Un sitio arqueológico en plena ruta 32: de los lugares más retadores para rescatar objetos precolombinos
El sitio funerario en Río Danta, en plena ampliación de la ruta 32, en Guápiles, fue retador para el equipo que se encargó de rescatar 941 objetos que datan de entre el año 300 a. C. y el 300 d. C. Las condiciones climáticas propias de la zona complicaron las excavaciones y el rescate más de una vez.
Ningún terreno es sencillo para excavar y rescatar el patrimonio arqueológico, pero las características de Guápiles y del punto donde se encuentra la carretera, además del tipo del suelo, lo hicieron más difícil.
Las arqueólogas María Gabriela Zeledón Angulo y María Rojas Sáenz relataron a La Nación algunas de las peripecias que vivieron mientras realizaban el rescate de las piezas, que son patrimonio de los costarricenses y debían ser resguardadas de la ampliación de la carretera.
Mal tiempo, lluvias, inundaciones y hasta enfermedades son parte de lo que el equipo sorteó para recuperar el patrimonio arqueológico para que –luego de su inventario y análisis– sea resguardado por el Museo Nacional.
“Las condiciones climatológicas fueron muy complicadas. El sitio se nos inundó varias veces", recordó Zeledón.
“Y cuando decimos ‘se inundó’, era que había más de un metro de agua“, añadió Rojas.
Conforme avanzaba la estación lluviosa, se hizo más difícil continuar. “Cuando llovía demasiado, no se podía trabajar. El clima nos retó mucho”, rememoró Zeledón.
Afortunadamente, la lluvia no hizo que se perdieran las marcas que se habían realizado, ni las diferentes piezas que se estaban excavando. Sin embargo, sí complicó y retrasó la labor de rescate. El lodo que se formaba con las lluvias también dejaba las piezas más sucias y hacía más difíciles las labores de limpieza y lavado, necesarias en un proceso como estos. Tuvieron que hacer una cuneta para que las aguas pudieran fluir.
Salud también se vio afectada en el rescate arqueológico
La humedad y los cambios de temperatura también afectaron a las 17 personas que trabajaban en el lugar. Sentirse deshidratados era normal.
La presencia de mosquitos también era común en la zona. Zeledón, Rojas y su compañero Martín Umaña Corrales, tuvieron dengue en diferentes momentos. El zancudo Aedes aegypti, transmisor de la enfermedad, ya subsiste en zonas, temperaturas y alturas donde, en otras épocas, no lo hubiera logrado.
Las arqueólogas cuentan que los síntomas del dengue se manifestaron con más fuerza en Zeledón que en los otros dos compañeros. Sin embargo, una vez recuperada, se reincorporó en las labores.
No obstante, todas complicaciones y esfuerzos valieron la pena para rescatar 941 objetos, entre metates, collares, vasijas e instrumentos musicales, que pronto podrán ser admirados por los costarricenses.