Bloch, un patriota francés
0
EL pasado 23 de noviembre el presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, anunció en Estrasburgo la entrada de Marc Bloch en 2025 en el Panteón, un honor reservado a los grandes hombres y mujeres que, como reza el decreto que rige esta cuestión, «han merecido el reconocimiento nacional». Ha coincidido oportunamente con el octogésimo aniversario de la muerte de este historiador francés, fusilado el 16 de junio de 1944, junto con otros miembros de la Resistencia, en Saint-Didier-de-Formans, una población que se encontraba a algunos kilómetros al norte de Lyon. Marc Bloch cayó sin haber llegado a cumplir 58 años, dejando una vasta, compleja e impresionante obra. En el edificio de la montaña de Sainte-Geneviève, un alto lugar de memoria de la nación francesa, están enterrados, entre otras personalidades, Voltaire, Rousseau, Zola, Hugo, Jaurès, Jean Monnet, Malraux o los Curie, Marie y Pierre. Destacan, entre los últimos en recibir dicho honor, Germaine Tilion, Jean Zay, Simone Veil y Joséphine Baker . Marc Bloch nació en Lyon el día 6 de julio de 1886. El padre era un importante historiador de la Antigüedad, que se incorporó en 1888 a la Escuela Normal Superior de París, trasladándose por ese motivo con toda la familia a la ciudad del Sena. Los Bloch eran judíos, una identidad evidente, pero que nunca fue reclamada por Marc Bloch: «Sólo reivindico mi origen en un caso: frente a un antisemita», iba a anotar al final de su vida. Se consideraba, por encima de todo, un francés, un ciudadano de Francia. Así lo afirmaba en una obra póstuma, 'La extraña derrota': «He nacido en ella, he bebido en las fuentes de su cultura, he hecho mío su pasado, sólo respiro bien bajo su cielo y, por mi parte, he tratado de defenderla con todas mis fuerzas». Estudió en el instituto Louis-le-Grand y en la Escuela Normal Superior y, más adelante, en Alemania. En 1912 entró en la enseñanza. Fue movilizado en los inicios de la Gran Guerra, en 1914, y solamente desmovilizado, con el grado de capitán, a su término. En 1919 se incorporó a la Universidad de Estrasburgo, una institución que se había convertido, tras el conflicto mundial, en una nueva, a la par que fuertemente promocionada, universidad francesa en la reincorporada Alsacia. Allí coincidió con Maurice Halbwachs, Gabriel Le Bras o Lucien Febvre . En 1924 vio la luz un libro muy destacado, 'Los reyes taumaturgos', en el que Bloch analizaba la creencia en el poder taumatúrgico de los reyes en Francia e Inglaterra, desde la época medieval hasta el siglo XIX. Se trataba de un estudio sobre el poder, que combinaba las historias política y sociocultural. Otros dos libros se publicaron en los años siguientes: 'Los caracteres originales de la historia rural francesa' (1931) y 'La sociedad feudal' (1939-1940). En 1929 tuvo lugar la fundación de los 'Annales d'histoire économique et sociale'. La revista, creada por Marc Bloch y Lucien Febvre, iba a trasladar poco después su sede a París. El proyecto historiográfico renovador que sostenía los Annales, uno de los más importantes e influyentes del siglo XX, era el de una historia-problema, comparatista y predominantemente social. En 1936, Bloch obtuvo la cátedra de historia económica y social en la Sorbona. El intento de entrar en el Colegio de Francia, en cambio, se saldó con un fracaso en el que el ambiente antisemita que se estaba extendiendo en los medios académicos franceses no resultó una cuestión menor. Marc Bloch fue movilizado en 1939 y sufrió la contundente derrota de mayo-junio de 1940 frente a las tropas del Tercer Reich. Consiguió evitar, no obstante, la cautividad, reuniéndose con su familia en la zona no ocupada por los alemanes. Su movilización fue en buena medida voluntaria, pues tanto la edad como una prole numerosa le eximían del servicio militar. Sin embargo, como él mismo argumentaba, «saberse inútil, cuando la nación combate, es un sentimiento insoportable». Bajo el régimen de Vichy consiguió, gracias a una disposición ministerial excepcional, no quedar afectado por el estatuto de los judíos, lo que le permitió continuar enseñando. A pesar de disponer de ofertas para trasladarse a los Estados Unidos, renunció a esta oportunidad. En estos años de su vida, pese al ambiente y la precariedad, Bloch no cesó de leer, investigar y escribir. Iba a dejar inéditos dos manuscritos, publicados póstumamente en los inicios de la IV República francesa: 'La extraña derrota' y 'Apología para la historia'. La primera es una obra excepcional. Constituye, según el historiador americano Stanley Hoffman, el análisis más penetrante y acertado de las causas de la derrota francesa de 1940. Bloch la escribió entre julio y septiembre de 1940, inmediatamente después de los acontecimientos que intentaba analizar y explicar. Apuntó las responsabilidades militares y de la sociedad en el fiasco. La victoria alemana supuso, ante todo, una victoria intelectual: supieron pensar la guerra del momento. No contenía el libro unos simples recuerdos, sino un verdadero testimonio, elaborado, de forma consciente y voluntaria, como historiador. Vio la luz en 1946. 'La Apología para la historia', por su parte, es una guía de la historia y del oficio de historiador. A pesar de los esfuerzos que le dedicó, iba a quedar inconclusa. La ocupación nazi de la zona llamada libre en 1942 supuso un importante golpe para Bloch, que decidió incorporarse definitivamente a la Resistencia, en la que tuvo un papel destacado. Servir a su país, el patriotismo, fue la clave de este compromiso. Se sumó al movimiento 'Franc-Tireur', un grupo moderado y republicanismo que se integró con otros núcleos no comunistas en el unitario Movimientos Unidos de la Resistencia. En 1944 fue detenido, interrogado y torturado por la Gestapo en Lyon. Le rompieron las muñecas, le partieron las costillas y le sometieron al suplicio del baño helado, prácticas habituales en los siniestros dominios de Klaus Barbie. Murió fusilado el 16 de junio gritando, según algunas fuentes, «¡Viva Francia!». Marc Bloch fue uno de los más grandes historiadores del siglo XX. En 'La extraña derrota', apuntó: «Escribir sobre historia y enseñarla: ése es, desde hará pronto treinta y cuatro años, mi oficio». Ejerció como intelectual, en la estela de dicha figura surgida en la Francia de fines del siglo XIX. Fue, asimismo, un ciudadano comprometido y un combatiente. Un ciudadano republicano defensor de la democracia, lo que no significa que dejase de ser crítico con la evolución terminal de la Tercera República (1870-1940). Un ciudadano que, en tiempos difíciles para su patria, se transformaba de forma natural y espontánea en combatiente. Su entrada en 2025 en el Panteón francés constituye, sin duda alguna, una gran noticia.