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¿Cómo saber si soy intolerante a la lactosa? Causas, primeros síntomas y tratamiento

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En España, cada vez tenemos conocimiento de un mayor número de intolerancias a determinados alimentos. Además de la celiaquía, la intolerancia a la lactosa se coloca en los primeros puestos, con síntomas como la hinchazón abdominal o la diarrea poco después de la ingesta de algún producto lácteo.

Más allá del debate de si existen en la actualidad más problemas de absorción a los alimentos que antes, o es que tenemos mayor y mejor información para identificarlos, la intolerancia al azúcar naturalmente presente en la leche (lactosa) provoca una serie de molestias evidentes que debemos identificar para intentar eliminarlas.

Síntomas que me avisan de una posible intolerancia

Las manifestaciones físicas que me podrían avisar de que quizá esté padeciendo una intolerancia a la lactosa se producen media hora después de haber ingerido algún producto lácteo, aunque en algunos casos podrían retrasarse los síntomas hasta dos horas.

En general, las señales que deben hacernos sospechar y consultar al médico son la diarrea, náuseas que podrían transformarse en vómitos, dolores fuertes de estómago, y una permanente sensación de gases e hinchazón después de haber comido algo que pudiera contener lactosa. Si tienes sospechas, prueba a ingerir lactosa varias veces en el día y confirma estos síntomas, alternándolo con comidas en las que la evitas.

¿Qué origina el ‘debut’ de la intolerancia a los lácteos?

Como explican en Mayo Clinic, la intolerancia a la lactosa suele originarse cuando el intestino delgado no es capaz de producir la cantidad suficiente de una enzima (proteína) denominada lactasa, que es la que nos permite digerir el azúcar de la leche (lo que conocemos por lactosa).

El mecanismo de la lactasa consiste en convertir el azúcar de la leche en otros dos azúcares simples (glucosa y galactita), que se absorben a través de la mucosa intestinal y van entrenado en el torrente sanguíneo.

Sucede que, cuando tenemos deficiencia de esta enzima ‘vehiculizadora’, la lactosa de los alimentos que tomamos no hace el recorrido correcto y se desplaza hasta el colon, en vez de ser absorbida normalmente. Una vez está depositada en el colon, las bacterias comunes interactúan con la lactosa que no ha sido digerida, lo que provoca los desagradables síntomas de los que hemos hablado, tales como la diarrea y la hinchazón.

¿La intolerancia a la lactosa tiene grados diferentes?

Los expertos de Mayo Clínic explican que sí, que hay tres tipos de intolerancia a la lactosa. La primera de ellas es la más común, la primaria, que no se manifiesta en la infancia sino en la edad adulta, cuando la producción de lactasa disminuye de manera drástica y los lácteos comienzan a ser mal digeridos de repente.

La segunda categoría de intolerancia a la lactosa es la secundaria, que tiene lugar tras una enfermedad o cirugía que afecte al intestino delgado. Con el tratamiento adecuado, se podría restaurar los niveles normales de lactasa para mejorar los síntomas, aunque no es un proceso rápido.

Después existe un tipo de intolerancia congénita, que es la que sucede desde el nacimiento, un trastorno que se transmite de una generación a otra dentro de la misma familia. Algo parecido sucede con los bebés prematuros, que pueden nacer con niveles deficientes de lactasa debido a sus circunstancias de inmadurez.

Factores de riesgo que originan la intolerancia a la lactosa

Existe una cierta propensión a desarrollar la intolerancia a la lactosa, que puede producirse en cualquier momento de la vida. En la mayoría de los casos, la deficiencia de esta enzima llamada lactasa, que es la que provoca la intolerancia a ciertos lácteos, se produce en la edad adulta, siendo muy poco frecuente en los niños pequeños.

En la infancia sólo se encuentran algunos casos de intolerancia cuando el parto ha sido prematuro, puesto que estos bebés no tienen madurez para producir células creadoras de lactasa en el intestino delgado (algo que se produce en el tercer trimestre).

Otros factores de riesgo tienen que ver con determinados procesos oncológicos en los que la radioterapia o la quimioterapia pueden afectar al intestino. Otros grupos de población con mayores probabilidades de carencia de lactasa son quienes padecen enfermedad celíaca, de Crohn, o un crecimiento bacteriano excesivo.

Tratamiento para combatir la intolerancia a la lactosa

El diagnóstico de que realmente tenemos escasez de la proteína lactasa, lo que provoca nuestra intolerancia al digerir alimentos lácteos, suele realizarse a través de la consulta con el médico y los síntomas clínicos, y a veces también mediante una prueba de hidrógeno en el aliento.

En lo que respecta al tratamiento, lo más habitual es la recomendación médica de evitar alimentos que contengan lactosa, la prescripción de suplementos de lactasa (la proteína que escasea en esta intolerancia) y, en algunas ocasiones, también la necesidad de tomar suplementos de calcio.

Referencias

V.F Moreira y A. López San Román. Servicio de Gastroenterología. Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid. Revista Española de Enfermedades Digestivas. ‘Intolerancia a la lactosa’. Rev. esp. enferm. dig. vol.98 no.2 https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-01082006000200009

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