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Letizia y la puerta falsa

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A todo el mar de falsas apariencias en las fotografías de los reyes, el escenario que ha sido escogido une las suyas; la puerta que aparece al lado de Letzia no conduce a ninguna parte, es falsa; está solo para no romper el juego. Letizia y la puerta falsa es un elemento más de un simbolismo quizá involuntario

De las fotografías que de los reyes de España ha hecho Annie Leibovitz se ha comentado la apariencia que recibe el espectador. Se ha hablado de la vestimenta y la actitud, el color, la división en dos de una misma perspectiva, la posición extrañamente cercana al marco de la figura de Felipe, etc. Se ha señalado también que algunas líneas horizontales quedan inclinadas en la imagen, o que en muchos aspectos la atención se dirige más a la figura de la reina. Y también que contiene un cierto trabajo de edición, de postproceso con ordenador.

Esto último es cierto, y al analizar la imagen se advierte que lo es en grado extremo. Las dos imágenes pueden ser acercadas para formar una sola, porque la convergencia de las líneas generales de la perspectiva coincide. Si tomamos esa imagen reunida, parece resultar una fotografía cuya perspectiva tiene tres puntos de fuga, dos para las rectas horizontales (bordes del techo, del suelo, de los huecos), pero también un punto de fuga para las verticales. 

Estas perspectivas con tres puntos de fuga permiten realizar con relativa seguridad un análisis geométrico. Se puede hacer con el fin de determinar dónde estaba el punto de vista (la cámara) y hacia dónde se dirigía en objetivo, incluso las proporciones de los objetos representados. En este caso, un análisis así conduce a resultados muy extraños, que no concuerdan del todo con las proporciones que conocemos de la sala y sus elementos. Es posible que la imagen entera haya sido distorsionada, para conseguir un resultado mejor, más moderno o para disimular efectos no deseados.

Pero, además, se puede encontrar una buena colección de detalles particulares que son sin duda resultado de una alteración artificial. En la sala hay una mesa redonda y una gran lámpara, ambas realmente en el centro. En la imagen, la mesa (sin duda muy pesada) no está bajo la lámpara. Puede haber sido desplazada o quizá la lámpara se ha situado artificialmente en otro lugar. Al fondo se ve una chimenea y un espejo vertical sobre ella. Según las posiciones relativas de la lámpara, el punto de vista y el espejo, sería imposible que aquella se reflejara de la manera que se puede ver. Como hay otro espejo enfrente, uno se refleja en el otro hasta el infinito, en una serie que va acompañada por repetición indefinida de la lámpara, pero en la que no concuerda la lámpara que es vista, no en reflejo, sino directamente. 

El rincón de la sala que hay detrás de Letizia es en realidad un pequeño chaflán claramente marcado por dos fajas verticales de tono claro. Quizá para no colocar sobre la cabeza de la figura unas líneas tan llamativas, ese rincón queda extrañamente difuso y oscurecido. El dibujo del piso entre la figura de la reina y la ventana no se corresponde con la realidad, pero es tan barroco y complicado que esto pasa inadvertido. Si lleváramos las alturas de las figuras de los reyes, según la perspectiva aparente, hasta su comparación con puertas y ventana, tras esta operación se revelarían como algo mayores de lo que deben ser. Sobre las figuras mismas, ya que no presentan una estructura geométrica, es difícil decir algo, pero no es la primera vez que la autora traslada o “pega” una figura en un lugar en el que realmente no está.

La sala entera presenta una decoración rococó y exuberante, poco racional y nada geométrica, que facilita en este tipo de alteraciones, quizá tanto como su contrario, un fondo liso, también empleado en otras ocasiones por Leibovitz. 

La fuga de las rectas horizontales de la pared del fondo no es un gran problema para la figura femenina, pero en la del rey, sin otra dirección que la contrarreste, llama la atención. Esto es lo que más ha inquietado a los espectadores. Produce una sensación interpretable como de inestabilidad, o, podría pensarse, de modernidad. 

La inestabilidad, el carácter secundario de la figura de Felipe, llevar sus pies hasta el límite, la perspectiva fuera de toda convencionalidad, pueden parecer valientes maneras de renovar las formas o bien una curiosa crítica de la monarquía. No creo que sea lo segundo, pero estas fotografías bien podrían simbolizar todo lo contrario de lo que la institución suele buscar en su puesta en escena habitual. Podría ser el resultado de la mirada de un detractor de los retratados y su papel.

Naturalmente, no podemos comparar estos retratos de la institución con los que la pintura tradicional nos ofrecía, y es verdaderamente ingenuo compararlos con las obras de siglos pasados. Pero las trampas y alteraciones que estas fotografías contienen acercan más el trabajo realizado a la pintura, a la plástica gráfica, al collage cibernético, que a la fotografía. No son fotografía.

La sala Gasparini conserva una decoración histórica que buscaba armonías y correspondencias, especialmente en la coordinación de las puertas que conducen a otros espacios, que son de proporciones muy distintas y presentan sus propios requisitos. Las paredes más largas no consiguen la simetría, pero sí la distribución continua de elementos: espejo, puerta, espejo, puerta. A todo el mar de falsas apariencias ya descrito, el escenario que ha sido escogido une las suyas; la puerta que aparece al lado de Letizia no conduce a ninguna parte, es falsa; está solo para no romper el juego. Letizia y la puerta falsa es un elemento más de un simbolismo quizá involuntario.