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El fantasmal y fascinante universo de Sharon Eyal

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Abc.es 
Desde que viera la luz en el Festival de Montpellier el pasado año la obra de Sharon Eyal 'Into the hairy ', su paso por los diferentes teatros de Europa ha suscitado no sólo el aplauso del público, como ocurrió anoche en el teatro Central de Sevilla, sino también la inquietud de contemplar una obra fascinante, hipnótica, pero que no deja de tener su lado perverso al hurgar sin piedad en las emociones del alma humana. Una sóla función en nuestra ciudad para el estreno en España de esta coreografía de Eyal, su última creación para la L-E-V Dance Company en colaboración con el artista, productor y compositor londinense Koreless, primera de larga duración de Eyal con Koreless, quien firma la magnífica banda sonora original de la pieza. En un escenario muy oscuro, casi en bruma, aparecen ocho cuerpos vestidos con impresionantes mallas de encaje negro diseñadas por Maria Grazia Chiuri para Christian Dior Couture, y con sus rostros pintados con una raya negra desde los ojos hasta el cuelo. Ellos y ellos con el pelo engominado muy retirado de la cara. La estética es fascinante, parecen una escultura. En la neblina de la escena empiezan a moverse los bailarines que parece ser uno sólo como si fuera un monstruo de ocho cabezas . No quieren separarse, se mueven de forma controladísima, colocando el pie en un empeine altísimo, super elevado, tanto que en un primer momento parece que llevan puntas. Pero no, es el relevé elevadísimo (puntillas en exceso sosteniéndose en los dedos de los pies), los bailarines parece que se deslizan por el escenario. Empiezan bailando con un sonido que parece de un diapasón o un corazón, y los bailarines van desgranando movimientos, pero eso sí, con un control corporal que casi hace daño, porque mantener esa tensión muscular para conseguir esos movimientos es de un exceso tremendo. Los cuadros que se componen son secuencias sucesivas que van marcando tanto la música de Koreless como el fascinante diseño de iluminación que de alguna forma es el elemento que singulariza cada escena, situándonos en diferentes ambientes, pero siempre fantasmagóricos, porque los personajes también lo son. Con toda esta sofisticación, el movimiento que ha creado Sharon Eyal es limpio y de una técnica impresionante, pero no deja de afectar a los sentimientos que quieren transmitir y provocar en el espectador , que siente emoción, fascinación e incluso en algún momento, ruptura y rechazo. El caso es provocar una sensación y eso Eyal lo consigue, no nos deja indiferentes. La coreógrafa usa el cuerpo para ser el instrumento de una búsqueda profunda de un nuevo movimiento, es apasionante este laboratorio de creación que además consigue resaltar el cuerpo de los bailarines, sus columnas, sus piernas, sus brazos, el escorzo de los brazos, y sobre todo más fascinante aún, el resultado. Desde movimientos cercanos a la danza urbana, hasta un braceo más propio del Lago de los Cisnes, y simples pasos universales primarios, el universo creativo de Eyal recorre sin pudor las estéticas corporales de la danza para generar una coreografía fascinante que hizo que el público del teatro Central se pusiera en pie al final de la pieza de forma unánime.