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Además de riesgos, tenemos incertidumbre

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Es muy usual que afirmemos que la economía mexicana se enfrenta a muy diversos riesgos. Pero lo peor es que, además, se enfrenta a una enorme incertidumbre.

Y es que no es lo mismo afrontar riesgos que incertidumbre.

Los riesgos son identificables y en cierto grado medibles. Se les puede asignar un nivel de probabilidad, y quizá lo más importante es que podemos tomar acciones que nos permiten enfrentarlos.

Déjeme ponerle un ejemplo muy sencillo en un ámbito muy diferente al económico.

Como vivimos en una zona sísmica, sabemos que existe alguna probabilidad de que ocurra algún temblor de gran magnitud.

Tomando en cuenta la frecuencia con la que ocurren sismos en ciertas zonas, como las costas del Pacífico sur, la instalación de un sistema de sensores y transmisión de señales como la alerta sísmica permite que en las grandes concentraciones urbanas del altiplano se reciba la señal de un sismo segundos antes de que ocurra.

Esto puede salvar muchas vidas.

En el ámbito económico, por ejemplo, los fondos de estabilización son un buen ejemplo del manejo de los riesgos.

La historia nos ha demostrado que la economía tiene un comportamiento cíclico. En la fase expansiva casi todas las variables se van para arriba y el gobierno puede recaudar más.

A sabiendas de que las expansiones son finitas y serán seguidas de contracciones, en diversos países —así era en México antes de 2018— se formaban fondos de estabilización que constituyeron activos listos para usarse en caso de necesidad.

Hoy, prácticamente nos los acabamos.

Los riesgos son hasta cierto punto medibles y manejables. Hay profesionales dedicados a medirlos y crear sistemas para hacerles frente.

Lo que resulta más complejo es la incertidumbre.

Cuando hay hechos que no conocemos y de los que ignoramos la probabilidad de ocurrencia, poco podemos hacer para hacerles frente.

Estos se han vuelto más usuales en el mundo en el que vivimos y nos sorprenden y toman de improviso.

La incertidumbre tiene también la particularidad de que paraliza.

Si no tuviéramos ni la más remota idea de dónde podría temblar en el futuro, seguramente seríamos incapaces de instalar un sistema como la alerta sísmica.

La incertidumbre nos impide elaborar respuestas y más bien nos conduce a actuar a la defensiva, a exponernos lo menos posible, en la medida de que no sabemos por dónde va a llegar el golpe.

El futuro gobierno de Donald Trump traerá consigo riesgos, pero también vendrá acompañado de gran incertidumbre.

Frente a la posibilidad de que aplique aranceles, podemos trazar escenarios para preparar la lista de aquellos con los que México podría responder, para que tengan el mayor efecto político posible.

Ante la posibilidad del retorno de mexicanos indocumentados por la frontera norte, se puede crear la infraestructura social para recibirlos y apoyarlos, para evitar una crisis social en la región.

Pero Trump también es volátil y tempestuoso. Podemos tener sorpresas con acciones que vayan más allá de la racionalidad.

Ante ellas, lo único que resta es tener buenos reflejos y capacidad de entendimiento para poder reaccionar apropiadamente.

El reto no es solo para los gobiernos, sino también para las empresas.

En los ejercicios de planeación que se realizan en estas fechas, el manejo de riesgos e imponderables debe ser algo a lo que debe prestarse atención.

En el caso de los primeros, para poder responder adecuadamente; en los segundos, para que no nos paralicen cuando ocurran.