisco saca el Colegio para Examen de Recursos; es decir, una tercera instancia en la doctrina de la fe que tampoco camina. En 2015 emite la ley Como una Madre Amorosa, para actuar contra los obispos en la tutela de los abusados: el papa se da cuenta de que tendría que aplicarla al 99 por ciento de los obispos y se quedaría sin curia.

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En el 2018 hay un verdadero cambio de mentalidad en Francisco. A partir del envío a Chile de la misión formada por Charles Scicluna y Jordi Bertomeu a causa del escándalo del sacerdote abusador Fernando Karadima, Francisco conoce a Juan Carlos Cruz. El papa se da cuenta de su error: las víctimas están por encima de la institución.

También percibe que al no actuar, la Iglesia encubre los abusos. Por ello, Francisco convoca una cumbre en el Vaticano, donde tratarán del elefante en la cristalería: los abusos en la Iglesia. Tras la cumbre, Francisco publica en 2019 una de las leyes decisivas de su pontificado: Vos Estis Lux Mundi, que convierte en delito el encubrimiento en la Iglesia y da lugar a otro cambio: el vademécum de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En 2021 emprenderá la reforma del Código de Derecho Canónico de 1983, extenderá el abuso de menores también a los laicos, con lo que si hubiera estado en vigor 30 años antes, Luis Fernando Figari habría podido ser condenado penalmente.

Así como pasa en Chile, ocurre en Perú. El 10 de noviembre de 2022, Francisco escuchó el testimonio que llevé como periodista, en el que le conté que con Pedro Salinas éramos perseguidos en Perú por un grupo dentro de la Iglesia católica, el Sodalicio, y contra lo que sería una actuación normal de la curia romana, pone en marcha una misión para comprobar si lo que se decía era verdad.

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El mismo arzobispo Bergoglio, que acogió 30 años antes al Sodalicio en Buenos Aires, pensando que le iban a ayudar a combatir al marxismo en la Iglesia, ahora actúa con todo el rigor contra el mismo grupo. Todo ello tras comprobar el carácter sectario y abusivo de las entidades fundadas por Luis Fernando Figari y dirigidas hoy por Jaime Baertl. En el tema del Sodalicio, si se analiza bien, emerge el verdadero Francisco.

A nivel personal, el papa es un hombre de Iglesia que entiende y le gusta el gobierno.

Como buen estratega, siempre se reserva ases en la manga, que la tiene ancha. El día que nos recibió se había dado un golpe en la barbilla, pero nos dijo que en realidad se lo había dado un obispo al que no había hecho cardenal un día antes. O también cuando le dicen, “santo padre, rezamos por usted”, él añade: “¿A favor o en contra?”.

En su método de trabajo lanza globos de ensayo. Cuando empezó el pontificado, dijo “preveo que sea un pontificado breve”: llevamos once años y cada día Francisco muestra su perfecta mala salud de hierro. Los que como Alejandro Bermúdez o José Antonio Eguren piensan que está a punto de morirse o dimitir se podrían llevar la sorpresa de que su sucesor aún está en el seminario. 

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Por otra parte, el papa es muy tolerante con los pecadores, sobre todo cuando la persona lo reconoce y pide sinceramente perdón. Aquí el papa queda desarmado. Esta tolerancia, considerada por muchos excesiva, la hemos visto cuando acogió un caso extremo como el obispo Xavier Novell, que vivió como homosexual, hizo un proceso de reversión, se casó con una divorciada con hijos y tuvo otros dos. Por la acogida que le dio Francisco como Jesús a la samaritana, ningún obispo osa decir nada contra él.

En cambio, Francisco no soporta y es duro con la corrupción: como ha repetido infinidad de veces, distingue entre corrupción y pecado. Por eso, cuando ve sistemas mafiosos en la Iglesia, Francisco no perdona. Jaime Baertl y sus compinches tendrían que tomar nota. 

Con Bergoglio no se juega: hace unas semanas recibió a los manipulados por Baertl-Eguren pensando que serían generosos y retirarían la denuncia que habían puesto contra Jordi Bertomeu. A cambio, el papa les retiraría la amenaza de excomunión, merecidísima por otra parte. Seis días después, no solo no retiran su denuncia, sino que presentan una más en la Rota Romana. No solo eso: le cuelan en la visita a Francisco a un exsodálite de marca mayor, Ignacio Blanco Eguiluz, el que hasta unos días antes era el novio de Giuliana Caccia y por muchos años, el secretario personal e íntimo amigo de Figari, el fundador del Sodalicio.

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No hay dos Franciscos

Francisco tomó nota, recibiendo acto seguido a Pedro Salinas, Elise Allen y yo misma, y afirmando claramente que aquel modo de proceder es intolerable. No hay dos Franciscos, como han querido decir. O un papa esquizofrénico: lo que hay en la Iglesia es un papa que no se deja tomar el pelo, que es muy diferente.

Con el tiempo, Francisco se ha dado cuenta de que ni la teología de la liberación era tan marxista como decían Figari y sus secuaces ni la derecha eclesial era la panacea para una Iglesia en proceso de secularización. Por eso, Francisco no es ni de derechas ni de izquierdas. Es solo “cristiano”. Por ello, su aversión a algunos políticos de Latinoamérica, el continente de los grandes contrastes sociales, que aprovechan su estatus para vivir del privilegio.

Y no por ello deja de ser jefe de un Estado que es el más pequeño territorialmente hablando. Como hábil político, intenta ser un factor de mediación cuando ve algo que no está bien. Sin ello no se entendería el primer mensaje del nuncio Paolo Gualtieri en Perú, su enviado en un momento peculiar de la historia del país, aunque luego este inicie el compadreo con otros sectores y terminara por ser infiel al mandato recibido.

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El “joven” Francisco hoy cumple 88 años. Las víctimas de todo tipo de abusos en el mundo tienen en él un referente, sean católicos, agnósticos o ateos. Saben que en Roma hay alguien que, no obstante sus fallos, quiere ser fiel a sus principios y a una vida ética. Por ello, le admiramos y si somos creyentes, rezamos por él, y si no lo somos, le enviamos “buena onda”. Felicidades, Francisco.

Trayectoria

  • Ordenación. El papa Francisco recibió la orden sacerdotal el 13 de diciembre de 1969. Antes había sido maestro de Literatura y Psicología.
  • Obispo. El 20 de mayo de 1992, el papa Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. Su ordenación episcopal fue presidida por Antonio Quarracino el 27 de junio de ese mismo año.
  • Pontífice. A los 76 años, el 13 de marzo del 2013, Jorge Bergoglio fue elegido papa. Es el primer jesuita y obispo americano en llegar al puesto más alto de la jerarquía católica.