Sin domicilio fijo
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Les juro a ustedes por mi carbunclo azul que yo quería hablar en esta columna de Notre Dame resurgida de sus cenizas y de la primera vez que vi París bajo la luz impresionista de Saint Lazare, tras un inolvidable viaje en tren nocturno. Pero en la urgencia de regresar para recuperar esa ciudad, caí en la cuenta de que he pasado más horas durmiendo en las habitaciones de los hoteles del mundo que en las de una casa. Incluso me cuesta decir «mi casa» porque nunca tuve nada que me hiciera sentir como propia esa frase. El hogar estuvo un tiempo vinculado a mi familia. Luego ya no. Y en esta vida sin domicilio fijo, hay uno que se... Ver Más