Una Madrugá en diciembre para la mayor procesión de Sevilla
El himno de España con un eco atronador nacido del órgano y un repicar interminable de campanas que emanaba de la Giralda. A las cuatro y veinte de la tarde, la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla, sale de la catedral entre aplausos y alboroto musical. Una media hora más tarde, irrumpe en la calle El Gran Poder con el recogimiento propio del silencio que emana del Señor de Sevilla.
Así arranca la procesión de clausura del Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular que se ha celebrado en la capital hispalense desde el miércoles. Aunque técnicamente no debería denominarse como una «magna» procesión, propios y extraños han coronado así a una convocatoria inédita que ha reunido a las cuatro tallas más veneradas de la capital –El Gran Poder, El Cachorro, La Esperanza de Triana y La Macarena– junto a otros referentes marianos de la región: la Virgen de los Reyes, la Virgen de Valme de Dos Hermanas, la Virgen de Setefilla de Lora del Río y la Virgen de Consolación de Utrera.
«Como presidente y como cofrade es un día muy especial, es un hecho histórico», reconocía el presidente de la Junta, Juanma Moreno, que confirmó que más de un millón de personas estaban en la calle participando del «magno» acontecimiento. Moreno certificó que esta salida procesional supone una «gran proyección internacional para Sevilla y Andalucía». No le falta razón, sobre todo teniendo en cuenta que ya los traslados de las imágenes el día anterior desbordaron todas las previsiones, convirtiéndola ya, solo por el prólogo, en la mayor procesión de toda la historia de la ciudad.
El Solemnidad de la Inmaculada, en otros tiempos, el Día de La Purísima, se revistió de algo más que de Madrugá. En pleno mes de diciembre se revivió una primavera cofrade que superó todas las expectativas imaginadas cuando hace dos años se comenzó a esbozar el congreso que buscaba marcar las coordenadas por las que la religiosidad popular debe moverse en los próximos años como uno de los principales motores de la evangelización de la Iglesia. Y a la vista está por el tirón de la magna de este domingo que, al menos en Andalucía, todavía hay tela que cortar en medio de una sociedad cada vez más secularizada. Porque si se limitó a 300 el número de hermanos que podían acompañar a cada uno de los pasos, nadie pudo poner coto al gentío en las calles.
El propio arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, lo constató durante su intervención de clausura en el foro de formación y reflexión en el que han participado hasta cuatro prefectos de la Santa Sede, además del enviado especial del Papa, Edgar Peña Parra, tercero en el escalafón de la Curia romana. «La Iglesia que camina en Sevilla, como anfitriona, ha mostrado durante estos días su capacidad para acoger y compartir su experiencia de fe con calidez y hospitalidad», comentó el responsable último de la organización del congreso. A la vez, reivindicó que «las cofradías no son simples sociedades de ayuda mutua o asociaciones filantrópicas, tampoco conglomerados sin enganche sobrenatural ni grupos que buscan favorecer y proteger intereses personales y corporativos». Para Saiz Meneses, «son un conjunto de hermanos que, queriendo vivir el Evangelio con la certeza de ser parte viva de la Iglesia, se proponen poner en práctica el mandamiento del amor que impulsa a abrir el corazón a los demás, especialmente a los que están atravesando dificultades y carencias».
El estado de buena salud de las hermandades de Sevilla se podrá constatar hasta bien entrado el lunes. De hecho, esperaba que a las cinco menos diez de la madrugada se recogiera La Macarena, que es la corporación más numerosa de España. En total, doce horas y media de procesión, no solo para los cortejos, sino para las riadas de personas a los que se les escapaban unas cuantas lágrimas, se persignaban o encomendaban a los suyos cuando veían pasar por delante cada una de las ocho tallas que este domingo escribieron una página significativa en la historia cofrade de Sevilla, que colgó el cartel de completo.