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«Soy un violador como los 50 hombres acusados: todos somos culpables»

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El proceso más mediático y de más repercusión social que Francia ha vivido en los últimos años ha quedado este lunes visto para sentencia. Será el próximo jueves cuando se dé a conocer la sentencia de los 50 hombres que se sientan en el banquillo desde hace tres meses y medio en el tribunal de Aviñón por violación con agravantes y del principal acusado, Dominique Pelicot, por drogar a su exmujer Gisèle para que la violaran decenas de hombres. Un proceso que ha hecho de la víctima, Gisèle, un símbolo de feminismo y de valentía y que pretende con el proceso, más allá de las penas esperadas, conseguir una transformación social en múltiples aspectos entre los que se podría encontrar el embrión de una ley del consentimiento en Francia.

Durante este lunes se han producido las últimas declaraciones de los acusados antes de conocerse la sentencia. Un tiempo que Dominique Pelicot ha aprovechado para pedir perdón a su familia y mostrar su arrepentimiento por los hechos. “Me gustaría empezar saludando la valentía de mi exmujer”, ha arrancado afirmando el hombre de 70 años. “Le ruego a ella, y al resto de mi familia, que por favor acepten mis disculpas”. Frente a él estaba Gisèle, con el rostro impasible de siempre. Pero estas palabras eran muy importantes para Dominique Pelicot, según su abogado, la doctora Zavarro: “Era el último encuentro cara a cara con su familia y su mujer. Quería pedir perdón a su familia en particular. Necesitaba expresar sus sentimientos por lo que había pasado durante tres meses y medio”.

Dominique Pelicot afirma ahora que pretende caer en el olvido, refiriéndose a su “vergüenza interior”. “Tengo un caparazón que me he creado, de lo contrario se muere en la cárcel”, ha dicho el hombre que ha sido descrito por varios de los abogados de los coacusados como el “ogro de Mazan”, un “lobo” que supuestamente engañó a sus clientes haciéndoles creer el escenario de una pareja promiscua en el que la esposa fingía estar dormida. Esa, en resumen, es la estrategia de las defensas de los acusados que se pondrá a prueba con la sentencia.

En esta última jornada de un proceso que se ha dilatado tres meses y medio, Gisèle Pelicot estaba sola en el banquillo de las partes civiles, con uno de sus dos abogados. Ninguno de sus tres hijos había viajado para escuchar las últimas palabras de su padre. Y, como ya es habitual, recibió una gran ovación del público al salir de la sala.

La acusación, que pide penas de entre cuatro y veinte años de cárcel, pidió al tribunal que su decisión sirviera para enviar “un mensaje de esperanza a las víctimas de la violencia sexual”. “Va a decir que no existe la violación ordinaria, que no existe la violación accidental o involuntaria”, ha declarado Laure Chabaud, una de las dos representantes de la acusación.

El perfil transversal de los acusados es uno de los aspectos más comentados tras estos meses de proceso. Sus edades van de los 27 a los 74 años. Algo más de dos tercios tienen hijos. Alrededor del 40 por ciento tenían antecedentes penales, varios por violencia doméstica y dos por violación. Hay pocos denominadores comunes entre ellos, pertenecientes a distintos estratos sociales y profesiones: algunos obreros, otros dedicados a profesiones liberales y en ocasiones, desempleados. Dieciocho sufrían adicción al alcohol o las drogas; el resto no. Alrededor de una decena declararon haber sufrido abusos sexuales en la infancia. Muchos de ellos reclutados por su exmarido en internet insistieron durante el proceso en que no creían que lo que estaban haciendo fuera una violación y sostuvieron el argumento de creer en un juego de pareja dirigido por Dominique Pélicot. Teoría que fue refutada en varias ocasiones por el principal acusado, quien llegó a sentenciar en sede judicial: “soy un violador como todos los hombres acusados que hay en esta sala”.

El caso también ha puesto de relieve durante estas semanas largos debates en medios de comunicaicón sobre las leyes y actitudes francesas en torno a la violación, y hasta qué punto el consentimiento de una mujer es, o debería ser considerado, un factor en los tribunales. Todo ello en un mediático proceso en el tribunal de Aviñón como lo muestran las decenas de medios internacionales que se han acreditado para seguir un juicio que ahora llega a su final.